domingo, 3 de septiembre de 2017

Estadía en el Star Hostel Insadong, Seúl

Hacer reviews de hoteles no es mi fuerte y tampoco es el propósito de este blog, pero tengo tantas palabras de agradecimiento para el dueño del Star Hostel Insadong que me siento en el deber de hacerle un poquito de publi. 

El dueño, Kevin, es un hombre encantador que se deja el pellejo en su trabajo. Lo lleva él todo, y nunca había visto una persona más entregada a un negocio. Nos sentimos muy cómodas en todo momento, él nos dio una seguridad que necesitábamos desesperadamente ante la situación de emergencia que vivimos allí. Nos dio buenas vibraciones desde el primer momento. Pero dejémonos de palabrería y vayamos al grano. 

En nuestro primer día en Seúl, justo cuando mi amiga y yo íbamos a salir, tuvimos la mala suerte de que ella se torciese la rodilla en las escaleras del hotel, y tuvimos que pasar el día en nuestra habitación. Ella se retorcía de dolor, así que no nos parecía conveniente ir al médico todavía. Al día siguiente decidimos ir al hospital, y Kevin no solo se involucró de pleno en el proceso para contactar nuestra compañía de seguro, sino que nos llevó en su propio coche al Seoul National University Hospital y se quedó allí con nosotras hasta que todo terminó. Os podéis imaginar el gran alivio que sentimos al tenerle allí con nosotras: dos chicas en un país desconocido, sin contactos ni conocimiento del idioma. No sé qué habríamos hecho sin él. También nos dejó cambiar de habitación gratis para poder estar en el primer piso, así todo sería más fácil si nos atrevíamos a salir los próximos días. 

El establecimiento está completamente nuevo e inmaculado. Las habitaciones son pequeñas y sencillas, pero si tenéis experiencia viajando en Asia me imagino que ya sabéis que las habitaciones pequeñas son la norma a menos que estéis dispuestos a gastar un dineral. Habitaciones pequeñas no implican incomodidad, ambas nos sentimos muy cómodas y el sistema de calefacción funcionaba maravillosamente. Se encuentra en pleno centro de Seúl, a dos minutos de la boca de metro de Jongno 3-ga, y había un 7-11 y una zona comercial en las cercanías, así que fue una estadía bastante práctica dentro de lo malo. No es el Palacio de Buckingham, pero si estáis buscando un hostel de buena relación calidad - precio, no busquéis más. Doy mi palabra de que no os arrepentiréis. 

Tan solo le encontré una pega, aunque no me importó demasiado: está escondido detrás de otras casas y es muy difícil de encontrar, así que lo más recomendable es contactar con el dueño un par de días antes para que os recoja en la estación de metro, que lo hará encantado. Solo tengo palabras de agradecimiento para él, y le deseo toda la suerte del mundo en su negocio. Cuando vuelva a Seúl, tengo muy claro que no me pienso alojar en ningún otro sitio, ¡y os recomiendo a vosotros que hagáis lo mismo! (En este link de Agoda podéis ver fotos y más información.)


30 de octubre de 2016: Vacaciones en Seúl

Seúl es una ciudad a la que le tenía ganas desde hacía mucho, muchísimo tiempo, así que aproveché la visita de una amiga a Taipei y fuimos juntas cuatro días. Poco nos imaginábamos las sorpresitas que esta ciudad nos tenía guardadas: entre otras cosas, por desgracia ella tuvo un accidente y a partir de ahí todo lo que tuvimos fue mala suerte. Tanta, tanta mala suerte que llegó un momento en que nos reíamos porque parecía que solo faltaba que un piano nos cayera encima. Pero a pesar de nuestras desgracias, pudimos sacar provecho de nuestras vacaciones y os aseguro que lo poquito que vimos de esta ciudad nos enamoró completamente. 

