sábado, 18 de abril de 2015

6, 7 y 8 de septiembre de 2014: vacaciones de verano en Yilan

Las vacaciones del Festival de la Luna de acercaban en Taiwán y mi novio y yo no habíamos planeado nada especial. Pensamos en ir a Hualien, que parecía una buena opción para las vacaciones fuera de la ciudad que nos apetecían. Sin embargo, Hualien es un destino muy popular y cuando quisimos reservar billetes de tren y hotel fue demasiado tarde: todo estaba lleno. En ese momento supuse que nos habíamos quedado sin vacaciones, pero a mi novio se le ocurrió un plan B: probar suerte en Yilan (宜蘭), un municipio relativamente cercano a Taipei y con pocos turistas. Buscamos rápidamente un hotel la noche antes de que las vacaciones empezaran y al día siguiente nos metimos en un autobús con destino a Yilan. ¡Todo fue muy simple! El viaje en autobús duró menos de dos horas y costó unos tres euros. Cuando nos empezamos a acercar a nuestra parada el paisaje se transformó: solo veíamos campos de arroz.



Nuestro hotel estaba en la localidad de Toucheng (頭城), y cuando llegamos nos sentimos bastante desorientados. El taxista que nos condujo hasta el centro fue muy amable e intentó ayudarnos a encontrar un sitio donde alquilar una moto. Sin embargo, sólo encontramos uno, y habíamos llegado demasiado tarde. Teníamos que esperar a que alguna persona devolviera una moto. Normalmente se devuelven a las cuatro de la tarde, así que nos quedaba un rato de espera. Yo estaba impaciente por ir al hotel, y además temía que con tanta espera desperdiciáramos nuestro primer día. Para matar el tiempo dimos una vuelta por el centro de Toucheng y nos tomamos un helado de piña y chocolate por un precio bastante barato en comparación con el de Taipei. Finalmente llegamos al hotel, que estaba apartado del centro y que nadie conocía. Eran las 16:30, y dimos el primer día por perdido.


Por la noche visitamos el night market de Luodong (羅東夜市- Luodong yeshi), el más famoso de Yilan, y por el camino nos sorprendieron unos fuegos artificiales. 



Toda la comida que probamos aquí valió la pena. Tomamos la que a mí me pareció una de las mejores de pizzas de Taiwán, servida en un cucurucho, tomamos "patatas" de tofu (tofu frito que simulaba patatas fritas), y salchichas taiwanesas con la salsa boloñesa más deliciosa. Me llamó la atención que este mercado tuviera dos zonas claramente diferenciadas: la zona de la comida y la de la ropa. Los puestos de comida estaban abarrotados. 






Al salir del night market intentamos encontrar la playa más famosa de la zona, conocida como Waiao (外澳), y que ya habíamos buscado por la tarde sin éxito. Pasamos por un puerto y la vimos, pero fue difícil encontrar la entrada. Cuando lo hicimos, nos sentamos en un muro que la bordeaba y desde el que se podía apreciar el paisaje. No esperaba mucho, pero me gustó. Había fuegos artificiales, se oía el ruido de las olas, y se veían las montañas. El ambiente era muy agradable. 


Día 2

Al día siguiente intentamos levantarnos temprano para ir a la playa. En cuanto pusimos un pie en ella experimenté el que tal vez haya sido uno de los culture shocks más grandes para mí en Taiwán. En primer lugar, no había ni una sola persona tomando el sol en la arena. En vez de eso, estaba llena de sombrillas bajo las que había mesas y sillas de plástico donde la gente charlaba y comía con la ropa puesta (apenas vimos un par de chicas en bikini. Aparte de eso, lo más atrevido que encontramos fueron pantalones cortos). Parecía una escena campestre, y me sentí incómoda, fuera de lugar y confusa. Pero más tonta me sentí al caminar por la arena y descubrir que no se podía andar sobre ella sin quemarse los pies. Compramos una bebida y después de que yo me quejase de lo extraña que me parecía aquella situación nos aventuramos a acercarnos al agua. Nos sentamos en la orilla y observamos que había poca gente bañándose, pero mucha haciendo surf, y no es de extrañar porque las olas eran enormes. En los alrededores había sitios para alquilar tablas de surf y hasta profesores. El paisaje no me pareció maravilloso pero tenía cierto encanto, y todo estaba muy tranquilo.





