lunes, 23 de junio de 2014

Nueve cosas de Galicia que echo de menos en Taiwán

Aunque yo siempre haya tenido una relación de amor-odio con Galicia, es inevitable echar de menos al país en el que naciste y pasaste toda tu vida. Estas son las pequeñas y no tan pequeñas cosas que echo de menos de Galicia en Taiwán:

1. El mar y el contacto con la naturaleza

Aunque Taipei tenga mucha más vidilla que mi pueblo natal, es una ciudad de cemento y eso resulta agobiante. Creo que la mayoría de las personas que crecimos en un pueblo costero tenemos la necesidad común de estar cerca del mar, sin embargo, no fue hasta que pasé varios meses en Taipei que me di cuenta de que no hay costa que se pueda comparar con la gallega. He ido a varios sitios con costa en los alrededores de Taipei, como Keelung o Yehliu, y ninguno ha despertado ninguna emoción especial en mí. Mientras que en las Rías Baixas es fácil encontrar playas limpias y vacías en las que puedes disfrutar de una belleza y una tranquilidad únicas, en las playas cercanas a Taipei eso es mucho más difícil (por no decir imposible). Aun por encima, están lejos. Ya no me puedo aislar del mundo en cinco minutos.

Playa cercana a mi casa gallega
Puerto de Keelung
Yehliu es un parque nacional muy bonito, pero demasiado turístico

2. Los embutidos

La comida taiwanesa me encanta, pero cuando necesito matar el gusanillo echo de menos poder hacerme un bocadillo de chorizo o jamón serrano, ya que en Taiwán no puedo encontrar ningún equivalente. Por otro lado, el marisco taiwanés no es malo, pero lo sirven frito.


3. Mi familia y amigos

Nada puede sustituir a la familia, y eso es algo que aprendí en Taiwán. En el pasado me comportaba como una adolescente: siempre daba prioridad a mis amigos por encima de mi familia. El motivo tal vez fuera que sabía que mi familia siempre estaría disponible cuando la necesitase o que simplemente era demasiado inmadura.

En el grupo de familia incluyo a mi perro (aunque él siempre ha sido mi mimado), al que también llevo meses sin ver. Me pregunto constantemente cuál será su reacción al volver a verme después de tanto tiempo.



En cuanto a mis amigos, pues pasa lo mismo. Por mucha gente nueva que pueda conocer en Taiwán, nadie puede sustituir a los que tengo desde hace años. Es frustrante que te pasen cosas interesantes y no poder compartirlas con ellos al 100%. Además, es inevitable perder el contacto: pasan cosas y no te las cuentan, vas cayendo en el olvido, y a veces tienes la sensación de que están tan lejos que ya no los conoces.


4. Tener una casa espaciosa y con cocina

Siempre he sido una persona sensible a los espacios cerrados. Aunque al principio tener mi propia habitación en un piso de Taipei me pareciera maravilloso, con el paso de los meses me empecé a sentir muy agobiada. Si me quedo en casa, tengo que estar todo el día dentro de mi habitación, ya que mi piso no tiene salón. A veces me siento como si estuviera en una cárcel, sobre todo porque mi habitación solo tiene una ventana pequeña que no permite que entre mucha luz (a veces desearía poder abrirla y que entrase aire fresco, pero eso es imposible). Echo de menos revolotear por el salón o la cocina de mi casa y sentirme libre en un sitio que es mío, ya que aquí en cuanto pongo un pie fuera de mi habitación entro en el territorio compartido, que no siento como mío y en el que siempre me siento incómoda al pensar que podría coincidir con mis soberbias compañeras de piso. 



Por otro lado, otra cosa que echo de menos en una casa es que esté libre de cucarachas y demás bichos y que tenga una ducha de verdad en vez de una manguera.


5. Hacer botellón

Esto puede sonar muy infantil, pero es así. Muchos alaban la vida nocturna de Taipei, pero yo nunca sentí demasiado interés por ella porque ir a pubs y discotecas parece ser la única opción. En Galicia, en cambio, hay variedad, y puedo beber en la calle, que es mucho más divertido.

6. Soltar tacos en gallego

Creo que solo los gallegos podemos entender lo especiales que son nuestros insultos. A veces me siento frustrada cuando me apetece decir "Ai que carallo" pero todo lo que puedo decir es "That's fucked up".


7. La vida sana y la comida casera

Como mi casa no tiene cocina, no me queda otro remedio que buscar comida en restaurantes todos los días. El problema es que mi calle no tiene mucho que ofrecer, y además siempre tengo que caminar y perder tiempo y paciencia para encontrar algo que me apetezca comer y sea sano. 

8. Los días largos

En Galicia, durante la mayor parte del año hay muchas horas de sol, y en verano empieza a oscurecer a eso de las 21:30. Sin embargo, en Taiwán, sea la estación que sea, a las 18:00 o como muy tarde a las 18:30 ya es de noche. Eso impide que disfrute de los días de una manera completa. Aunque hay muchas cosas que hacer en Taipei por la noche, hacer turismo en espacios naturales a partir de las seis es imposible.

