sábado, 30 de mayo de 2015

Febrero de 2015: conociendo Bélgica (segunda parte: Brujas y Gante)

Apenas llevábamos dos días en Bruselas y ya teníamos la sensación de haberlo visto todo. Así las cosas, decidimos seguir los consejos de Internet y hacer un viaje de un día a Brujas, que para mi sorpresa apenas estaba a una hora de distancia en tren.

Al día siguiente nos levantamos temprano y nos plantamos en la estación de tren. Mientras hacíamos la cola descubrí que varios españoles estaban allí con el mismo objetivo que nosotros. Una vez más estábamos muy confusos, pero comprar los billetes fue fácil. Lo que realmente nos costó fue encontrar la plataforma y entender los paneles con la información sobre los trenes.
El billete de tren fue sorprendentemente barato. Por ser menores de 26, la ida y vuelta nos valió 8, 50 euros.
Una vez en Brujas caminamos unos 15 minutos desde la estación de tren hasta el centro de la ciudad, que a pesar del aluvión de turistas resultó ser súper tranquila. De hecho, me sentí como si estuviera en un pueblo. Todo era tan hermoso que no sabíamos hacia donde mirar. Además, es pequeño y se puede recorrer a pie. La única pega que le pondría es que puede llegar a aburrir porque el paisaje es siempre el mismo.



El primer sitio interesante que encontramos fue la catedral de Sa
n Salvador, que no parece muy prometedora por fuera pero que por dentro es una joya. Construida en el siglo X, es la iglesia más antigua de Brujas y es famosa por sus preciosas esculturas de mármol y su gran órgano.





El corazón de la ciudad se encuentra en la Grote Markt o Plaza Mayor, que está rodeada de coloridas casas gremiales de estilo flamenco. En este mismo punto se puede encontrar el Campanario de Brujas, que en la época medieval era un mercado y también se utilizaba con fines administrativos.




Campanario de Brujas
Después de admirar la Plaza Mayor y la catedral de San Salvador buscamos un sitio en el que comer y probé uno de los platos típicos de Bélgica: el Carbonnades Flamandes, que es un estofado que incluye cerveza en la preparación de su salsa. Lo encontramos en un restaurante de comida rápida por el módico precio de 10 euros y estaba muy bueno.



Terminamos de comer y seguimos caminando hasta que llegamos a la Plaza Burg, que se encuentra detrás de la Plaza Mayor. El edificio más importante de esta plaza tal vez sea el Ayuntamiento de Brujas, que se terminó de construir en el año 1421. Por otro lado, la Basílica de la Santa Sangre también es un importante edificio en esta plaza ya que según la leyenda contiene un trozo de tela con sangre de Jesús.






Otro punto turístico interesante de Brujas es su beaterio o Beguinaje de Brujas. Data de 1245 y en su época de esplendor estuvo considerada como una pequeña ciudad dentro de Brujas, ya que incluso estaba amurallada. Aunque visualmente a mí no me pareció ni la mitad de bonito de lo que es el resto de la ciudad, detrás de este conjunto de edificios hay una historia larga e interesante.





El resto de Brujas se puede resumir en calles antiguas y canales que forman paisajes de cuentos de hadas. Además de paseos en carruajes, se puede coger un pequeño barco para dar un paseo en los canales.






Puesto que nuestra escapada a Brujas fue una decisión de última hora, se nos escaparon muchos sitios turísticos interesantes, de modo que si alguna vez la habéis visitado seguramente notéis que me he dejado mucho en el tintero.
Terminamos Brujas antes de que anocheciera y volvimos a Bruselas muy contentos con el maravilloso sitio que acabábamos de descubrir y que en un principio no estaba entre nuestros planes de viaje.
Al día siguiente, que era el cuarto y último en Bélgica, tuvimos que decidir entre terminar de ver Bruselas o visitar Gante, que estaba muy cerca. Nos decidimos por Gante y fue la mejor decisión que podríamos haber tomado, ya que se convirtió en mi ciudad belga favorita inmediatamente. 

Pero antes de ir a la estación de trenes quisimos desayunar un gofre que según dicen es de los mejores de Bruselas. Se puede encontrar en la pastelería Maison Dandoy, muy cerca de la Grand Place. El precio medio es de unos cuatro euros y puede subir o bajar dependiendo de los extras que elijas: chocolate, nata, etc. En internet recomiendan tomarlo solo pero la tentación de añadir más sabor es difícil de resistir. Si quieres comerlo dentro de la tienda, que tiene una pequeña cafetería, hay que pagar más, así que nos tomamos nuestro gofre junto a la puerta. ¡Estaba delicioso! 