El primer día visitamos la preciosa Buckon Hanok Village por error, pues en un principio se suponía que nos dirigíamos al Palacio Gyeongbuk, pero le di la dirección equivocada al taxista y de repente estábamos allí. No nos importó porque también estaba en nuestros planes, y fue una visita deliciosa. Como su nombre indica, Hanok Village es un espacio donde todavía se conservan casas tradicionales coreanas, llamadas hanok, que están hechas de piedra, madera, y papel de arroz (sospecho que en su gran mayoría son reconstrucciones porque todo quedó arrasado tras la guerra, y creo recordar que incluso un señor nos comentó este detalle cuando estuvimos allí). Aunque se trata de una zona tranquila en una colina, la Hanok Village está llena de vidilla y muchas de sus casitas son centros culturales, guest houses, cafeterías, casas de té, etc. El ambiente es muy relajado y se pueden ver algunos turistas llevando hanbok, el vestido tradicional coreano. Originalmente, supongo que debido a su proximidad al Palacio Gyeonbuk, era la residencia de la nobleza, pero con el paso de los años terminó habitada por plebeyos. Hoy en día se conservan unas 900 casas. Fue un placer perderse por sus intrincados caminitos, y es uno de mis sitios favoritos en todo Asia. 





Después de nuestro breve recorrido en Hanok Village, un ángel caído del cielo (os contaré los detalles en otro post) nos llevó a Insadong, una calle comercial cercana que es el paraíso de todo turista ávido de souvenirs y que a ambas nos pareció el paraíso. Para mí el souvenir más tentador fueron las máscaras coreanas, pero sin duda lo que más llamó mi atención fueron los preciosos hanbok que vimos en algunos escaparates. Pero además, la calle de Insadong también es un pequeño centro cultural, ideal para comprar artesanía o, según dicen, cuadros. De hecho, antiguamente era una zona de pintores. Hicimos unas pequeñas compras y nos volvimos al hotel a reponer las pilas para el día siguiente, que era el último que nos quedaba. 


Al día siguiente visitamos el precioso Palacio Gyeongbuk, donde además pudimos ver la ceremonio de cambio de guardia. Construido en el siglo XIV, sirvió como hogar a los reyes de la dinastía Joseon (la última dinastía coreana) y tuvo que ser reconstruido varias veces, por eso ahora tiene ese aspecto tan nuevo (la última reconstrucción fue en 1989, después de que los japoneses lo hicieran polvo durante la época de ocupación japonesa). A pesar de la sobrecarga de turistas, al igual que la Hanok Village nos pareció un sitio encantador. 




Terminamos el día y también el viaje en el sueño de todo amante del maquillaje: la calle Myeongdong o calle de los cosméticos, como la llaman algunos. Yo no estoy muy puesta en estas cosas, pero mi amiga es experta en maquillaje y cosméticos y los ojos le hacían chiribitas. A mí no me entusiasman, pero Myeongdong me gustó igualmente, ya fuera por el ambiente, la comida callejera, o las luces de neón de los imponentes edificios. En realidad, el nombre Myeongdong no hace referencia tan solo a la calle de los cosméticos, pues se trata de la zona de compras más grande de Seúl y también una de las más caras del mundo. 





En definitiva, creo que no hubo nada que no me gustase de Seúl, excepto la increíble mala suerte que tuvimos desde el minuto que llegamos hasta que nos fuimos. Por lo demás, la considero una de mis ciudades favoritas, es súper moderna pero sin perder su identidad y por momentos me sentía como si estuviera en Nueva York. Espero volver pronto. 

Diez de octubre de 2016: Templo Cao Dai y Túneles Cu Chi

En nuestro tercer día en Vietnam hicimos un tour que me apetecía mucho: visitamos el templo Cao Dai y los legendarios Túneles Cu Chi. A pesar del fiasco en el Mekong Delta el día anterior, contratamos la misma agencia, The Sinh Tourist, por pura pereza. A fin de cuentas, todas son iguales a menos que estés dispuesto a apoquinar una buena suma. Nos llevamos una sorpresa cuando llegamos al punto de recogida y descubrimos que íbamos a tener el mismo guía. Él nos reconoció y sonrió. Nosotros también nos reímos, pero este tour fue mucho mejor y el guía colaboró un poquito más. 