9. Alguien que me entienda

Aunque los gallegos tengamos fama de estar en todas partes, somos escasos en Taiwán. Por eso, a veces es frustrante ver cosas que solo nosotros podemos entender y no tener con quién compartirlas, o no tener a una persona que te defienda y comprenda cuando los taiwaneses no aprueben algunos comportamientos que consideran irrespetuosos o extraños. 

miércoles, 18 de junio de 2014

Personalidad y apariencia de los taiwaneses

Aunque yo no sea una persona a la que se le dé muy bien hacer amigos y quedar con desconocidos me diese pánico hasta hace unos pocos meses, cuando llegué a Taiwán empecé a perder miedos. El motivo era que sabía que la mayoría de la gente que conocería sería taiwanesa y me trataría bien. Cuando apenas llevaba un mes en Taiwán e iba a conocer a alguien, antes de verlos podía adivinar cómo se comportarían.

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en un rasgo de la personalidad de los taiwaneses es su humildad excesiva. Muchos se ponen muy nerviosos al hablar en inglés con extranjeros porque siempre creen que su nivel no es lo suficientemente bueno (aunque en la mayoría de los casos es cierto que no lo es, pero este es solo un ejemplo). Cuando te hacen un favor, algunos rechazan que se lo agradezcas porque creen que no hicieron nada importante para ayudarte, y jamás miran a nadie por encima del hombro.

Uno de los hábitos que tienen y que está relacionado con su humildad excesiva es insistir en que Taiwán es inferior a Corea del Sur y Japón, y esa obsesión me enfada porque no acabo de entender la necesidad de hacer comparaciones odiosas y de creerse inferior por no ser el mejor.

Por otro lado, debo admitir que al principio la mayoría me parecían sosillos. Sus expresiones robóticas no les hacen mucha justicia, pero en realidad son buenos conversadores y muestran interés por los extranjeros. Puede que muchos tengan caras inexpresivas, pero normalmente en cuanto empiezas una conversación con ellos todo va sobre ruedas. De todas maneras, tengo que admitir que tienen mucha menos chispa al hablar que los españoles, pero a su favor puedo decir que es raro que resoplen o pongan malas caras.

Otro punto a su favor es que en general son gente respetuosa y tolerante. Durante mis primeras semanas en Taipei me sorprendió mucho ver que la gente mayor me decía que le parecía guapa porque tenía un pelo muy bonito y no era una burla (tengo el pelo de muchos colores bastante llamativos). Esto me descolocó, pero me pasó varias veces. En Galicia las señoras en cuanto me veían me juzgaban y miraban como si pensaran que soy el mismísimo diablo. En Taiwán jamás me ha pasado una cosa así. Los taiwaneses, si me miran, casi siempre lo hacen de una manera discreta. Curiosamente he conocido a gente, ya mayor de edad, que no se atreve a hacerse un piercing o a teñirse el pelo por temor a la reacción de sus padres. Contradictorio con mi experiencia, ¿no? Después de conocer a mi novio él me explicó que los taiwaneses saben que la manera de pensar de los occidentales es diferente y que les parece normal que nuestro aspecto sea especial, pero que no aceptan que la juventud taiwanesa adopte la misma apariencia.

En los institutos la situación también es contraria a la de España. Si tus compañeros creen que tu estilo es diferente, en vez de hacerte bullying todos creerán que eres especial e interesante y querrán ser tus amigos. Increíble. Admiran lo diferente en vez de insultar y juzgar, y eso me encanta. Aunque en Taipei haya pocos extranjeros, normalmente paso desapercibida porque a ellos, aunque mi aspecto sea diferente, les parezco una persona normal. Y así es como me hacen sentir (por primera vez en mi vida). Cuanto más viajo más me doy cuenta de la importancia excesivamente enervante que le dan los españoles a las apariencias, ya que en Escocia tuve experiencias parecidas a esta.

Por otra parte, una de las cosas que me hace gracia de ellos es su inocencia. Aunque no sean como niños pequeños, en comparación con los occidentales son muy inocentones. Los hay que no pillan los sarcasmos y entienden todo lo que les dices de manera literal. Si haces bromas relacionadas con algo sexual, muchas veces tampoco las pillan porque su mente no está tan sucia como la de los españoles, que vemos sexo en absolutamente todo. También me parecen ligeramente más confiados que nosotros.
Su generosidad, ligera timidez y dulzura (estas dos últimas al menos aparentes) son otros tres rasgos de su personalidad que me gustan. Eso sí, aunque sean generosos les preocupa mucho avanzar en su carrera, pero a mí no me parece que sea porque quieran ganar mucho dinero sino porque les preocupa tener éxito laboral. En cuanto a lo de la timidez y la dulzura, sigo sin tener muy claro si son tan dulces y tímidos como aparentan, pero al menos puedo decir que son gente que no suele causar problemas o poner pegas, es decir, tienden a ser prácticos y no complican las cosas.

Siguiendo con lo de la dulzura, las chicas taiwanesas suelen tener una voz mucho más dulce que la de las occidentales. Yo pensaba que lo hacían a propósito, pero ahora sé que no porque hablan así incluso cuando se enfadan y discuten.

La buena organización es una cosa importante para ellos. Suelen respetar las reglas y se pueden llegar a poner nerviosos si los demás no lo hacen. Un claro ejemplo de este comportamiento es que en el metro de Taipei nadie que no lo necesite se sienta en los asientos de prioridad para personas mayores, discapacitados, etc. ¿Os imagináis ese respeto en España?

