En nuestro noveno día en Tokio decidimos hacer nuestro viaje más completo y experimentar la cultura japonesa en todo su esplendor, así que reservamos una ceremonia del té en el Imperial Tokyo Hotel a las doce del mediodía.
El Imperial Tokyo Hotel, que como su nombre indica se sitúa en pleno corazón de Tokio, ofrece ceremonias del té individuales para turistas a precios aceptables para estándares japoneses (1500 yen por persona, esto es, doce euros). Las reservas son rápidas, sencillas y se pueden hacer online. Aunque normalmente las habitaciones destinadas para celebrar ceremonias del té, llamadas chashitsu, se encuentran en casas particulares, jardines y casas de té, en el Imperial Hotel ocupan el cuarto piso, llamado Toko-an, que está reservado únicamente para ellas y cuyo tamaño varía dependiendo de la cantidad de invitados. Cuando llegamos, una señora de mediana edad en kimono nos estaba esperando. Ella y su compañera nos guiaron hasta nuestra pequeña habitación y nos explicaron el proceso de la ceremonia en inglés. Ambas fueron excelentes anfitrionas, nos invitaron a que hiciéramos fotos, se ofrecieron a hacérnoslas juntos y nos hicieron sentir muy cómodos a pesar de lo nerviosos que estábamos al principio, ya que sabíamos que la ceremonia del té es una parte muy importante de la cultura japonesa.
Las chashitsu apenas se decoran, pero todo está cuidado con mucho mimo, ya que la estética juega un papel fundamental en la ceremonia y es imprescindible conseguir armonía y simplicidad. Normalmente, el suelo está cubierto de tatamis, y los principales adornos son un kakejiku, o rollo decorativo con una pintura o caligrafía, y un arreglo floral, llamado ikebana y que varía dependiendo de la época del año. Otro elemento importante de la habitación es su diminuta entrada, que obliga a todos los invitados a entrar agachándose. Con esto se pretende hacerlos iguales e humildes independientemente de su estatus social.
Así pues, podría decirse que la ceremonia del té consiste en una reunión social en la que se intentan conseguir la paz interior y la armonía, así como estrechar los lazos entre el anfitrión y los invitados. Aunque se trate de algo "social", suelen ser silenciosas y solemnes y se basan en cuatro conceptos: la armonía, el respeto, la pureza, y la tranquilidad. La hospitalidad del anfitrión también es una pieza clave.
La persona que sirve el té debe purificar y limpiar los utensilios con un pañuelo antes de servirlo, y cada uno de sus movimientos está cuidado al mínimo detalle. Antes de beber, se sirven unos dulces de judías rojas que parecen auténticas obras de arte y que se utilizan para compensar el sabor amargo del té, que casi siempre es té verde japonés (o matcha) de la mejor calidad.
Aunque por lo general una ceremonia del té debe durar cuatro horas, la nuestra apenas llegó a los 25 minutos y solo nos ofrecieron una taza de matcha con un dulce. Nos supo a poco (literalmente), pero al mismo tiempo nos sentimos llenos de paz y como si acabáramos de formar parte de algo muy especial. Fue una experiencia realmente única imposible de describir con palabras.
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