Al llegar a la estación de tren de Gante la mejor opción es coger un tranvía para llegar al centro. Fue muy complicado para nosotros entender el sistema, pero lo logramos.
Nuestra primera parada fue el castillo de los Condes de Gante, una preciosa estructura medieval que fue reformada muchas veces y que llegó a ser ocupada por los estudiantes de Gante para mostrar su indignación por la subida del precio de la cerveza. Hay que pagar para entrar, así que nos conformamos con admirar su belleza desde fuera. 

En el skyline de la ciudad destacan las conocidas como "tres torres": la Iglesia de SaNicolás, la torre de Belfort y la catedral de San Bavón. La iglesia de SaNicolás y las otras dos torres se encuentran en la plaza más importante de la ciudad, llamada Korenmarkt, que en el pasado era un mercado de trigo. 
 

La grandiosidad de la Iglesia de San Nicolás, que se construyó en el siglo XIII y que perteneció a los gremios de Gante, es imposible de pasar por alto,  pero la Torre de Belfort o simplemente el Campanario de Gante no tiene nada que envidiarle a la Iglesia. Esta torre de 91 m de altura se terminó de construir en el año 1313 y originalmente fue una torre de vigilancia. La tercera torre es la Catedral de San Bavón, que en sus orígenes fue una modesta iglesia de madera y que hoy en día es la sede de la diócesis de Gante. En su interior se puede visitar una de las obras de arte más admiradas del Renacimiento, el políptico de Gante del famosísimo pintor flamenco Jan van Eyck. 

Iglesia de San Nicolás
Torre Belfort 
Catedral de San Bavón

Caminamos sin rumbo fijo y visitamos todos los puntos turísticos más importantes de la ciudad, como el puente de San Miguel, que probablemente sea el sitio más fotografiado. Al igual que Brujas, Gante es una ciudad pequeña pero me gustó más porque tiene un poco de todo y no es aburrida. Podría decirse que para mí Gante tiene la balanza perfecta. 


En resumen, tuvimos algunos pequeños problemillas y nos quedamos pelados de dinero, ya que comer en Bélgica es extremadamente caro. Pero dejando esos pequeños detalles aparte, nuestro viaje fue perfecto.

Febrero de 2015: conociendo Bélgica (primera parte: Bruselas)

Aprovechando mi vuelta a casa en febrero, mi novio y yo compramos unos billetes a Bruselas y reservamos un hotel allí para cuatro días.

Tras tres horas y pico de avión desde el aeropuerto de Porto, llegamos a nuestro destino e intentamos buscar nuestro hotel durante más de una hora. Los habitantes de Bruselas eran extremadamente amables y todos sabían hablar inglés, pero cada persona a la que preguntábamos nos daba una dirección diferente.
Cuando dimos con el hotel nos llevamos una grata sorpresa: estaba muy nuevo y limpio y su ubicación era inmejorable. Tras haber leído opiniones en Internet, no tenía demasiadas esperanzas de alojarnos en un sitio decente.

El frío no era lo suficientemente intenso como para bajarnos los ánimos, y el primer sitio que quisimos visitar fue la majestuosa Grand Place. Una pequeña parte estaba en obras, pero mi novio se enamoró del sitio en seguida. Es una plaza de la época medieval y está considerada una de las más bonitas de Europa. Entre todos sus edificios destaca el hermoso Ayuntamiento de Bruselas. Aunque parezca mentira, fue destruida en 1695, sin embargo, eso no ha impedido que hoy en día esté considerada Patrimonio de la Humanidad.





Ayuntamiento de Bruselas


Temerosos de que se hiciera de noche temprano, vagamos por las calles de Bruselas hasta llegar a la estación de tren y descubrimos que la ciudad no es demasiado grande. U
no de los puntos turísticos que más nos gustaron fue la Bolsa de Bruselas, un elegante edificio de estilo neorrenacentista construido en el siglo XIX y en el que colaboró el famoso escultor Rodin




Merodeamos por la Plaza Real y alrededores sin ser capaces de llegar hasta el Palacio Real de Bruselas y descubrimos una bonita iglesia de estilo gótico llamada Notre Dame du Sablon. También pasamos por la iglesia de Coudenberg, que es el edificio principal de la plaza. A ninguno se nos pasó por la cabeza que Coudenberg fuera una iglesia.




Notre Dame du Sablon


Iglesia de Coudenberg


Además de visitar estos sitios, no nos pudimos resistir a comprar chocolate en una de las chocolaterías belgas más famosas, Neuhaus. Era extremadamente caro, pero valió la pena. Los bombones que compramos no sólo eran de una calidad excelente, sino que tenían sabores muy originales y atrayentes. Los dependientes nos hablaron de los ingredientes y de su procedencia. A pesar de ser la opción más cara, compramos nuestros bombones a granel, para poder probar distintos sabores. Neuhaus es una de las mejores y más caras marcas de chocolate belga pero hay muchísimas chocolaterías en todas partes que son incluso mejores, como Pierre Marcolini.



