viernes, 27 de marzo de 2015

Junio de 2014: la calle de Yongkang

La calle de Yongkang es una zona popular entre los estudiantes, especialmente los de Shida (師大), que es la universidad más cercana. Mucha gente la recomienda por sus cafeterías y oferta culinaria, sin embargo a mí me decepcionó bastante y apenas pude encontrar un par de cosas que llamaran mi atención (de hecho, llegué a pensar que estaba en el lugar equivocado cuando la visité). Esas dos cosas fueron un restaurante de comida macaense y una tienda de helados.



El restaurante se llama Mactugal y, como su nombre indica, sirve comida de Macau, entre la que se pueden encontrar los pastéis de nata, que parecen ser bastante populares en Taipei, y el bollo de chuleta de cerdo (豬扒包, zhubabao) típico de Macao. Además de esto también ofrecían Sumol, la marca de bebidas portuguesa más conocida.

Gallo portugués en Mactugal 

No tomamos nada en el restaurante macaense porque tenía pinta de caro, pero sabíamos que no nos podíamos ir de Yongkang sin probar el helado más famoso de Taipei. La tienda que lo vende se llama Smoothie House (思慕昔 shimuxi), aunque originalmente era conocida como Ice Monster. Se especializa en el helado de mango taiwanés, que se sirve en un bol y consiste en un bloque de hielo con fruta, leche condensada, bolitas de tapioca, azúcar moreno, u otros ingrendientes para darle sabor. Pedir helados allí es muy agobiante, poruqe hay que hacer una cola bastante larga, y cuando lo consigues aparece otro problema: no hay dónde sentarse a comer. Hay muy poco espacio y está saturado de gente. Nosotros conseguimos un sitio porque estuvimos atentos, pero fue una experiencia estresante y a ninguno nos pareció que valiese la pena la espera.




A pesar de que tanta gente lo recomiende, ¿vale la pena visitar Yongkang? En mi opinión, no. Me pareció una calle sin ningún encanto y con muy poca vidilla. Tal vez tuve mala suerte o elegí el día equivocado para mi visita.

martes, 24 de marzo de 2015

Once de mayo de 2014: el cumpleaños de Buda

El cumpleaños de Buda es un día importante para muchos asiáticos, y varía de fecha según el país. En Taiwán tiene lugar en el segundo domingo de mayo, que coincide con el Día de la Madre.

Curiosamente, antes de llegar a Taiwán sabía de la existencia de esta celebración, pero no tenía ni idea de lo que era. Cuando mi novio me explicó de qué se trataba y me preguntó si quería verlo todo en directo, dije que sí encantada.

En Taipei los encargados de organizar este cumpleaños son los miembros de Tzu Chi (慈济), una organización caritativa fundada en Taiwán en los años sesenta que hoy en día cuenta con millones de voluntarios esparcidos por todos los continentes. Se celebra en uno de mis sitios favoritos de la ciudad, el Chiang Kai Shek Memorial Hall.



Aparcar fue difícil pero llegamos a tiempo, aunque en realidad eso no tenía demasiada importancia porque lo que íbamos a ver no tenía mucha variedad. Todos los participantes son miembros de Tzu Chi que, vestidos de blanco y azul, se coordinan lentamente en una especie de danza mientras sujetan una pequeña lámpara con forma de flor de loto y entonan rezos budistas. De esta manera crean un espectáculo de luces digno de ver, incluso emocionante de alguna manera. 





Aunque el tiempo no acompañaba y cayó algún relámpago, había bastante gente amontonada en el poco espacio libre que había. Cuando empezó a llover los participantes se cubrieron con ponches amarillos.





Cuando los cantos acabaron, todos continuaron rezando en silencio, mirando hacia lo que me pareció una imagen de Buda. Me sentí extraña haciendo fotos en un momento tan solemne, pero miembros de Tzu Chi me aseguraron que podía hacerlo.



Estatua de la fundadora de Tzu Chi 
Estatua de Buda 


Entre el público había monjes que se dedican a la mendicidad y que buscaban gente que les donase dinero. Tenían una pinta de fraude total, y ni siquiera conocíamos la rama de budismo que enseñaban. Todo parecía una secta y los supuestos monjes me daban mala espina.