Tras dos horas de autobús, llegamos al templo Cao Dai, en el pueblo de Tay Nynh. La Cao Dai es una religión vietnamita fundada en 1926 y cuenta con millones de adeptos. Grosso modo, podría describirse como una "mezcla" de las creencias de las religiones más practicadas en el mundo, y sus seguidores adoran a santos tan pintorescos como Víctor Hugo o Sun Yat Sen, y también a Confucio, Buda, Jesucristo, y a los ancentros. Su objetivo es promover la tolerancia porque creen que todas las religiones tienen una base común. Toma una fuerte influencia del budismo y el confucianismo, pero por ejemplo su jerarquía de sacerdotes está inspirada en la de la Iglesia Católica. Es una religión muy compleja que incluye meditación, rezos, evitar comer carne al menos diez días al mes, etc. Los caodaístas creen que Dios se ha manifestado de diferentes maneras a lo largo de la historia, pero que esencialmente siempre ha sido el mismo. También creen en el karma y la reencarnación. Al igual que los católicos, los cadaoístas tienen su propia "misa", que se celebra cuatro veces al día y que está abierta a los turistas, que pueden observar cómo los creyentes rezan desde un balcón. 


Antes de que la ceremonia empezase, tuvimos la libertad de explorar el templo por nuestra cuenta. No pudimos entrar por la entrada principal, y hombres y mujeres deben usar entradas diferentes y quitarse los zapatos. La cantidad de símbolos religiosos es abrumadora: aparecen Jesús y la Virgen, pero las columnas también están decoradas con dragones chinos y en el altar están, si no recuerdo mal, Jesús, Buda, Mahoma y Guanyu, el dios chino de los negocios, la lealtad y la guerra. En el centro se encuentra el ojo del "supreme being" o, en otras palabras, el ojo de Dios, que es el símbolo por antonomasia de esta religión y que se representa rodeado de un triángulo, aunque en el altar aparece en un círculo en medio del mundo. Mientras estuvimos dentro, nos vigilaron y no nos permitieron estar en ciertas zonas porque al parecer son sagradas. 






Cuando la misa de las doce empezó solo pudimos observar desde el balcón, donde estaban los músicos. Desde allí me di cuenta de que todos llevaban trajes de diferentes colores dependiendo de sus rangos y hombres y mujeres se sentaban en lados diferentes. La ceremonia dura 45 minutos y es bastante repetitiva, así que pronto nos fuimos. 




Después de comer, continuamos nuestro viaje hacia los túneles Cu Chi y literalmente nos perdimos por el camino. Fue curioso porque el guía nos había dicho que el conductor tenía más de diez años de experiencia. Nos perdimos por esa carreteras dejadas de la mano de Dios y se pararon a preguntar varias veces. Fue un show, y el bus daba tumbos sin cesar. ¡La peor carretera de mi vida! 

Los Túneles Cu Chi resultaron muchísimo más interesantes de lo que jamás había creído, y fue en este momento que definitivamente empecé a sentir admiración por Vietnam. Cu Chi podría considerarse una especie de museo al aire libre, y es ideal para hacerse una idea de las penurias que pasaron ambos bandos en la Guerra de Vietnam. Está situado en plena jungla y se pueden ver las trampas que los vitenamitas preparaban para los americanos, y cómo sobrevivían en pésimas condiciones, viviendo en túneles estrechísimos y ultra claustrofóbicos bajo tierra. Los vietnamitas fabricaban sus propias armas caseras, y tanto mujeres como hombres fueron activos en la Guerra. 








Por increíble que parezca, los túneles que podemos ver hoy en día han sido ensanchados para los turistas y se puede entrar a hacer un pequeño recorrido. Yo me proponía hacerlo, pero cuando vi lo estrechos que eran no pude. E hice bien, porque mi novio lo probó y me contó que es mucho más duro de lo que parece y es imprescindible estar en buena forma. Además, su guía se perdió e hicieron un tramo más largo del que deberían mientras los cobardes esperábamos fuera, un poco preocupados. Sea como fuere, es una experiencia altamente recomendable y muy enriquecedora. Es muy interesante estar en ese ambiente, una incluso puede entender cómo los americanos perdieron la Guerra a pesar de su sofisticada tecnología. 