Aunque este no sea un rasgo de su personalidad, creo que es importante mencionar que la mayoría de ellos odian a los chinos. Aunque más del 90% de los taiwaneses procedan de China y pertenezcan a la etnia china han (la más extendida en el mundo), la gran mayoría no se sienten chinos sino taiwaneses. Los motivos son varios, y no los explicaré en esta entrada, pero a los taiwaneses les sobran razones para odiar todo lo que venga de China. De todas maneras, por lo que he observado este rechazo está muy relacionado con la edad. Estoy segura de que las generaciones más jóvenes rechazan a China al 100%, sin embargo la gente mayor no lo hace del todo, especialmente porque algunos de ellos realmente son chinos que llegaron a Taiwán en la época de Chiang Kai Shek (en las décadas de los cuarenta y cincuenta).


En cuanto a su aspecto, estos son los rasgos que más llamaron mi atención:

-Algunos extranjeros se empeñan en decir lo contrario, pero las chicas taiwanesas van bastante tapadas. A veces, en verano, con más de 32 grados de calor llevan leggins y chaquetas. Normalmente se cubren de cintura para arriba, ya que por lo que he observado a los taiwaneses llevar pantalones cortos les parece súper aceptable, pero los escotes son un tema un poco delicado. Creo que la gente que dice que las taiwanesas van "enseñándolo todo" son hombres que se relacionan casi exclusivamente con chicas en las discotecas, y obviamente allí lo que se lleva es el destape. Pero eso no significa que las taiwanesas vayan enseñándolo todo. 

-Aunque como ya dije los taiwaneses en general no son muy atrevidos a la hora de hacer algún cambio en su cuerpo (piercings, tatuajes, etc.) algunos se tiñen el pelo de colores con tonos naturales. El más popular es el marrón claro, pero algunos optan por el rubio (que a pocos les sienta bien, porque además se ponen rubio pollo) y algunos se tiñen el pelo de rojo. De todas maneras, he visto a algunos con el pelo lila o verde, pero son una rareza.

-En cuanto a la ropa que llevan, creo que debo abstenerme de describirla porque no quiero ofender a nadie. Solo voy a decir que combinar colores no es su fuerte y es común ver a chicas llevar zapatillas de deporte con vestidos elegantes. Además, la gran mayoría son muy poco originales. A veces me parece que los más "estilosos" intentan vestirse como americanos o japoneses. Tienen un estilo diferente, pero siguen sin parecerme originales.

-Los que tienen treinta años aparentan veinte. De hecho, recuerdo que cuando conocí a mi novio me preocupé porque pensé que me estaba enamorando de un adolescente. Después supe que aunque aparentase 16 años tenía 24.

-Si se ponen enfermos llevan mascarillas, aunque hay quien las lleva porque cree que el aire está demasiado contaminado. Yo pensaba que eran una moda, porque las lleva demasiada gente, pero en seguida me di cuenta de que no lo son porque  las usan gente de todas las edades. 

-A las chichas les gusta llevar pestañas postizas (los taiwaneses le dan más importancia que nosotros a tener unas pestañas largas porque no suelen tenerlas de manera natural) y lentillas de colores que hacen que sus ojos parezcan más grandes (yo las llamo "lentillas hámster" porque hacen que sus ojos brillen como los de los hámster e incluso adquieran su forma). Aunque mucha gente diga que llevan las lentillas para parecer occidentales, eso no es verdad. Las llevan para parecerse a los personajes de los mangas japoneses, o al menos ese es el resultado que consiguen. Además, les gusta que su piel esté lo más blanca posible y para ello utilizan paraguas en verano y usan cremas blanqueadoras. En cuanto al maquillaje, me parece más discreto que el de las chicas españolas, sobre todo los colores de sus pintalabios, ya que las taiwanesas suelen utilizar tonos rosados mientras que en España mucha gente usa tonos rojos muy llamativos. De todas maneras, que los colores de su maquillaje sean más discretos no significa que sean más naturales que las chicas occidentales, ya que a algunas, al igual que en España, el maquillaje y algo de Photoshop las hace parecer personas diferentes en las fotos. Las poses de sus fotos también son diferentes a las nuestras, ya que les gusta parecer más aniñadas de lo que son (hay gente que dice que son infantiles, pero yo no estoy de acuerdo) y a veces ponen caras muy raras. Cuanto más kawaii, mejor. 

Esta foto es un buen ejemplo del aspecto que suelen tener las chicas taiwanesas: 


-En cuanto a los chicos, he visto muchos que están muy morenos, atléticos y delgados (tal vez demasiado). Aunque no tengan un estilo especial, al menos visten de una manera más harmoniosa que las chicas. La gran mayoría lleva el pelo corto o de taza. También abundan los que tienen la típica pinta de freaks, que llevan gafas de pasta con camiseta y vaqueros (el primer grupo que describí tal vez tenga un look más deportivo). Un detalle sobre ellos que a todos los occidentales nos llama la atención es que usan bolsos que en España solo usan las mujeres. De hecho, yo cuando empecé a verlos usándolos pensé que los hombres que los usaban eran gays. 

sábado, 14 de junio de 2014

Mi novio taiwanés

Antes de que empecéis a leer tenéis que ser conscientes de que esta entrada está totalmente redactada desde mi punto de vista y se centra en mi experiencia con mi novio taiwanés, aunque use el plural a menudo porque sé que muchos taiwaneses se comportan como él. Tenedlo en cuenta para absolutamente todo lo que he escrito y pensad que aunque a mí me parezca que las relaciones de pareja son así en Taiwán, cada persona es diferente y que yo estoy hablando en general.

