domingo, 10 de julio de 2016

15 de mayo de 2016: Un día en las montañas, Wufenshan + Qiandaohu

Una de mis escapadas de fin de semana en busca de la naturaleza perdida me llevó a dos preciosos puntos naturales del norte de Taiwán: Wufenshan 五分山 y Qiandaohu 千島湖, o el Lago de las Mil islas. 

Nuestro pequeño viaje empezó en el pueblo de Shenkeng, donde nos tomamos un buen plato de tofu apestoso. Continuamos rumbo a Wufenshan, y atravesamos varios pueblos turísticos de la zona como Pingxi, famoso por el Festival de las Linternas, y Shifen, conocido por su catarata, que nos regalaron escenas rurales como las de esta foto. 




Después de casi una hora de moto por fin llegamos a Wufenshan, una montaña con unas preciosas vistas en el distrito de Ruifang. El tiempo no acompañaba: estaba lloviendo y pronto se iba a desatar una tormenta. Pero no todo era malo: la niebla, que aparecía y desaparecía caprichosamente, daba al paisaje un toque místico, aunque también cubría las vistas: en teoría, deberíamos haber sido capaces de ver Keelung, un pueblo vecino, pero la niebla lo tapaba por completo. Pasamos poco tiempo en las montañas por miedo al chaparrón que se avecinaba, y antes de seguir con nuestra ruta paramos a tomar algo en Shifen, el pueblo más cercano, y esperamos con resignación a que la lluvia y los truenos pasasen. Es lo que tiene viajar en Taiwán en verano: existe un 50% de posibilidades de que aparezca de la nada una tormenta veraniega. 





Tuvimos suerte y pronto volvió a salir el sol. Ya pasaban de las cuatro de la tarde y el tiempo se nos empezaba a echar encima, así que nos dimos prisa. La carretera para llegar al lago está dejada de la mano de Dios; tanto así que llegué a pensar que nos perderíamos en la montaña y nadie sería capaz de venir a rescatarnos: ni siquiera había alumbrado público. Está llena de curvas, cuestas, baches, naturaleza y poco más... eso sí, las vistas son impresionantes y el aire maravillosamente fresco. Hubo un momento en que dimos con una cuesta tan empinada que nos vimos obligados a parar porque una de las motos no arrancaba. Al final nos pusimos en el lago en media hora, no sin antes pasar por un precioso campo de té, el primero que vi desde que me mudé a Taiwán. 





Cuando llegamos nos llevamos una desagradable sorpresa: el lago estaba cerrado a las visitas por culpa de unos edificios construidos de manera ilegal en su territorio. Sin embargo la puerta que impedía la entrada era relativamente fácil de trepar, así que uno de nosotros consiguió colarse y nos pasó una silla de plástico a la que me pude subir para admirar las vistas más impresionantes que jamás había visto en Taiwán. 






Afortunadamente, Qiandaohu se encuentra en el distrito rural Shiding, conocido por sus plantaciones de té. A pesar de su exuberante belleza, que supera con creces la de otras atracciones más conocidas, Qiandaohu es un pequeño secreto y está muy poco frecuentada por turistas. Probablemente se deba a su acceso difícil, ya que no dispone de estaciones de metro o paradas de autobús cercanas. Pero al menos para mí, eso es algo maravilloso. 



Terminamos el día en Pinglin, otro pueblo famoso por sus campos de té, donde tuvimos la oportunidad de tomar un plato con un toque especial: arroz frito con hojas de té. 



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