domingo, 26 de abril de 2015

26 de octubre de 2014: Maltrato animal y cerdos sagrados

No fue sino de casualidad que tuve la oportunidad de ver en vivo una tradición taiwanesa que creía casi desaparecida. Se trataba de los Pigs of God (神豬 - Sheng zhu) que se exhibían en el Hakka Cultural Park de Taipei, al que fui por su festival.

La tradición de los Pigs of God gira en torno a un concurso en el que granjeros compiten por tener el cerdo más gordo. Los animales son cebados y alimentados a la fuerza por sus dueños hasta que alcanzan unos 800 kilos de peso y quedan irreconocibles. Todos se decoran para la competición y sus cuerpos se pintan con símbolos religiosos o caracteres. Aunque por suerte llegué demasiado tarde para verlo, también son sacrificados ante el público. El sacrificio se ofrece a una deidad taoísta (normalmente a Zhushi Gong el día de su cumpleaños) y los más gordos se exhiben por las calles. 




Según dicen, días antes del concurso los dueños obligan a los cerdos a comer arena y metales pesados para ganar peso. Engordan hasta tal punto que no son capaces de moverse, ya que se los ceba durante un período bastante largo (unos dos años aproximadamente). Algunos llegan a la escalofriante cifra de 900 kilos. 



Los orígenes de esta tradición están estrechamente relacionados con los hakka y eso explica que los cerdos estuvieran en el Hakka Cultural Park cuando lo visitamos. Aunque son muy grandes no me impresionaron tanto como esperaba, tal vez porque había visto demasiadas fotos antes y me había hecho una idea de lo enormes que son. Pero no os dejéis engañar por esta opinión: son escalofriantemente gigantescos e imponen mucho. Parecen bolas de plástico de tamaño desproporcionado decoradas de una manera extraña. Muchas personas se paraban a ofrecer sus respetos a los cerdos sagrados pero para mi sorpresa, también vi a algunas haciéndose selfies con ellos. 




Varias organizaciones defensoras de los derechos de los animales ya han alzado la voz en contra de esta práctica en Taiwán y ofrecen alternativas como usar cerdos falsos hechos de arroz, algodón u otros materiales. Al parecer en algunas zonas de Taiwán esta propuesta ha tenido éxito pero el concurso más popular, celebrado en Sanxia, sigue atrayendo a las masas cada año. Parece que queda mucho por hacer.  


sábado, 25 de abril de 2015

28 de septiembre de 2014: explorando las calles de Sanxia e Yingge

Las calles antiguas no son realmente abundantes en Taiwán, por lo que la gran mayoría se han convertido en populares y animadas atracciones turísticas. Ese es el caso de Sanxia (三峽), una de las calles más famosas de la isla, y tal vez mi calle antigua favorita. Se encuentra en las afueras de Taipei. 

En cuanto llegamos nos recibió un olor dulce que nos llevó a descubrir un snack popular en Sanxia: helado de croissant. Era muy barato y una cadena de pastelerías lo vendía por todas partes. Los croissants se utilizan como cucuruchos así que son más duros de lo normal para aguantar el peso del helado. 








Mi novio me contó que en el pasado las casas de Sanxia se quisieron derribar, pero demasiadas personas protestaron para evitarlo. Los edificios están muy bien conservados y casi todos tienen alguna tienda en la primera planta. 




Al igual que la mayoría de calles de este estilo en Taiwán, la calle de Sanxia tuvo su etapa de esplendor en la época de Ocupación Japonesa de la isla, y sus fachadas barrocas reflejan la riqueza económica del pueblo en aquellos tiempos. Tras la industrialización, dejó de ser importarte en el plano económico, pero siguió conservando su importancia cultural y hoy en día atrae a montañas de personas cada fin de semana.  




Y no es para menos. El ambiente animado y las tiendecitas antiguas que venden cosas como té, figuritas de animales del zodiaco, caligrafía, etc. es realmente encantador. 




Además del encanto de su calle, Sanxia también puede presumir de tener el templo de Zushi (祖師廟 - Zhushi miao) que algunos consideran el más bonito del país y que es famoso porque todas sus paredes y columnas fueron esculpidas en piedra. Construido en el año 1767 por inmigrantes chinos, fue reformado tres veces.  






Para celebrar el cumpleaños del dios patrón de Zushi cada año se celebra el polémico festival de los Pigs of God (神豬 - Sheng zhu), en el que granjeros compiten por tener el cerdo más pesado de todos tras haberlos cebado sin control durante más de un año. Todos los animales se decoran para la ocasión, y el más gordo es ofrecido como sacrificio al dios del templo. Los cerdos pueden llegar a engordar de una manera tan espectacular que es difícil reconocerlos como lo que son. Parecen enormes bolas de plástico. 

Durante nuestra visita tuvimos la suerte de ver a los santaizi, los dioses taiwaneses más simpáticos, acompañados de petardos y otros dioses.



Hilera de petardos 

Después de perdernos por las calles de Sanxia nos dirigimos al pueblo vecino, conocido como Yingge (鶯歌) y famoso por sus hermosas piezas de cerámica. Aunque ya lo había visitado una vez en una excursión con mi escuela, tuve ganas de volver porque no había tenido tiempo de apreciarlo con detalle. Su calle más importante no es nada especial arquitectónicamente pero su encanto está en las tiendas llenas de artículos de cerámica que dan ganas de comprar de manera compulsiva. Muchos de estos negocios también son talleres en los que puedes pagar para hacer tu propia pieza, pero los precios no son demasiado atrayentes. Por suerte yo ya había probado esta experiencia con mi escuela. Fue divertido hacer algo con mis propias manos, pero me resultó extremadamente difícil darle forma al barro.





Además de todas las tiendas Yingge cuenta con un museo y un centro comercial dedicados exclusivamente a la cerámica. Cuenta la leyenda que la tradición de la cerámica se remonta 200 años atrás cuando el primer alfarero chino llegó al pueblo, que antes se centraba en la producción de té.







Terminamos nuestra visita en Yingge con prisa, ya que estaba anocheciendo y las calles se estaban vaciando. Volvimos a casa cansados pero contentos.

miércoles, 22 de abril de 2015

27 de septiembre de 2014: Wulai, un pueblo en las montañas

Wulai (烏來)  es un pequeño pueblo de montaña cercano a Taipei. Conocido por su cultura aborigen, sus aguas termales y su paisaje, es un destino popular los fines de semana tanto para extranjeros como para locales. 

Su atracción turística más importante tal vez sea la catarata de Wulai, que se puede apreciar desde al menos dos miradores. Parecía atraer a mucha gente pero tanto a mí como a mi novio nos pareció demasiado corriente.






La cultura aborigen por la que es famoso se debe. en parte. a su museo dedicado a los Atayal, una tribu que se reparte entre el norte y centro de Taiwán. y cuyos miembros habitaron (y al parecer lo siguen haciendo) sus montañas. Taiwán cuenta con varias minorías étnicas pero la mayoría ya no viven como lo hacían en el pasado. y aunque parece que hay intentos por proteger su cultura creo que los aborígenes solo se utilizan como reclamo turístico. Además del museo también se pueden visitar algunas tiendas frívolas para turistas en las que no hay nada realmente especial.



Después de ver la catarata encontramos un pequeño tren conocido como el Wulai Log Cart. que llevaba a sus pasajeros desde la catarata hasta la calle antigua de Wulai. Sin saber a donde nos podría llevar pagamos un viaje para cada uno y recorrimos 1.5 kilómetros que se nos hicieron largos porque el tren era lento y hacía unos ruidos que no eran normales. A nosotros el viaje no nos pareció que valiese la pena. ya que se podía ir andando fácilmente. Sin embargo. había cola para subir en el tren.







No fue sino en la calle antigua de Wulai donde descubrí lo que más me gustó de este pueblo: su comida. Después de más de un año en Taiwán fue agradable comer algo diferente. Pedimos carne de cerdo, arroz cocinado en cañas de bambú y langostinos fritos, todo preparado al estilo Atayal. Para poner la guinda en el pastel, pagamos un poco más y nos sirvieron un vaso con un alcohol de sabor dulce hecho por ellos. El arroz era pegajoso y chicloso, y los langostinos tan pequeños que debían ser comidos con cáscara, aunque yo no fui capaz de hacerlo y pasé el trabajo de quitarles la cáscara.






Además de restaurantes, en la calle antigua se pueden encontrar los típicos snacks callejeros taiwaneses, como las salchichas taiwanesas o el nien gao, mi favorito.





Por otro lado, en Wulai abundan hoteles y spas con aguas termales, pero tal vez la manera más interesante y económica de disfrutar de los beneficios de este agua sea metiéndose en el río que atraviesa el pueblo, en el que vimos gente sentada en las rocas con ropa o en bañador. Me arrepiento de no haber probado yo misma, pero cuando visité Wulai no sabía que el agua de su río era especial.





Además de todo esto Wulai también cuenta con un teleférico desde el que se puede acceder a un parque que parece estar bastante bien equipado (carrera de obstáculos incluida) pero no nos aventuramos a subir en él porque parecía muy poco seguro.