Primero hablemos de cómo conocí a mi novio. Fue a través de una página de Facebook para hacer intercambio de idiomas en Taipei. Yo quería practicar un poco de chino y conocer más gente, y él quería mejorar su inglés. El primer día que quedamos me llevó al nightmarket de Shilin y me conquistó en una sola noche. 

Es curioso que ahora tenga un novio taiwanés porque antes de viajar a Taiwán apenas sentía interés por los hombres asiáticos. Me parecían demasiado sosos y no muy atractivos. Sin embargo, en cuanto puse un pie en Taipei viví una "revolución" sin precedentes. Todos los chicos que veía me parecieron guapísimos durante el primer mes, hasta que conocí a mi novio y senté cabeza. Cuando aún estaba en Europa, pensaba que los hombres europeos tenían algo que los asiáticos no tienen. Ahora siento lo contrario. 




Pero volvamos al tema central. Por lo que he visto, la actitud de los taiwaneses cuando se emparejan es muy diferente a la de los occidentales. En cuanto encuentran a ese alguien especial y quieren una relación seria, asumen inmediatamente que su vida social está prácticamente acabada (aunque en realidad eso no parece molestarles mucho) ya que tener pareja significa dedicarse a ella en cuerpo en alma.

Cuando apenas llevaba un mes con mi novio, me sorprendieron algunos comentarios de mis amigas taiwanesas cuando supieron de su existencia. Por ejemplo: "¡Oh! Entonces ya no te voy a ver más…" o "Podríamos quedar hoy, pero si prefieres estar con tu novio lo entiendo" (esto me lo dijo una amiga que se iba a ir a China y a la que probablemente no vería nunca más). Otra amiga me dijo que no quería tener novio porque prefería tener tiempo para sí misma. Por aquel entonces solo llevaba un mes con el mío y no entendí muy bien a qué se refería. Sin embargo, pronto entendí de qué estaba hablando. Mucha gente en Taiwán cree que si tienes pareja es normal estar siempre con ella, es más, algunas personas parecen considerarlo una especie de deber, y aunque lleven meses sin ver a uno de sus amigos más íntimos, si saben que están con alguien tal vez rechazarán verles porque no quieren molestar. 

Otro detalle que también llamó mi atención fue que algunos taiwaneses son muy precoces en las relaciones. Mientras que a los occidentales nos gusta conocernos poco a poco y después decidir si queremos estar en una relación con una persona o no, algunos taiwaneses (no me atrevo a decir la mayoría) después de un poco de contacto físico y algo de coqueteo ya asumirán que eres su novio/a (aunque esto depende del contexto, obviamente en las noches de fiesta no es así). Y eso fue exactamente lo que me pasó a mí. 

Por todo lo que he escrito en los dos párrafos anteriores, es fácil deducir que los taiwaneses pueden llegar a ser agobiantes para un occidental. Si eres su pareja querrán estar contigo a todas horas, y creo que a algunos les cuesta entender el concepto de necesitar tiempo para uno mismo.

Por otro lado, presentarte a su familia es muy importante para ellos. Yo me mostré reacia durante meses, pero al sexto o séptimo ya no pude resistir la presión. Mi novio quería que sus padres supieran quién era, y aunque él es diferente en ese aspecto sé que para muchos taiwaneses la aprobación de sus padres es muy importante. 

Volviendo a lo de pasar tiempo juntos, los chicos taiwaneses tienen fama de ser posesivos. Esto tiene parte de cierto, porque como ya expliqué, quieren estar con sus novias todo el tiempo. Cuando apenas llevábamos uno o dos meses juntos, mi novio tuvo que pasar una noche fuera en una ciudad cercana a Taipei por motivos de trabajo y quiso hacer Skype conmigo. Un poco exagerado, ¿no? Pero una cosa que me molesta mucho es que se hable de los hombres taiwaneses como posesivos. ¿Qué pasa con las mujeres? Ellas también lo son, tanto o más que los hombres. Me parece injusto que ellos tengan mala fama y ellas no. Muchas son mandonas, les gusta tratar a sus novios como a sus esclavos y esperan que ellos siempre les paguen las comidas que toman juntos y que les concedan todos sus caprichos. Por supuesto, no estoy diciendo que todas las chicas taiwanesas sean así y que no haya relaciones equilibradas. Pero lo que estoy escribiendo es real, aunque no tenga muy claro si es muy frecuente, (aunque me da la espina de que sí lo es). Mi novio me adora porque jamás le he prohibido ver a sus amigos, como hicieron algunas de sus ex. 

Obviamente, una de las grandes ventajas de tener un novio taiwanés en Taiwán es que ello te permite impregnarte totalmente en la cultura local. Estoy segura de que estoy viviendo muchas experiencias únicas que otros extranjeros se están perdiendo. Durante nuestros dos primeros meses juntos, recorrimos muchos sitios interesantes de Taipei y New Taipei City que no vienen en las guías turísticas. Gracias a él, empecé a probar todo tipo de comidas y bebidas deliciosas y a sentir, por fin, algo especial no solo por él sino por Taiwán. En cuanto llegó a mi vida, todos mis problemas desparecieron como por arte de magia, por eso lo considero mi salvador.