Cuando nos aburrimos dejamos Waiao y decidimos ir a comer en uno de los restaurantes de marisco que había cerca del puerto. No quisimos comparar precios, y nos quedamos en el primero que vimos. Fue difícil elegir la comida, pero pedimos carne de tiburón, que es un plato muy apreciado en Taiwán y que a mí me supo a pescado. Aparte de eso, tuvimos una langosta pequeña para cada uno. El sabor me pareció diferente al de la langosta que se consume normalmente en Galicia porque la carne estaba más dura, pero sabía bien. El último plato fue servido de una manera curiosa para mí: habíamos pedido cangrejo, pero lo trajeron sin cáscara, con salsa y con verduras. Mi novio dice que le gusta más cómo se sirve el marisco en Taiwán porque las salsas le dan más sabor, pero yo discrepo.







Al acabar de comer paramos en el hotel para ducharnos y, aunque se estaba haciendo tarde nos dirigimos a Beiguan (北關), un sitio que mi novio calificó como parque natural y que fue una base militar en el pasado. Supuestamente es de pago, pero sólo tuvimos que pagar por el aparcamiento. Al parecer, este espacio pertenece a un hotel. Se trataba de una costa rocosa con unas preciosas vistas, desde las que se apreciaba la Isla de la Tortuga o Guishan dao (龜山島) en chino. Curiosamente, hacía tormenta pero la gente no se iba; al contrario: gritaban por cada rayo que veían porque les parecía bonito. En los alrededores de la costa vimos una iglesia minúscula que parecía estar decorada para una boda. 


Isla de la Tortuga







Contentos con nuestras nuevas experiencias costeras, cuando cayó la noche fuimos directos a otro night market de Yilan, conocido como Dongmen (果門). Nos pareció que su comida tenía una calidad muy buena, pero no encontramos nada especial en sus puestos. En los alrededores descubrimos una tienda de animales que vendía mapaches. Me dio pena ver como se movían nerviosamente en sus jaulas.


Calamar a la barbacoa

Crêpe de estilo taiwanés




Día 3


El último día nos tomamos las cosas con más calma. Dejamos Toucheng y nos acercamos a un pueblo vecino llamado Jiaoxi  (礁溪) para ver la catarata de Wufengqi (五峰旗瀑布 - Wufengqi pubu). Por el camino, vimos algo nuevo: la carretera estaba cortada para dejar pasar a un tren cuyas vías la atravesaban.  Me pareció un poco extraño.



Paramos a comer en lo que a mí me pareció un restaurante de carretera. Nos salió un poco caro, pero al menos ofrecía mucha variedad tanto de carne como de marisco. Pedimos medio pollo, cordero y caracoles de mar y no pudimos terminar la comida. 





De camino a la catarata, mi novio me dijo que Jiaoxi es conocido por dos cosas: sus aguas termales y los servicios de prostitución que ofrecen en ellas.  Al llegar a la zona me sorprendió la cantidad de hoteles que había. Las aguas termales de Jiaoxi deben ser realmente famosas.  









Esperaba que el acceso fuese fácil, pero me equivoqué: tuvimos que caminar un poco para llegar y seguimos caminando para ver no una, sino tres cataratas en total. A pesar de la pequeña caminata, valió la pena. Había bastante biodiversidad y el sitio resultó ser realmente bonito. ¡Superó mis expectativas! Lo que más llamó mi atención fueron los cantos de las cigarras, que me parecieron increíbles. El sonido era tan intenso que a veces me parecía que procedía de una máquina. 




Cuando terminamos las tres cataratas, aunque el tiempo no estaba de nuestra parte en todos los sentidos (era tarde y parecía que iba a haber otra tormenta) nos sentamos a mojar los pies en el agua de un río que estaba al lado del aparcamiento Wufengqi. Fue una experiencia muy refrescante, y el agua era muy cristalina. 





Terminamos nuestro último día en Yilan muy contentos, ya que habíamos tenido muchas experiencias nuevas y se podría decir que el viaje había sido intenso. Hubo varios pequeños detalles que captaron mi atención o que simplemente me gustaron de este sitio, por ejemplo, el sonido de los grillos cantando por la noche, el olor a hierba del aire, y la tranquilidad. En cierto modo, todo esto me recordó a mi tierra natal por su ambiente rural. Por la noche se pueden ver algunas estrellas y varias zonas de campo tienen olor a bosta. La comida era más barata y de mejor calidad en general, y vimos varios funerales tradicionales taiwaneses que son prácticamente inexistentes en Taipei. Además de todo esto, cuando íbamos en moto necesitábamos cerrar la boca para que evitar tragarnos insectos por accidente. Se podría decir que a través de este viaje descubrí otra cara de Taiwán.  



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