En realidad, a excepción de la comida, Wulai me pareció un sitio un pelín soso y la fama de su paisaje está injustificada. Tal vez sea interesante, pero no bonito. A propósito de cosas interesantes, encontramos esta especie de iglesia católica dedicada a la Virgen de Fátima dentro del pueblo.






sábado, 18 de abril de 2015

6, 7 y 8 de septiembre de 2014: vacaciones de verano en Yilan

Las vacaciones del Festival de la Luna de acercaban en Taiwán y mi novio y yo no habíamos planeado nada especial. Pensamos en ir a Hualien, que parecía una buena opción para las vacaciones fuera de la ciudad que nos apetecían. Sin embargo, Hualien es un destino muy popular y cuando quisimos reservar billetes de tren y hotel fue demasiado tarde: todo estaba lleno. En ese momento supuse que nos habíamos quedado sin vacaciones, pero a mi novio se le ocurrió un plan B: probar suerte en Yilan (宜蘭), un municipio relativamente cercano a Taipei y con pocos turistas. Buscamos rápidamente un hotel la noche antes de que las vacaciones empezaran y al día siguiente nos metimos en un autobús con destino a Yilan. ¡Todo fue muy simple! El viaje en autobús duró menos de dos horas y costó unos tres euros. Cuando nos empezamos a acercar a nuestra parada el paisaje se transformó: solo veíamos campos de arroz.



Nuestro hotel estaba en la localidad de Toucheng (頭城), y cuando llegamos nos sentimos bastante desorientados. El taxista que nos condujo hasta el centro fue muy amable e intentó ayudarnos a encontrar un sitio donde alquilar una moto. Sin embargo, sólo encontramos uno, y habíamos llegado demasiado tarde. Teníamos que esperar a que alguna persona devolviera una moto. Normalmente se devuelven a las cuatro de la tarde, así que nos quedaba un rato de espera. Yo estaba impaciente por ir al hotel, y además temía que con tanta espera desperdiciáramos nuestro primer día. Para matar el tiempo dimos una vuelta por el centro de Toucheng y nos tomamos un helado de piña y chocolate por un precio bastante barato en comparación con el de Taipei. Finalmente llegamos al hotel, que estaba apartado del centro y que nadie conocía. Eran las 16:30, y dimos el primer día por perdido.


Por la noche visitamos el night market de Luodong (羅東夜市- Luodong yeshi), el más famoso de Yilan, y por el camino nos sorprendieron unos fuegos artificiales. 



Toda la comida que probamos aquí valió la pena. Tomamos la que a mí me pareció una de las mejores de pizzas de Taiwán, servida en un cucurucho, tomamos "patatas" de tofu (tofu frito que simulaba patatas fritas), y salchichas taiwanesas con la salsa boloñesa más deliciosa. Me llamó la atención que este mercado tuviera dos zonas claramente diferenciadas: la zona de la comida y la de la ropa. Los puestos de comida estaban abarrotados. 






Al salir del night market intentamos encontrar la playa más famosa de la zona, conocida como Waiao (外澳), y que ya habíamos buscado por la tarde sin éxito. Pasamos por un puerto y la vimos, pero fue difícil encontrar la entrada. Cuando lo hicimos, nos sentamos en un muro que la bordeaba y desde el que se podía apreciar el paisaje. No esperaba mucho, pero me gustó. Había fuegos artificiales, se oía el ruido de las olas, y se veían las montañas. El ambiente era muy agradable. 


Día 2

Al día siguiente intentamos levantarnos temprano para ir a la playa. En cuanto pusimos un pie en ella experimenté el que tal vez haya sido uno de los culture shocks más grandes para mí en Taiwán. En primer lugar, no había ni una sola persona tomando el sol en la arena. En vez de eso, estaba llena de sombrillas bajo las que había mesas y sillas de plástico donde la gente charlaba y comía con la ropa puesta (apenas vimos un par de chicas en bikini. Aparte de eso, lo más atrevido que encontramos fueron pantalones cortos). Parecía una escena campestre, y me sentí incómoda, fuera de lugar y confusa. Pero más tonta me sentí al caminar por la arena y descubrir que no se podía andar sobre ella sin quemarse los pies. Compramos una bebida y después de que yo me quejase de lo extraña que me parecía aquella situación nos aventuramos a acercarnos al agua. Nos sentamos en la orilla y observamos que había poca gente bañándose, pero mucha haciendo surf, y no es de extrañar porque las olas eran enormes. En los alrededores había sitios para alquilar tablas de surf y hasta profesores. El paisaje no me pareció maravilloso pero tenía cierto encanto, y todo estaba muy tranquilo.