Por otro lado, también gastamos unos eurillos en unas patatas fritas con mayonesa, que son el snack por antonomasia de Bruselas. Al parecer las patatas fritas fueron inventadas en Bélgica y según dicen en este país tienen un sabor especialmente delicioso. Yo compré las mías en Fritland, un popular restaurante de comida rápida y me parecieron patatas fritas muy normales.


En nuestro segundo día en Bruselas no teníamos claro qué podíamos hacer. Yo quería visitar el Atomiun pero estaba demasiado lejos y parecía bastante complicado llegar allí, así que no lo intentamos porque nos sentíamos bastante confusos, sobre todo a la hora de coger metros y buses en la ciudad. Así pues, cambiamos el Atomiun por el Manneken Pis. Sabíamos que no sería nada especial pero al tratarse de una de las principales atracciones de Bruselas teníamos que verlo, y de paso dimos un paseo y descubrimos calles muy bonitas. Resultó ser exactamente cómo la habían descrito en internet: una diminuta estatua de uniño haciendo pis arrinconada en una esquina. Sin embargo, los turistas se volcaban en hacerse selfies con ella y en los alrededores había varias tiendas de recuerdos y chocolaterías. A mi novio siempre le ha parecido extraño que los europeos tengan tantas estatuas de gente desnuda, y al ver al Manneken Pis y lo popular que era no pudo evitar sonreír. Ha existido desde hace muchos siglos pero actualmente sólo se exhibe una copia, ya que la original fue robada varias veces. Mide unos escasos 61 cm y está hecha de bronce.






Chocolate en una tienda cercana al Manneken Pis


Cuando nos aburrimos del Manneken Pis buscamos las famosas galerías de Bruselas, llamadas Saint Hubert. Aunque habíamos pasado por ellas anteriormente, nos llevó un buen rato encontrarlas. Fueron diseñadas en el año 1847 y tras su apertura se convirtieron en las primeras galerías comerciales de Europa. Su elegancia nos gustó mucho. 

La mayoría de sus tiendas eran chocolaterías y, una vez más, no nos pudimos resistir a volver a comprar chocolate belga y nos dejamos caer en la tentación de gastarnos cuatro euros en un vaso de chocolate caliente de una de las chocolaterías más caras, Mary. Además mi novio tuvo el detalle de regalarme una caja de bombones de una chocolatería más humilde que se llama Leónidas y que se puede encontrar en cada esquina de la ciudad. 






Después de esto intentamos visitar una de las basílicas famosas en Bruselas, la Basílica del Sagrado Corazón. Es un edificio relativamente nuevo ya que su construcción se terminó en el año 1969. Pero al parecer estaba un poco alejada del centro y la noche iba a caer en breves. Entender el sistema de autobuses belga nos robó muchísimo tiempo y nos sentimos muy perdidos. Mientras buscábamos el autobús recorrimos una de las partes nuevas de Bruselas sin habérnoslo propuesto.





Cuando finalmente dimos con la basílica ya era de noche y el edificio no estaba abierto al público. A mi novio le gustó pero a mí no me agradó demasiado porque era demasiado sobrio. Como curiosidad, en su interior encontramos un restaurante (también cerrado).

Aparte del transporte, otro gran problema para nosotros fue comer en Bruselas, ya que es extremadamente caro y no es fácil saber en qué restaurante vale la pena gastar el dinero. El primer día tuvimos una horrible experiencia en la famosa rue des Bouchers, que es el peor sitio para comer en Bruselas y está lleno de timadores que intentan engañar a turistas mintiendo sin descaro. Antes del viaje me había informado sobre los restaurantes que valían la pena pero, ¿cómo encontrarlos?
Sin embargo en nuestra segunda noche en Bruselas tuvimos suerte: de repente estábamos delante de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Kasbah. Este restaurante de comida marroquí ofrece un servicio excelente, un ambiente especial y acogedor con una muy buena decoración, y una comida simplemente deliciosa. La cantidad de comida es tan grande que es casi imposible terminarla, y tiene una muy buena relación calidad precio. Mi novio pidió un delicioso cous cous y yo tomé tajín de pollo con limón y aceitunas.







Pero ya que estábamos en Bélgica hicimos intentos de probar comida local. Dejamos los famosos mejillones con patatas fritas a un lado y probamos lo que los belgas llaman filete americano, que es una especie de bisté de carne cruda. No sabe mal, pero no es agradable saber que tienes carne cruda en la boca y notar cómo se deshace. Antes de que lo pidiéramos los camareros nos advirtieron de lo que estábamos haciendo, pero no los entendimos bien y pensábamos que solo se trataba de carne poco hecha. Fue mi novio quien lo pidió (yo solo le di un bocado) y con mucho esfuerzo se lo comió entero. 

Tras dos días maravillosos en Bruselas decidimos explorar otras ciudades. Podéis seguir leyendo sobre nuestro viaje a Bélgica aquí.