Nueve de octubre de 2016: tour maldito en el Mekong Delta

El Mekong delta es el destino anhelado por todo turista que se aventura a explorar el sur de Vietnam. Pensad en bosques de palmeras, calor tropical, ríos de agua marrón, botes llevados por señoras con sombreros cilíndricos, y tendréis la estampa típica vietnamita. Muchos extranjeros esperamos una experiencia exótica en el famoso Mekong delta, pero en realidad si se opta por una agencia de viajes barata el tour no es más que un circo. 

Ha llegado la hora de que me una el club de la gente que se queja de lo horribles que son los tours del Mekong delta. Todas las quejas sobre las que leí en Internet se hicieron realidad, aunque por suerte iba preparada para todo y supe tomármelo con humor. El tour del Mekong Delta está considerado por muchos como el tour "trampa" o "tourist trap". Y yo no podría estar más de acuerdo. 

Bien es sabido que Vietnam es un país pobre y que muchos de sus ciudadanos dependen del turismo para ganarse la vida. En este tour esto se face más evidente que nunca. Básicamente, lo que se supone que debería ser algo cultural y didáctico es sólo una estrategia comercial, una invitación descarada al consumismo (resulta irónico en un país semi comunista como Vietnam). Pero para que entendáis mis quejas explicaré directamente en que consistió mi tour con la agencia The Sinh Tourist, que se encuentra en el centro de Ho Chi Minh City. 

Contratamos nuestro tour con la The Sinh Tourist un día antes y nos costó unos diez euros. El tour incluye el viaje de una hora y media en autobús, el paseo en barco, comida de estilo vietnamita, y paseo en botes tradicionales vietnamitas. Con este precio, sabía que no debía esperar mucho, pero he de quejarme de todas maneras. 

En primer lugar, nuestro "guía" no hablaba bien inglés. Nosotros no lo entendíamos y él tampoco a nosotros. Sus "explicaciones" fueron escuetas y vagas, en ningún momento se ofreció a contestar preguntas y parecía estar allí para pasar el rato. No se podía contar con él para nada y además no esperaba por las personas. No me pareció maleducado, simplemente no me gustaba la manera en que trabajaba: se le veía demasiado relajado. De todo lo que decía solo entendíamos la palabra "coconut", que repetía una y otra vez. 

Por otro lado, el 90% de paradas fueron en sitios donde pretendían vendernos algo. No aprendimos absolutamente nada sobre lo que estábamos visitando, sino que nos dedicamos a ir de tienda en tienda, todas camufladas como "fábricas" de las que no vimos absolutamente nada: sólo nos daban a probar algo de comer y después la gente se amontonaba para comprar.  A mitad del tour estábamos agotados de este circo y sólo queríamos ir a casa. Nuestra primera parada fue en una "fábrica" de tostadas de coco, después, en una tienda de souvenirs, tomamos nuestro almuerzo y continuamos en 
una "fábrica" de miel donde lo único que hicimos fue ver un panal de abejas y probar un té con miel que tenía hormigas. Todo esto caminando en el calor tropical, así que fue un poco desesperante. 



Después de todas estas paradas, por fin llegó el momento que todos estábamos esperando: el paseo en bote por el Mekong Delta. Pero para llegar al río había que ir en un carro llevado por unos caballos en pésimas condiciones, y nos negamos a montar. Junto otro grupo de personas, en su mayoría taiwanesas, nos hicimos el recorrido a pie. Antes de hacer el paseo, tomamos una pequeña merienda con fruta y música tradicional vietnamita. A mi novio le pareció horrenda, pero a mí me gustó. La señora cantaba en directo y no lo hacía mal, pero cuando antes de irnos nos pidieron propinas nuestro sobre, si no recuerdo mal, quedó vacío. El paseo en barca fue muy agradable: realmente estábamos en medio de la selva. Las señoras que remaban nos exigieron una propina, y por último hicimos otra parada en otra "fábrica" que vendía unas chucherías de coco que casi todos compramos. 