Aparte de todo esto, tuve la oportunidad de conocer un ritual curioso: en inglés lo llaman el "bathing Buddha", y consiste en echar agua por encima de una estatua que representa a Buda cuando aún era un niño. Esta práctica también es muy popular en otros países asiáticos, y representa, entre otras cosas, un nuevo comienzo en la vida. Aunque todas las personas que estaban allí podían participar, yo no fui capaz. Me cuesta inmiscuirme en la vida religiosa taiwanesa.


Para terminar con mi entrada os dejo este vídeo, que sin duda ayudará a que os hagáis una idea de cómo se celebra el cumpleaños de Buda en Taipei.

domingo, 22 de marzo de 2015

Should I stay or should I go?

Durante meses de mi vida no tuve ni un minuto de paz interior: tenía que tomar la decisión más importante de todas. Tras haber conocido a un taiwanés maravilloso, haberme enamorado de él y empezar una relación, a medida que el temido día del término de mi beca de estudios se acercaba, me empecé a sentir entre la espada y la pared. Después de todos los buenos momentos que habíamos pasado juntos, me costaba hacerme a la idea de volver a mi Galicia natal como si nada hubiera pasado. Pero Taiwán tampoco era un país que me gustase tanto como para quedarme, aunque le había cogido cariño y me costaba imaginarme una despedida.

Mi cabeza no paraba en todo el día y cambiaba de opinión a cada minuto. Por un lado, una vocecita aventurera me animaba a quedarme, pero por el otro insistía en que era una locura. Sufría una tortura psicológica auto infligida mientras mi novio se esforzaba por convencerme para que me quedase. Uno de los mayores problemas era que mi relación de amor - odio con Taiwán no había cambiado mucho. Echaba de menos a mi país y a mi gente, y a medida que pasaban los meses Taipei me agobiaba más. Sin embargo, era incapaz de asimilar la idea de irme.



Además, pronto me di cuenta de que para quedarme en Taiwán había más motivos aparte de los sentimentales. Al fin y al cabo, ¿qué me esperaba en Galicia? Aunque duela decirlo, mi tierra tiene muy poco que ofrecer a la gente joven. Odiaba mi carrera, y si volvía tendría que repetir curso y pagar el doble por la matrícula. Aunque sacaba buenas notas, siempre estaba deprimida y desmotivada. Aun así, me sentía atada a mi grado porque había invertido mucho esfuerzo en él y no quería tirar por la borda todos mis logros. Pero finalmente me di cuenta de que todo está encadenado: si no hubiera ido a la universidad y sacado buenas notas, nunca me habrían concedido la beca para estudiar en Taiwán. De repente, pude dejarlo todo sin remordimientos.

Un día, hablando con una compatriota con la que coincidí en una clase ella me dio, sin saberlo, la mejor idea posible: quedarme a hacer la carrera de chino para extranjeros en Shida, (師大) la misma universidad en la que había estado estudiando hasta aquel momento. Para mí fue todo un descubrimiento, ya que me encanta aprender chino. ¡Por fin tenía un plan consistente para quedarme! Sin embargo, cuando fui a la Oficina de Relaciones Internacionales me dijeron que me había decidido demasiado tarde, porque la plaza para hacer la matrícula y empezar las clases en septiembre ya había cerrado. Tenía que esperar al año siguiente.

Y durante la espera, ¿qué? Mi novio llevaba meses insistiendo en que tenía el trabajo asegurado en Taipei. Me parecía una locura trabajar en Taiwán, y no era capaz de quitarme de la cabeza que nadie me querría contratar porque mi nivel de chino es muy pobre. Sin embargo, me acabé mentalizando de que necesitaría cierta ayuda económica antes de empezar a estudiar y me acabé convenciendo a mí misma de que mi única opción sería dedicarme a la docencia, ya que es el trabajo más popular para los extranjeros en Taiwán. Y eso fue lo que dije a mi familia y amigos, aunque no me lo creía ni yo.

Tras varios meses de incertidumbre, le acabé dando a mi novio el "sí quiero" y no me arrepentí. Mis dudas y pensamientos negativos se acabaron reduciendonada. Taiwán aún tiene mucho que ofrecerme, y quedarme ha sido la mejor decisión de mi vida.