Aunque a menudo nos leamos el pensamiento, pertenecemos a culturas demasiado diferentes, y el choque cultural puede hacer que salten chispas por las cosas más tontas (y es difícil conseguir que uno de los dé su brazo a torcer). Una de las discusiones más absurdas que recuerdo haber tenido con él fue sobre llevar a los perros en carritos de coche, una costumbre bastante común en Taiwán. Mientras que a mí me parece una parida que se hace por moda y no me gusta que traten a los perros como a personas, él cree que usar esos carritos es necesario porque algunos perros, de repente, se niegan a caminar en medio de la carretera. Pero seamos realistas. La mayoría de la gente que usa esas cosas es porque le parece que queda bonito. Sea como sea, es una discusión absurda, ¿verdad?

Un asunto que también es interesante es el matrimonio. Por muy occidentalizadas que estén las generaciones más jóvenes, y aunque los taiwaneses no vean el concepto de vivir en pareja sin casarse como sinónimo de vivir en pecado, muchos no entienden qué sentido tiene estar en una relación seria si no es con intención de casarse. Una vez, una de mis amigas me dijo: "Quédate en Taiwán, cásate con tu novio y sé feliz para siempre". Un español no me habría dicho eso.

Cambiando de tema, existe un mito sobre los asiáticos, que supuestamente son más fríos que los occidentales en las relaciones. Curiosamente, yo opino al revés. Mi novio es un chico muy cariñoso que se preocupa mucho por mí. Además, los taiwaneses tienden a mostrar mucho sus sentimientos (indirectamente, por supuesto) si les gusta alguien. Yo, por ejemplo, me di cuenta en seguida de que a mi novio le gustaba. No son tan orgullosos como muchos chicos occidentales, pero de todas maneras al principio algunos son tan tímidos que puedes llegar a pensar que te llevará meses poder acercarte a ellos, como fue mi caso. 

Por supuesto, les da mucho corte mostrar afecto en público. Los abrazos o coger a otra persona de la mano son algo aceptable, pero no los besos. A mi novio le daba vergüenza besarme en público durante los primeros días que pasamos juntos, y él cree que ha superado esa etapa, pero yo creo que no del todo. De tocarle el culo en público ya ni hablamos. Si lo hago, se muere de vergüenza y me suplica que deje de hacerlo, y ese es otro aspecto cultural sobre el que estamos en desacuerdo. Él dice que una cosa así no se debe hacer en público porque hará que la gente se sienta muy incómoda al verlo, pero yo, en principio, pensé que era una tontería (aunque ahora pueda entender, en parte, lo horrible que les parece). Este es uno de tantos motivos de discordia que para uno de los puede ser una tontería y para el otro algo serio.

En conclusión, espero que esta entrada os animase a quitaros algunos prejuicios y buscar un novio/a asiático. Para mí, está siendo toda una experiencia. 

miércoles, 11 de junio de 2014

La comida rápida taiwanesa: TKK Fried Chicken

TKK Fried Chicken es una cadena de comida rápida taiwanesa fundada en 1974. Muchos taiwaneses creen que McDonald’s, con comida más cara y de peor calidad, la está desbancando. A mí no me parece cierto, pero es verdad que a los taiwaneses les encantan las americanadas. Aunque algunos lo comparen con KFC (cuya comida nunca he probado) yo creo que el toque dulce de la comida rápida taiwanesa la hace única. 

El menú de TKK es bastante limitado, pero sus restaurantes ofrecen combinaciones muy baratas y completas, por ejemplo, pollo frito, patatas dulces y dos bollos de pan rellenos de patata dulce y uvas pasas por unos tres euros, con bebida incluida. Aunque un poco de pollo con patatas y dos panes puedan parecer insuficientes, al tratarse de comida rápida es todo muy graso, así que lo normal es que sea más que suficiente. La comida se sirve en una cestita y se come con las manos.



Pan relleno de patata dulce

Además del pollo con patatas, ofrecen algunos snacks como salchichas picantes, maíz tostado, y rice wraps, que según me dijeron proceden de China y están rellenos de arroz envuelto en piel de pollo, aunque no estoy segura de ello. 

Si os dejáis caer por Taipei y no os importa ensuciaros un poco las manos, os recomiendo que probéis la comida rápida taiwanesa. Su sabor dulzón hace de ella una verdadera delicia, y su calidad es mucho mejor que la del McDonald’s o el Burguer King. 

Taipei, 29 de octubre de 2013: Shilin night market

El night market de Shilin (士林夜市Shilin yeshi) es es uno de los más famosos en Taipei, aparte del de Raohe. Aunque está un poco lejos de la parte más céntrica de Taipei, es una visita obligatoria. Parte del night market está cubierto, mientras que otra está al aire libre. Además, cerca tiene algunos restaurantes y muchas tiendas que hacen que esta zona tenga mucho ambiente.




Alrededores de Shilin

Lo primero que compré al llegar fue un vaso de frogs hit in milk, del que suele haber por lo menos un puesto en cada night market. Como yo no sabía qué comprar, dejé que mi "guía" me aconsejase, y empecé probando unas bolitas de pulpo o 章魚燒 (zhangyu shao) en chino. Consisten en unas bolas de masa rellenas de pedacitos de pulpo, aunque en realidad el sabor del pulpo no se puede apreciar mucho. Proceden de Japón, donde se las llama takoyaki, y se les añade wasabi o mayonesa (o tal vez ambas cosas) con pescado rallado y seco por encima. Están muy ricas aunque siempre las preparan al momento, por lo que aconsejaría a quien las comprase dejar pasar unos minutos antes de comerlas.

