sábado, 25 de junio de 2016

14 de mayo de 2016: Los mejores donuts de Taipei

Voodoo Doughnut, una pequeña tienda independiente de donuts procedente de Portland, se ha hecho un hueco en Taipei. Abierta hace relativamente poco, tiene un buen nombre tanto entre los vecinos de Taipei como entre los extranjeros. La visité un sábado por la tarde y al tratarse de un sitio tan famoso esperaba encontrarlo lleno de gente, pero a pesar de su modesto tamaño sobraba el espacio. Entre otras cosas, en Estados Unidos es conocida por sus inusuales donuts y cajas rosas. A pesar de su fama, parece que solo existen unas pocas tiendas repartidas entre ciudades americanas y una única tienda extranjera en Taipei. En teoría, todas ellas abren 24 horas todos los días. 

Los donuts están hechos a mano y tienen un diseño apetitosamente único. El menú es muy detallado y especifica los ingredientes de cada uno en chino e inglés. Para mí los más interesantes son el Voodoo Doll, que por cierto representa a la mascota de la tienda, y el Bacon Maple Bar. El Voodoo Doll tiene forma de muñeco vudú y está relleno de gelatina de frambuesas, mientras que el Maple Bar, como su nombre indica, lleva bacon frito y sirope de arce. Podría parecer una combinación extraña pero es un gran acierto. 

Como todos los productos hechos a mano, los donuts de Voodoo Doughnut no son baratos. El más económico no baja de los 30 NTD, es decir, casi un euro. El resto ronda los 50 - 70 NTD, o sea, entre un euro y medio y dos euros. Su menú es bastante extenso y me quedé con ganas de más, así que espero hacer una segunda visita. 



sábado, 18 de junio de 2016

Mis andanzas en Little India, Singapur

Little India, un pequeño y concurrido barrio de Singapur, es un lugar estupendo para experimentar la cultura india sin pisar el subcontinente. A pesar de su tamaño, es fácil pasar horas allí, caminando por sus coloridas calles, observando a la gente y probando sus exóticos productos.  

Lo primero que hicimos al llegar a Little India fue pasear por sus calles y estudiar a los transeúntes. A pesar de aparecer en todas las guías sobre Singapur, por suerte no se ha convertido en uno de esos odiosos sitios llenos de bararatijas para turistas. Las joyerías estaban llenas de familias enteras intentando conseguir gangas, los puestos callejeros vendían guirnaldas de flores o gajras que las mujeres utilizaban para adornar su pelo, abundaba la decoración tradicional y todo el lugar tenía un sabor indio. Me sentí como si me hubiera transportado a otro mundo. 






Uno de los puntos turísticos de esta zona es el templo de nombre impronunciable, Sri Veeramakaliamman, dedicado a la diosa de la vida y la destrucción, Kali. Nos quitamos los zapatos, me cubrí el cuerpo con ropa que había preparado en mi mochila, y entramos. Construido por los primeros inmigrantes indios de Singapur en el siglo XIX, la estructura que se puede ver hoy en día es más reciente. Eso no impide que las esculturas de la torre frontal, llamada rajagopuram, sean muy interesantes, pero yo me quedé con la estatua de la temible diosa Sri Periyachi, que se representa devorando los intestinos de una mujer y expulsando sangre por la boca. A pesar de su feroz aspecto, está considerada una diosa benévola por la comunidad hindú, ya que garantiza a sus seguidores buena salud y descendencia y es la protectora de los niños, las mujeres embarazadas, y las mujeres explotadas.






Otro edificio que no pasa desapercibido en Little India es la residencia Tan Teng Niah, que a pesar de su ubicación es de origen chino y fue construida en el año 1900. Los fuertes colores que se pueden ver en la actualidad, añadidos hace relativamente poco, sí se podrían considerar un toque indio de la pequeña mansión. Nos habría encantado verla por dentro, pero parecía estar cerrada y custodiada por varios policías.



También me atreví a comprar unos dulces en una pastelería familiar de Little India Arcade, un pequeño mercado. Las condiciones higiénicas eran lamentables, pero me negaba a irme de allí con las manos vacías, así que me compré dos peda, una especie de galletitas tradicionales indias. Una de ellas, de color amarillo, tiene un sabor dulce con un toque de azafrán que no me gustó, mientras que la otra, de color claro, es más decente pero seguía siendo demasiado dulce. Más tarde también compré un surtido de frutos secos y otras cosas impronunciables, y un snack tradicional llamado sohan papdi




No faltó el típico tatuaje de henna como souvenir. Los precios no eran demasiado atrayentes, pero fue una experiencia interesante. Siempre había pensado que se hacían con plantillas, pero en realidad se usan unos objetos que me recordaron a pequeñas mangas pasteleras y los dibujos se hacen a mano. Un auténtico arte. 