Cuando nos aburrimos dejamos Waiao y decidimos ir a comer en uno de los restaurantes de marisco que había cerca del puerto. No quisimos comparar precios, y nos quedamos en el primero que vimos. Fue difícil elegir la comida, pero pedimos carne de tiburón, que es un plato muy apreciado en Taiwán y que a mí me supo a pescado. Aparte de eso, tuvimos una langosta pequeña para cada uno. El sabor me pareció diferente al de la langosta que se consume normalmente en Galicia porque la carne estaba más dura, pero sabía bien. El último plato fue servido de una manera curiosa para mí: habíamos pedido cangrejo, pero lo trajeron sin cáscara, con salsa y con verduras. Mi novio dice que le gusta más cómo se sirve el marisco en Taiwán porque las salsas le dan más sabor, pero yo discrepo.







Al acabar de comer paramos en el hotel para ducharnos y, aunque se estaba haciendo tarde nos dirigimos a Beiguan (北關), un sitio que mi novio calificó como parque natural y que fue una base militar en el pasado. Supuestamente es de pago, pero sólo tuvimos que pagar por el aparcamiento. Al parecer, este espacio pertenece a un hotel. Se trataba de una costa rocosa con unas preciosas vistas, desde las que se apreciaba la Isla de la Tortuga o Guishan dao (龜山島) en chino. Curiosamente, hacía tormenta pero la gente no se iba; al contrario: gritaban por cada rayo que veían porque les parecía bonito. En los alrededores de la costa vimos una iglesia minúscula que parecía estar decorada para una boda. 


Isla de la Tortuga







Contentos con nuestras nuevas experiencias costeras, cuando cayó la noche fuimos directos a otro night market de Yilan, conocido como Dongmen (果門). Nos pareció que su comida tenía una calidad muy buena, pero no encontramos nada especial en sus puestos. En los alrededores descubrimos una tienda de animales que vendía mapaches. Me dio pena ver como se movían nerviosamente en sus jaulas.


Calamar a la barbacoa

Crêpe de estilo taiwanés




Día 3


El último día nos tomamos las cosas con más calma. Dejamos Toucheng y nos acercamos a un pueblo vecino llamado Jiaoxi  (礁溪) para ver la catarata de Wufengqi (五峰旗瀑布 - Wufengqi pubu). Por el camino, vimos algo nuevo: la carretera estaba cortada para dejar pasar a un tren cuyas vías la atravesaban.  Me pareció un poco extraño.



Paramos a comer en lo que a mí me pareció un restaurante de carretera. Nos salió un poco caro, pero al menos ofrecía mucha variedad tanto de carne como de marisco. Pedimos medio pollo, cordero y caracoles de mar y no pudimos terminar la comida. 





De camino a la catarata, mi novio me dijo que Jiaoxi es conocido por dos cosas: sus aguas termales y los servicios de prostitución que ofrecen en ellas.  Al llegar a la zona me sorprendió la cantidad de hoteles que había. Las aguas termales de Jiaoxi deben ser realmente famosas.  









Esperaba que el acceso fuese fácil, pero me equivoqué: tuvimos que caminar un poco para llegar y seguimos caminando para ver no una, sino tres cataratas en total. A pesar de la pequeña caminata, valió la pena. Había bastante biodiversidad y el sitio resultó ser realmente bonito. ¡Superó mis expectativas! Lo que más llamó mi atención fueron los cantos de las cigarras, que me parecieron increíbles. El sonido era tan intenso que a veces me parecía que procedía de una máquina. 




Cuando terminamos las tres cataratas, aunque el tiempo no estaba de nuestra parte en todos los sentidos (era tarde y parecía que iba a haber otra tormenta) nos sentamos a mojar los pies en el agua de un río que estaba al lado del aparcamiento Wufengqi. Fue una experiencia muy refrescante, y el agua era muy cristalina. 





Terminamos nuestro último día en Yilan muy contentos, ya que habíamos tenido muchas experiencias nuevas y se podría decir que el viaje había sido intenso. Hubo varios pequeños detalles que captaron mi atención o que simplemente me gustaron de este sitio, por ejemplo, el sonido de los grillos cantando por la noche, el olor a hierba del aire, y la tranquilidad. En cierto modo, todo esto me recordó a mi tierra natal por su ambiente rural. Por la noche se pueden ver algunas estrellas y varias zonas de campo tienen olor a bosta. La comida era más barata y de mejor calidad en general, y vimos varios funerales tradicionales taiwaneses que son prácticamente inexistentes en Taipei. Además de todo esto, cuando íbamos en moto necesitábamos cerrar la boca para que evitar tragarnos insectos por accidente. Se podría decir que a través de este viaje descubrí otra cara de Taiwán.