Logo de las tiendas de frogs hit in milk
Preparación de bolitas de pulpo

Di un par de vueltas entre los puestos de zumos de frutas frescos, pinchos morunos, marisco, salchichas, dumplings (trozos de masa rellena), ropa y juguetes hasta que probé un plato que me apetecía tomar desde hace tiempo: el coffin bread (棺材板 guancaiban) de Tainan. Se le llama coffin bread (algo así como "pan de ataúd") por su forma cuadrada, y consiste en pan frito relleno de una especie de crema de marisco y unas pocas verduras, aunque según tengo entendido los ingredientes pueden cambiar. Es una delicia, aunque no sabía cómo comerlo con palillos.

Cherimolas en un puesto de zumos  
Dumplings
Coffin bread
Coffin bread


Otro snack interesante en Shilin es este pincho de patata frita, que yo solo he visto allí y que es uno de mis favoritos. El cliente puede elegir su sabor, por ejemplo, curry en polvo. 




Parece que uno de los productos populares de los night markets, aparte de los que ya he mencionado, son las fundas para los móviles. Además, Shilin es tan turístico que incluso tiene souvenirs de Taiwán, que se venden en pocos sitios de Taipei. Otra cosa que vi en Shilin y llamó mi atención fueron tinas cuadradas con camarones dentro. Por un precio que a mí me pareció un poco excesivo, se puede usar un ganapán para pescar alguno y llevárselo a casa. Por otro lado, algunas partes de Shilin me recordaron a una feria, porque tenían varias máquinas recreativas y peluches. A veces se pueden encontrar cosas muy monas y originales, como esta mochila: 


Venta de souvenirs

En sus alrededores también vi el famoso restaurante temático Modern Toilet, que está decorado con cosas propias de un cuarto de baño, retretes incluidos. Mucha gente cree que es una invención japonesa, pero Modern Toilet es un restaurante cien por cien taiwanés.

Aunque creo que el night market de Raohe no tiene nada que envidiarle al de Shilin, el de Shilin es más grande y además hay mucha vidilla en sus alrededores, así que tal vez sea más recomendable Shilin que Raohe.


lunes, 9 de junio de 2014

Taichung, 26 - 27 de octubre de 2013: un finde con una familia taiwanesa

Durante mis dos primeros meses en Taipei eché mucho de menos tener una familia, así que cuando me mandaron un correo invitándome a ir a la ciudad Taichung (台中) con una familia taiwanesa que me acogería durante un fin de semana, después de pensármelo un poco decidí apuntarme para poder acercarme más a la cultura taiwanesa y llenar un poco el vacío de mi familia. Lo único que me dijeron los organizadores es que compartiría una habitación de estilo japonés con una estudiante de Suazilandia, (un país pequeño que está cerca de Sudáfrica) y salí de Taipei sin tener ningún dato sobre mi familia.

Taichung está a unas dos horas de Taipei en autobús, pero como no fui capaz de encontrar ninguna información sobre los autobuses en Internet, decidí ir en el tren de alta velocidad. Me pareció una buena elección porque además el punto de encuentro con los organizadores del evento, que nos llevarían a una universidad de Taichung para reunirnos con nuestras familias, nos habían dicho que nos reuniríamos allí a eso de las doce. O al menos eso fue lo que yo creí. Así pues, compré el billete por Internet para sentirme más segura y lo imprimí en el OK- Mart (una tienda de conveniencia) más cercano. Conseguir que el dependiente entendiera qué quería hacer fue una odisea que no me voy a detener a explicar. Pagué unos veinte euros, cifra que me pareció razonable al tratarse del tren de alta velocidad, y también 25 céntimos extra por el servicio de impresión en el OK-Mart.



Los trenes a Taichung salen de la Main Station de Taipei. Como es enorme y ya tuve varias malas experiencias al perderme allí durante mis primeros días en Taipei, me levanté muy temprano para encontrar el tren con tiempo. A pesar de mis miedos, lo encontré sin problema y además tuve oportunidad de ver el famoso tren de Hora de Aventuras de Taiwán, y también uno de Cartoon Network.



Llegué a Taichung con tiempo de sobra, y el tiempo se me pasó volando en el tren, que era cómodo y estaba limpio. Cuando llegué, empecé a buscar algún sitio en el que se pudiera ver algún grupo de estudiantes, ya que nos dijeron que esperásemos en la puerta de la estación, pero a mí esa información no me pareció muy precisa porque había varias en aquella estación, y todas del mismo tamaño. Di muchas vueltas, y aunque la estación era pequeña yo seguía sin ver ningún grupo. Se hizo tarde. Los organizadores me llamaron y me dijeron dónde estaba la puerta. Mandaron a una persona a buscarme. Yo seguía sin ver a nadie. De repente me preguntaron el nombre de la estación en la que estaba. No tenía ni idea. Por desesperación, le acabé pidiendo a una local que se pusiera al teléfono y explicase dónde estaba, y entonces me enteré de que estaba en la estación equivocada y deseé que me tragase la tierra por haber sido tan tonta. Me habían dicho que esperase en la estación de tren de Taichung. Y bien, ¿acaso el tren de alta velocidad no es un tren también? Pues no, las estaciones están separadas. Me indicaron qué bus tenía que coger para llegar a la universidad y cuando conseguí cogerlo mandaron a una persona para que me recogiese en la parada más cercana. Estaba nerviosa porque tenía miedo de no saber dónde parar, pero por suerte el autobús anunciaba cada parada en una pantalla que mostraba los nombres de las paradas tanto en caracteres chinos como en inglés. Temía que mi familia me hubiera estado esperando, pero por suerte cuando llegué me di cuenta de que no me había perdido nada.