Cayó la noche y llegó el momento por el que yo había estado esperando: la hora de cenar. En Little India hay restaurantes de auténtica comida india por doquier, pero yo quería probar alguno de los del Tekka Centre, un centro comercial que según los comentarios de Internet ofrece comida tradicional a buenos precios. Sin embargo, pronto quise cambiar de sitio: el primer piso era un food court prácticamente al aire libre, muy sucio y en el que había palomas. No nos animamos a darle una oportunidad al resto del edificio, que parecía igual de decadente, y pedimos nuestra comida en un restaurante cercano en el que la higiene también brillaba por su ausencia pero en el que al menos no había animales. 


Mi cena india fue una explosión de sabor que no olvidaré jamás. Al principio, a pesar de su pésima calidad, me pareció un manjar divino: se componía de un muslo de pollo bañado en una extraña salsa roja, servido en una hoja de plátano y acompañado de arroz, unos snacks que parecían prawn crackers, y otra salsa misteriosa, probablemente algún tipo de curri. En teoría me lo tenía que comer todo de la manera tradicional, es decir, con las manos, pero me dieron un tenedor sin problema. La comida no sólo era picante, iba mucho más lejos. El sabor era tan intenso que me absorbía por completo. A pesar de su deliciosidad, fue una cena muy pesada. Ni siquiera dos smoothies de chocolate ayudaron a que me la terminase, y abandoné derrotada. 



Y aquí terminaron mis andanzas en Little India, el barrio más interesante de Singapur. 

Mayo de 2016: explosión cultural en Singapur

Singapur es conocida como una ciudad limpia, cara, cosmopolita y donde las leyes se imponen con mano de hierro. Se independizó de Malasia sin quererlo en el año 1965 y pocos creían que una pequeña isla-estado pudiera prosperar, especialmente en la escala en que lo hizo. En esta entrada he compilado los puntos turísticos más importantes de Singapur. 

Día 1

Nuestra primera parada fue en la atracción turística por antonomasia de Singapur: el Merlion Park, una perfecta muestra de su enorme crecimiento económico y su símbolo más conocido. El Merlion es básicamente una estatua de 8,6 metros de un león con cabeza de león y cuerpo de sirena que echa agua por la boca, pero lo realmente impresionante del parque son los rascacielos que lo rodean, como el lujoso y moderno hotel Marina Bay Sands. 







Se encuentra en el centro financiero, Raffles Place, que debe su nombre a Sir Stanford Raffles, el fundador del país. Muchos de los edificios históricos e importantes se encuentran allí, como el Fullerton Hotel y el Republic Plaza. Así mismo, cruzamos el río de Singapur, un punto clave en el desarrollo de la ciudad; y los preciosos Asian Civilisations Museum y Victoria Theatre, dos ejemplos de arquitectura colonial. 









Nos hartamos de hacer fotos hasta que decidimos continuar nuestra ruta de viaje en Little India, el pintoresco y colorido barrio indio de Singapur, donde la cultura de la India está presente en cada rincón. Allí se pueden comprar ropa tradicional y snacks, visitar un templo hindú, hacerse tatuajes de henna, observar a la gente yendo de compras en sus preciosos atuendos, ir de compras en el centro comercial 24 horas Mustafa Centre, probar frutas exóticas y, sobre todo, comer auténtica comida india. 


Entre otros, los puntos turísticos de esta pequeña comunidad son el templo hindú Sri Veeramakaliamman, la colorida residencia Tan Teng Niah y el Little India Arcade, un pequeño mercado tradicional. Obviamente Little India es mucho más que tres nombres, así que he redactado una entrada únicamente para este barrio en la que me explayé lo más que pude con cada uno. 




Terminamos el día en los famosos Gardens by the Bay, otra de las landmarks de Singapur, para ver el show de luces del Supertree Grove, famoso por sus futuristas árboles artificiales, que miden entre 25 y 50 metros. Llegamos justos de tiempo y casi nos lo perdimos pero pudimos verlo entero aunque fuera desde un poco lejos. De esta manera no fuimos capaces de escuchar la música, de modo que las luces se movían sin ton ni son para nosotros y fue un pelín absurdo.  





Día 2 

Empezamos el día en otro barrio especial de Singapur: Arab Street, un área predominantemente árabe. Al contrario de lo que esperábamos, no estaba llena de bullicio como Little India, nos pareció un vecindario tranquilo y con poco movimiento, más limpio y moderno. Paseamos por sus calles y observamos las pequeñas casitas antiguas, donde la gente vendía alfombras y lámparas en su mayoría. 


Rascacielos de fondo aparte, el edificio más imponente de Arab Street es la mezquita del Sultán, que data de 1924. No nos atrevimos a entrar porque no llevábamos la ropa adecuada. En este barrio también se encuentra Haji Lane, una modesta calle con mucho color, graffitis y pequeñas tiendas de ropa con un toque chic. 






