domingo, 13 de marzo de 2016

Té verde: la obsesión nacional en Japón

Tras mi reciente viaje a Tokio he llegado a la conclusión de que el té verde en polvo o matcha es la obsesión nacional. Al igual que los ingleses usan mantequilla para todo, el matcha está hasta en la sopa en Japón. 

Originario de China, fue introducido a Japón por un monje chino en el siglo XI y con el tiempo fue adoptado por las clases altas, que hicieron de él una obra de arte mediante su famosa ceremonia del té. Curiosamente, el té en polvo terminó desapareciendo en China pero sobrevivió en Japón, por eso está considerado un producto eminentemente japonés. Me atrevería a decir que junto a las azuki o judías rojas, el matcha es el ingrediente más popular en la repostería japonesa: se usa en tartas, helados, caramelos, bombones, mochi, galletas, etc. La lista es interminable. 




Su preparación es sencilla: sólo se necesita agua hervida, un cazo para los grumos y una brocha de bambú, o en su defecto una cuchara. Normalmente, se sirve con un dulce tradicional relleno de judías rojas, que se toma antes de beber para compensar su sabor amargo. 

Aunque soy una amante de los dulces, no me costó demasiado acostumbrarme a su amargura, y es un té muy diferente de los demás: espeso, grumoso, con un aroma fuerte. Me gusta más por su olor y su textura que por su sabor, que de todas maneras se puede suavizar mezclándolo con leche. Además de estar delicioso una vez que te habitúas a él, es beneficioso para la salud: ayuda a prevenir el cáncer, retrasa el envejecimiento, es bueno para hacer la digestión, etc. 



Una bebida imprescindible en toda visita a Japón. 

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