Al llegar a la universidad me dieron una bolsa con algunas cosas de comer y una botella de agua, además de una tarjeta con mi nombre. Entré en la sala de actos y me senté de la manera más discreta que pude. Estaban dando una charla en inglés sobre Taiwán. Aunque me pareció interesante, estaba un poco fuera de lugar. Había estado acumulando cansancio toda la mañana, tenía hambre y quería salir a explorar Taichung cuanto antes. Los estudiantes estábamos sentados en el lado derecho de la sala, mientras que las familias en el izquierdo. Yo estaba impaciente por saber cuál era la mía.

Cuando la charla acabó, nos pidieron que miráramos un número que nos habían dado, y a medida que nos llamaban, en grupos, íbamos subiendo al escenario sujetando la bandera de nuestros países. Yo no le tengo amor a la bandera de España precisamente, pero obviamente no me podía negar a exhibirme con ella en un evento así. Después de que cada estudiante dijese su número, las familias con el número correspondiente subieron a recibirnos y se presentaron. A mí me tocó un matrimonio con dos niñas que me parecieron pequeñas, pero la mayor tenía quince años aunque aparentase nueve. El padre era un tipo sonriente y reservado, y hablaba algo de inglés, mientras que la madre era una señora bastante elegante, culta, más habladora y con un buen nivel de inglés. En cuanto a las niñas, la mayor era mucho más extrovertida que la pequeña y se atrevió a hablar un poquito con nosotras. Mi compañera resultó ser una chica muy alta y guapa que por suerte también hablaba bien inglés, aunque a mí me costaba un poco entenderla porque no estaba familiarizada con su acento.

Lo primero que hicimos al salir del salón de actos fue, como no, una pequeña sesión de fotos en el campus, y después nos llevaron en su coche al Parque de Taichung (台中公園). Allí dimos un paseo y hablamos un poco con la madre, que claramente era la líder de la familia. Nos contó que el Parque de Taichung fue fundado por los japoneses en la época de ocupación japonesa de Taiwán y que es el símbolo de Taichung. En el parque, un hombre que pertenecía a una de las familias de aborígenes de Taiwán, se ofreció a hacernos retratos gratis. Solo tuvimos que apuntar nuestros nombres y dejar que nos sacaran una foto. El motivo es que la ciudad de Taichung le paga por cada persona a la que retrata.





Después llegó la hora de cenar y nos llevaron a un tipo de restaurante que según ellos mismos nos dijeron procedía de China y normalmente era más popular en invierno. En este tipo de restaurante la comida se mete en una especie de caldero que se coloca en medio de la mesa y de la que cada comensal saca las cosas que se van cociendo en una sopa. Dentro puede haber pescado, tofu, verduras, etc. Aunque no estoy segura de ello, creo que se podría considerar un hot pot, ya que aunque la caldera sea diferente la comida y la manera de prepararla es la misma. Había oído sobre este tipo de comida antes, pero esta fue mi primera vez y me pareció una experiencia especial. Al acabar de cenar, a eso de las siete u ocho, nuestra familia nos quería llevar a un night market, pero mi compañera dijo que estaba cansada y que prefería ir a casa. Yo me moría por ir al night market, pero no me atreví a abrir la boca y sembrar discordia. Así pues, nos fuimos a casa, no sin que antes de eso yo necesitase usar el baño y no encontrase ninguno que fuese occidental. Por suerte, en aquel restaurante tenían baño para minusválidos, que sí lo era.




Mi familia vivía un poco lejos del centro de Taichung, ya que pasamos más de diez minutos en el coche. Vivían en un piso espacioso y nuevo que me encantó. Tal y como me habían dicho, compartí una habitación de estilo japonés con mi compañera. Aunque la puerta era normal y tampoco había tatami, nuestras camas consistían en un futón para cada una. Los futones debían  ponerse en una elevación de madera de la habitación. Dormí bien, pero podía notar que mi cuerpo estaba muy cerca del suelo y estaba un poco duro. Llegamos a casa a eso de las nueve y media, nos turnamos para ducharnos y nos quedamos dormidas bastante temprano, ya que el día había sido bastante largo. Mi compañera me contó que en Suazilandia casi todos hablan inglés porque su país estuvo ocupado por los ingleses durante varios años. En ese momento entendí por qué me costaba tanto acostumbrarme a su acento, aunque ella pensó que yo no sabía hablar demasiado bien. Esa noche el padre hizo algo de tai chi en el salón y escuchamos, de casualidad, la música que pone para practicar. Nos pareció que sonaba bien y en cuanto supo que nos gustaba nos grabó un CD a cada una. En seguida me di cuenta de que había tenido mucha suerte y de que me había tocado una familia muy amable y generosa.

Al día siguiente la madre nos despertó muy temprano para acompañar a la familia a hacer tai chi en un colegio. Aunque a mí me parecía interesante, las niñas protestaban porque creían que es aburrido. La madre nos contó que ella y su marido llevaban años practicando y que incluso hicieron algún examen de nivel. Antes de llegar al colegio, paramos a comprar el desayuno (un sándwich y una botella de leche), que tomamos en el colegio. Tanto a mí como a mi compañera nos gustó verlos practicar y a mí el tiempo se me pasó rápido. Además, ese día aprendí que aunque el tai chi solo parezca cuatro movimientos tontos, es difícil hacerlo realmente bien, requiere mucha práctica, paciencia y fuerza en las piernas. Cuando acabaron su práctica, el profesor de tai chi nos regaló un abanico rojo con dos dragones y el yingyang en el medio. Nos recibió como si fuéramos invitadas de lujo y las dos le dimos las gracias muy contentas, ya que no nos esperábamos semejante sorpresa.