Pasamos una hora escasa en el barrio árabe, que nos pareció agradable pero demasiado pequeño, y visitamos el barrio chino de Singapur, cuyo nombre en mandarín es muy curioso: 牛niu (vaca) 車 che (carro, coche) 水 shui (agua). En apariencia no tiene ningún sentido, pero más tarde me enteré de que en el siglo XIX el agua de las casas era transportada en carros tirados por vacas y bueyes. Aunque a mis ojos esta zona no sea tan exótica como Little India porque las cosas "chinas" ya no son extranjeras para mí, me pareció el paraíso. No solo por sus preciosos edificios pastel de varios estilos, sino por todas las tiendas y tenderetes con objetos cien por cien chinos: abanicos, adornos tradicionales, comida, etc. Me pareció como si todas las cosas tradicionales chinas se hubieran concentrado allí y mis ojos no sabían hacia donde mirar. 





El núcleo del barrio es Pagoda Street, donde se encuentran todas las tiendas, bebidas, comida callejera y ambiente de turisteo. Además, da la casualidad de que también tiene un modesto templo hindú en el que tuvimos la suerte de ver una boda india. 








Antes de irnos, visitamos el famoso Buddha Tooth Relic Temple, también en el corazón de Chinatown, pero nos tuvimos que contentar con verlo desde fuera porque mi atuendo no era adecuado para entrar. Me sorprendió esta regla ya que jamás había visto un templo chino con normas sobre la ropa. De todas maneras, esta zona me pareció la más china del barrio, ya que las casas de estilo victoriano de Pagoda Street no tienen un aspecto chino en absoluto. Sin embargo, en los alrededores del templo había un gran número de ancianos de origen chino jugando al mahjong, charlando, y paseando. 





Aún era de día cuando llegamos a Orchad Road, que tal vez sea la calle más cara de Singapur. Debe su nombre a las plantaciones de orquídeas que se cultivaban allí antes de que se convirtiera en lo que es hoy y es una popular zona comercial donde abundan los centros comerciales para ricos. El que más destaca es ION Orchad, un lujoso y colosal edificio imposible de pasar por alto. 




Cuando terminamos nuestras andanzas por Orchad Road nos dirigimos al Merlion Park para ver el show de luces de Marina Bay Sands. En comparación con otros shows de luces que habíamos visto en otras ciudades asiáticas nos pareció bastante pobre, pero juzgad vosotros mismos.

 



Terminamos el día en Clarke Quay, la zona de copas más turística, a orillas del río Singapur, antiguo centro de comercio de la ciudad. Aunque aparece como un "must" en todas las guías turísticas, a mí me pareció evitable: sólo había bares sin nada especial y con precios muy inflados. Me arrepentí de no haber ido al Raffles Hotel en su lugar. 

Foto encontrada aquí


Aquí terminó nuestro viaje. Nos quedaron algunos rincones por visitar, pero a los dos nos pareció suficiente. Puesto que en noviembre habíamos visitado Kuala Lumpur, una ciudad malasia bastante parecida en absolutamente todo, nos fuimos de Singapur con la sensación de repetición.


jueves, 9 de junio de 2016

Uno de mayo: la cafetería de juegos de mesa

Taiwán en general no es un país que destaque por su originalidad, pero eso no impide que en Taipei y alrededores se puedan encontrar algunas cafeterías con estilo. Una de las más interesantes a las que he ido se encuentra en Nuevo Taipei, concretamente en el barrio Nanshijiao. Se trata de una cafetería de juegos de mesa, que parecen estar poniéndose de moda en la isla. 

La cafetería en cuestión se llama Diceman Café, y como casi todo en Nuevo Taipei, es de tamaño compacto. Se compone de un diminuto primer piso, un bajo y un segundo piso en el que es obligatorio quitarse los zapatos. Me pareció que sus bebidas no eran nada del otro mundo y la comida apenas rozaba el aprobado, pero es un sitio que se busca para pasar el tiempo, así que esas cosas quedan en un segundo plano. La variedad de juegos de la que disponen es enorme y los asientos son muy cómodos, ideales para pasar horas de despreocupada diversión. La opción perfecta para los días de invierno o de calor veraniego en los que uno no sabe dónde meterse. 





domingo, 5 de junio de 2016

30 de abril de 2016: churros en Taipei

La cafetería Churro K' es el único local de Taipei que sirve churros con chocolate, así que nos dejamos caer allí una tarde cualquiera para averiguar si sus churros son de verdad o sólo una copia barata. Irónicamente, no nos salieron nada baratos. 

El espacio es pequeño, acogedor y tiene un menú amplio, pero quise pedir lo que ellos habían bautizado como "tradicional de España": un set de churros con chocolate, leche, y helado de té. Me pareció demasiado caro (180 NTD, o sea, unos cinco euros) para lo que incluía, especialmente porque sólo habían servido tres churros. Su textura era un poco diferente a la española: menos crujiente y grasienta, y más parecida a la de una tarta. Aun así, les di el aprobado. 

Estuvo bien tomar algo más o menos auténtico pero no repetiría la experiencia en . Eso sí, fue gracioso ver a la gente usar cubiertos para comer churros.