Tal vez os hayáis quedado con la sensación de que mi descripción del tour está incompleta, pero realmente esto fue todo lo que hicimos. Durante los primeros minutos, fuimos todos en un barco grande desde el que también se apreciaban las vistas del Mekong Delta. Dio la casualidad de que de repente cayó una lluvia tropical que daba miedo, y temí que nuestro tour se arruinase, pero en realidad ya estaba arruinado desde un principio. Por lo demás, también tuvimos que caminar cada vez que hacíamos "paradas". 





En conclusión, ¿vale la pena este tour? En realidad sí. Solo hay que ser paciente y tomarlo con humor. 

sábado, 2 de septiembre de 2017

Ocho de octubre de 2016: Ho Chi Minh City

Vietnam nunca fue un país realmente atractivo para mí, pero se acercaban unas vacaciones y salir al extranjero se había convertido en una tradición, así que aproveché la exención temporal de visado para españoles (que por cierto sigue estando vigente, los españoles podemos entrar sin visado hasta el 30 de junio de 2018) y los precios ridículamente baratos de Vietjet Airlines y me metí en un vuelo rumbo Ho Chi Minh City.

Escogí Ho Chi Minh, también conocida como Saigon, porque está considerada la ciudad más próspera de Vietnam, y también la más segura. Aunque ahora me avergüenza admitirlo, tenía muchos prejuicios contra la capital, Hanoi.

Ho Chi Minh es una ciudad pequeña que se puede explorar a pie. Conserva una cantidad decente de edificios de la era colonial francesa y es famosa por sus museos. Llegamos allí al mediodía y, después de dejar las maletas en el hotel, empezamos nuestro recorrido. Creo que fue en este momento cuando me llevé el primer mini shock cultural: el personal del hotel nos atendía a medias. Lo hacían todo con pachorra y lentitud y charlaban y se reían entre ellos como si estuvieran en un bar en vez de trabajando. Pronto me di cuenta de que no era un caso aislado, más bien al contrario: es la norma en Vietnam.

Nuestra primera parada fue en el famosísimo Mercado Ben Thanh, donde tomamos unos fideos fritos con pollo por un precio ridículo. Es el mercado más turístico de la ciudad, por eso algunos lo tachan de ser poco "real". Yo no estoy realmente de acuerdo, pero algunos vendedores se hacían pesados por momentos. El espacio para moverse era mínimo y como no, fue una experiencia caótica y agobiante donde regatear es imprescindible. Abundaban los souvenirs y sobre todo había mucho café barato que los vendedores intentaban colar a turistas inexpertos. Pero lo que más nos gustó fue el delicioso postre que nos tomamos sentados en taburetes de plástico antes de irnos. Se sirve en un vaso de tubo y se come con una cuchara. Se trata de una mezcla de frutas tropicales, flan, y otras cosas que no fuimos capaces de identificar. Más tarde vimos este postre en otros sitios con ingredientes diferentes, así que no me quedó claro si estábamos ante algo totalmente diferente o simplemente habían cambiado los ingredientes. El edificio del mercado, a todo esto, también fue construido por los franceses en 1859, aunque el mercado ya existía antes de su llegada y el edificio actual ha sido reconstruido.






A nuestro breve e intenso paseo por Ben Thanh le siguieron visitas a distintos puntos turísticos de la ciudad. Básicamente hicimos un recorrido por todos los edificios emblemáticos: la basílica de Notre Dame, donde ni siquiera pude entrar porque estaban en misa, la preciosa Opera House, donde tuvimos la suerte de ver una boda vietnamita con mujeres vestidas en ao dai amarillos y conduciendo motos, y el Ayuntamiento de Ho Chi Minh, una zona con un ambiente más chic y elegante que el resto de la ciudad, y donde vimos ver una estatua del propio Ho Chi Minh, que le da nombre a la ciudad. Al tratarse de un sitio pequeño, hicimos todo a pie y fue muy relajante a pesar de las motos, el ruido y el calor. 