Cuando volvimos a casa, la madre preparó té Oolong de una calidad que parecía bastante buena mientras las niñas hacían los deberes. Se notaba mucho que eran una familia con dinero. En ese descanso hablamos de varias cosas y nos contó más sobre su familia. Además, nos dio unos pasteles taiwaneses para picar. Uno era de almendras y azúcar y el otro, que se llama sun cake (太陽餅, taiyang bing) fue creado en Taichung. Me recordó a las moon cakes, pero los sun cakes son más sencillos y están más ricos. Aunque a mí en aquella época el té no me gustaba nada y solo me sabía a agua caliente, me bebí tres tazas. Cuando lo acabamos, nos dio un bote con hojas de té a cada una.



Cuando volvimos a salir de casa para comer, paramos en una pastelería que estaba al lado y nos compraron una caja de los pasteles que acabábamos de probar. Fue todo un detalle, aunque yo tuve mala suerte y la dependienta se confundió y me dio sun cakes y pinneaple cakes, que son unos pasteles de piña típicos de Taiwán que no me gustan nada.

Nos llevaron a comer a un restaurante cuya comida no recuerdo de donde procedía, pero que si no me equivoco era de Cantón. El sistema era parecido al de la cena del día anterior: en una mesa giratoria había varios platos con comidas diferentes. Cada comensal tenía un bol con arroz y se iba sirviendo lo que quería. Ellos bebieron té, pero como a mí no me gusta me trajeron agua, aunque estaba caliente porque la usan para preparar el té. En esa comida aprendí una manera bastante curiosa que los chinos y taiwaneses tienen de dar las gracias cuando les sirven té, que consiste en golpear los dedos contra la mesa de manera suave.



Esa tarde fuimos a un sitio que en inglés se llama Calligraphy Greenway. Es un paseo céntrico y con ambiente. Nos llevaron porque ese día había un festival de jazz, pero cuando fuimos no estaban tocando. También había varios puestos que vendían cosas para picar y bebidas. Desde esta zona se pueden ver varios edificios de Taichung, y se hace muy obvio que es una ciudad muy nueva. En este paseo también pude ver a gente que pedía donaciones para perros sin hogar y hacía propaganda para su adopción. Ahora sé que esta práctica es común en todo Taiwán.  Otra cosa interesante que vi fue este algodón de azúcar:


Edificio cercano a Calligraphy Greenway
Edificio cercano a Calligraphy Greenway

Tanto mi compañera como yo llamábamos mucho la atención en la calle, especialmente por el pelo. Ella lo tenía larguísimo y con trenzas, y yo lo tengo de colorines (siete, concretamente). Pude notar la diferencia con Taipei, donde suelo pasar más desapercibida porque hay más extranjeros (aunque tampoco demasiados). Por otro lado, noté poca diferencia entre las calles de Taipei y las de Taichung, de hecho, la única diferencia que pude percibir fue que Taichung tiene más coches y Taipei tiene más motos. 

Esa tarde también nos compraron el famoso bubble tea, que se inventó en Taichung (aunque dos sitios se disputan su creación) y, tal y como yo sospechaba, la cafetería en la que nos lo compraron es la tienda original, que ahora sé que se llama 春水堂 (Chun Shui Tang). Salimos de allí con prisa porque uno de los mejores amigos de la madre iba a tener una presentación sobre un libro que había escrito y ella había prometido ir. Ese día también fuimos a un centro comercial que tenía este aspecto tan especial:



Aunque yo quería quedarme más tiempo en Taichung y me sentía a gusto con una familia tan amable y generosa, salí de Taipei por la tarde porque mi compañera quería volver. Aunque yo no tenía prisa, ella me dijo que podríamos coger el bus juntas, y que era mucho más barato (¡poco más de cinco euros!) y como no me apetecía volver a gastar otros veinte euros y perderme, decidí irme con ella. La familia también prefería que nos quedásemos más porque tenían planes para nosotras, pero ella estaba decidida. Llegamos a la estación, que estaba abarrotada, y cogimos nuestro billete, que va por número. Aunque parecía que íbamos a pasar horas allí, había muchos autobuses y al final no tuvimos que esperar demasiado. La estación era pequeña, pero tenían a personal controlando la gente que entraba en el autobús y gritando los números, que también aparecían en una pantalla. Cuando nos despedimos, nuestra familia nos dio las gracias (¿?) y se quedaron un rato con nosotras en la estación. Fueron amables y atentos hasta el final. Me siento realmente agradecida a ellos y repetiría la experiencia sin dudarlo.

Tras varias paradas en el camino de vuelta, llegamos a Taipei por la tarde-noche.

Tengo que admitir que en realidad Taichung no tiene mucho que ofrecer, pero mi familia de acogida hizo que ir valiera la pena y volví a Taipei cargada (literalmente) de buenos recuerdos. Ellos me enseñaron que para tener un buen viaje necesitas hacerlo con las personas adecuadas.