sábado, 18 de junio de 2016

Mis andanzas en Little India, Singapur

Little India, un pequeño y concurrido barrio de Singapur, es un lugar estupendo para experimentar la cultura india sin pisar el subcontinente. A pesar de su tamaño, es fácil pasar horas allí, caminando por sus coloridas calles, observando a la gente y probando sus exóticos productos.  

Lo primero que hicimos al llegar a Little India fue pasear por sus calles y estudiar a los transeúntes. A pesar de aparecer en todas las guías sobre Singapur, por suerte no se ha convertido en uno de esos odiosos sitios llenos de bararatijas para turistas. Las joyerías estaban llenas de familias enteras intentando conseguir gangas, los puestos callejeros vendían guirnaldas de flores o gajras que las mujeres utilizaban para adornar su pelo, abundaba la decoración tradicional y todo el lugar tenía un sabor indio. Me sentí como si me hubiera transportado a otro mundo. 






Uno de los puntos turísticos de esta zona es el templo de nombre impronunciable, Sri Veeramakaliamman, dedicado a la diosa de la vida y la destrucción, Kali. Nos quitamos los zapatos, me cubrí el cuerpo con ropa que había preparado en mi mochila, y entramos. Construido por los primeros inmigrantes indios de Singapur en el siglo XIX, la estructura que se puede ver hoy en día es más reciente. Eso no impide que las esculturas de la torre frontal, llamada rajagopuram, sean muy interesantes, pero yo me quedé con la estatua de la temible diosa Sri Periyachi, que se representa devorando los intestinos de una mujer y expulsando sangre por la boca. A pesar de su feroz aspecto, está considerada una diosa benévola por la comunidad hindú, ya que garantiza a sus seguidores buena salud y descendencia y es la protectora de los niños, las mujeres embarazadas, y las mujeres explotadas.






Otro edificio que no pasa desapercibido en Little India es la residencia Tan Teng Niah, que a pesar de su ubicación es de origen chino y fue construida en el año 1900. Los fuertes colores que se pueden ver en la actualidad, añadidos hace relativamente poco, sí se podrían considerar un toque indio de la pequeña mansión. Nos habría encantado verla por dentro, pero parecía estar cerrada y custodiada por varios policías.



También me atreví a comprar unos dulces en una pastelería familiar de Little India Arcade, un pequeño mercado. Las condiciones higiénicas eran lamentables, pero me negaba a irme de allí con las manos vacías, así que me compré dos peda, una especie de galletitas tradicionales indias. Una de ellas, de color amarillo, tiene un sabor dulce con un toque de azafrán que no me gustó, mientras que la otra, de color claro, es más decente pero seguía siendo demasiado dulce. Más tarde también compré un surtido de frutos secos y otras cosas impronunciables, y un snack tradicional llamado sohan papdi




No faltó el típico tatuaje de henna como souvenir. Los precios no eran demasiado atrayentes, pero fue una experiencia interesante. Siempre había pensado que se hacían con plantillas, pero en realidad se usan unos objetos que me recordaron a pequeñas mangas pasteleras y los dibujos se hacen a mano. Un auténtico arte. 



Cayó la noche y llegó el momento por el que yo había estado esperando: la hora de cenar. En Little India hay restaurantes de auténtica comida india por doquier, pero yo quería probar alguno de los del Tekka Centre, un centro comercial que según los comentarios de Internet ofrece comida tradicional a buenos precios. Sin embargo, pronto quise cambiar de sitio: el primer piso era un food court prácticamente al aire libre, muy sucio y en el que había palomas. No nos animamos a darle una oportunidad al resto del edificio, que parecía igual de decadente, y pedimos nuestra comida en un restaurante cercano en el que la higiene también brillaba por su ausencia pero en el que al menos no había animales. 


Mi cena india fue una explosión de sabor que no olvidaré jamás. Al principio, a pesar de su pésima calidad, me pareció un manjar divino: se componía de un muslo de pollo bañado en una extraña salsa roja, servido en una hoja de plátano y acompañado de arroz, unos snacks que parecían prawn crackers, y otra salsa misteriosa, probablemente algún tipo de curri. En teoría me lo tenía que comer todo de la manera tradicional, es decir, con las manos, pero me dieron un tenedor sin problema. La comida no sólo era picante, iba mucho más lejos. El sabor era tan intenso que me absorbía por completo. A pesar de su deliciosidad, fue una cena muy pesada. Ni siquiera dos smoothies de chocolate ayudaron a que me la terminase, y abandoné derrotada. 



Y aquí terminaron mis andanzas en Little India, el barrio más interesante de Singapur. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario