domingo, 22 de marzo de 2015

Should I stay or should I go?

Durante meses de mi vida no tuve ni un minuto de paz interior: tenía que tomar la decisión más importante de todas. Tras haber conocido a un taiwanés maravilloso, haberme enamorado de él y empezar una relación, a medida que el temido día del término de mi beca de estudios se acercaba, me empecé a sentir entre la espada y la pared. Después de todos los buenos momentos que habíamos pasado juntos, me costaba hacerme a la idea de volver a mi Galicia natal como si nada hubiera pasado. Pero Taiwán tampoco era un país que me gustase tanto como para quedarme, aunque le había cogido cariño y me costaba imaginarme una despedida.

Mi cabeza no paraba en todo el día y cambiaba de opinión a cada minuto. Por un lado, una vocecita aventurera me animaba a quedarme, pero por el otro insistía en que era una locura. Sufría una tortura psicológica auto infligida mientras mi novio se esforzaba por convencerme para que me quedase. Uno de los mayores problemas era que mi relación de amor - odio con Taiwán no había cambiado mucho. Echaba de menos a mi país y a mi gente, y a medida que pasaban los meses Taipei me agobiaba más. Sin embargo, era incapaz de asimilar la idea de irme.



Además, pronto me di cuenta de que para quedarme en Taiwán había más motivos aparte de los sentimentales. Al fin y al cabo, ¿qué me esperaba en Galicia? Aunque duela decirlo, mi tierra tiene muy poco que ofrecer a la gente joven. Odiaba mi carrera, y si volvía tendría que repetir curso y pagar el doble por la matrícula. Aunque sacaba buenas notas, siempre estaba deprimida y desmotivada. Aun así, me sentía atada a mi grado porque había invertido mucho esfuerzo en él y no quería tirar por la borda todos mis logros. Pero finalmente me di cuenta de que todo está encadenado: si no hubiera ido a la universidad y sacado buenas notas, nunca me habrían concedido la beca para estudiar en Taiwán. De repente, pude dejarlo todo sin remordimientos.

Un día, hablando con una compatriota con la que coincidí en una clase ella me dio, sin saberlo, la mejor idea posible: quedarme a hacer la carrera de chino para extranjeros en Shida, (師大) la misma universidad en la que había estado estudiando hasta aquel momento. Para mí fue todo un descubrimiento, ya que me encanta aprender chino. ¡Por fin tenía un plan consistente para quedarme! Sin embargo, cuando fui a la Oficina de Relaciones Internacionales me dijeron que me había decidido demasiado tarde, porque la plaza para hacer la matrícula y empezar las clases en septiembre ya había cerrado. Tenía que esperar al año siguiente.

Y durante la espera, ¿qué? Mi novio llevaba meses insistiendo en que tenía el trabajo asegurado en Taipei. Me parecía una locura trabajar en Taiwán, y no era capaz de quitarme de la cabeza que nadie me querría contratar porque mi nivel de chino es muy pobre. Sin embargo, me acabé mentalizando de que necesitaría cierta ayuda económica antes de empezar a estudiar y me acabé convenciendo a mí misma de que mi única opción sería dedicarme a la docencia, ya que es el trabajo más popular para los extranjeros en Taiwán. Y eso fue lo que dije a mi familia y amigos, aunque no me lo creía ni yo.

Tras varios meses de incertidumbre, le acabé dando a mi novio el "sí quiero" y no me arrepentí. Mis dudas y pensamientos negativos se acabaron reduciendonada. Taiwán aún tiene mucho que ofrecerme, y quedarme ha sido la mejor decisión de mi vida.


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