Para el cuarto día dejamos un par de sitios que también son importantes: la enigmática Oficina Central de Correos de arquitectura colonial, que está al lado de la Basílica de Notre Dame y fue diseñada por Gustave Eiffel, el War Remnants Museum y el mercado de Binh Tay. Mi intención era mandar postales desde la oficina, pero estaba rebosante de gente y el ajetreo me quitó las ganas. 





Por otra parte, el War Remnants Museum me decepcionó bastante. No tiene nada que ver con el hecho de que el edificio sea muy básico, pero el contenido me pareció insuficiente. Me ha parecido demasiado visual y muy poco explicativo. En ningún momento se explica el origen de la guerra o sus consecuencias. El primer piso lo ocupan pósters anti-guerra de la época, noticias de periódicos, etc. mientras que en el segundo había paredes cubiertas de fotos sobre la guerra y también de víctimas del agente naranja, que puede afectar a más de dos generaciones. También había algunas armas, pero no me pareció del todo instructivo y me fui con una sensación de vacío. 






El mercado de Binh Tay tampoco me gustó especialmente. Fui allí buscando una experiencia más auténtica porque en teoría está libre de turistas, y de hecho lo estaba, pero la higiene brillaba por su ausencia y no vi nada interesante. 




Tal vez os preguntéis por qué no visitamos la Bitexco Financial Tower, otro gran icono de la ciudad. Lo cierto es que hicimos un intento por tomar una copa allí, y fue un gran fiasco. Nos subimos al ascensor para ir al bar EON51 y cuando entramos no supimos cómo reaccionar. Había música pachanguera en directo y las bebidas del menú eran carísimas. Obviamente esto era de esperarse, pero no contábamos con que los cristales de las ventanas estuvieran parcialmente ahumados (o asquerosamente sucios, no lo teníamos muy claro) y no hubiera vistas por ningún lado. Aunque el servicio era impecable, la música pachanguera no es lo nuestro y los taburetes eran increíblemente incómodos, así que saqué el valor de decirle al camarero, que esperaba pacientemente a nuestro lado para que pidiéramos algo que aquel sitio no era lo que estábamos buscando y nos fuimos. Una vez fuera intentamos comprar entradas para el Saigon Skydeck, pero ya había cerrado. 

Para poner la guinda en el pastel a nuestro viaje, acudimos a un show de teatro de agua vietnamita, que no me quería perder por nada del mundo. En Ho Chi Minh hay un teatro que se llama The Golden Dragon Water Puppet Theatre, y allí nos dirigimos para ver una función de una hora. Aunque es todo en vietnamita y no nos dieron ni un mísero folleto explicativo, fue bastante ameno. La música y los diálogos son todos en directo, y las danzas de dragones y aves fénix en el agua fueron especialmente espectaculares. Se utilizan marionetas de madera y las personas que las manejan se mantienen fuera del escenario en todo momento. Las historias están basadas en leyendas vietnamitas y tienen un fuerte toque folclórico. 



En general, nos llevamos una buena impresión de Ho Chi Minh y nos pareció una ciudad segura. Aun así, cruzar la calle era un deporte de riesgo, ya que los semáforos son casi inexistentes, aunque personalmente a mí me gustaba aquella sensación. Otra cosa que llamó mi atención al momento fue que la ciudad entera estaba empapelada de propaganda comunista, mucha de ella con la cara del Tío Ho. Por otro lado, una de las cosas que más me gustaron de Ho Chi Minh fue el ambientillo que había de noche: muy cerquita de nuestro hotel, en la backpackers area, había una zona de copas dominada por extranjeros con restaurantes que ofrecían todas las comidas y bebidas imaginables a unos precios de risa y con una calidad bastante aceptable. Entre otros platos deliciosos, tomamos mucho pho, los fideos tradicionales vietnamitas, que se sirven con lonchas finas de ternera y varias hierbas que le dan un sabor y olor deliciosos. Además, si vais a Ho Chi Minh, no dejéis de tomar una taza de café en Highlands Coffee, el Starbucks vietnamita del que por cierto no vi ni rastro en Hanoi meses después. 





Termino la entrada dejando caer que perdí las fotos de este viaje y he tenido que recurrir a mi álbum de Facebook, así que la calidad es especialmente mala :/