sábado, 30 de mayo de 2015

Febrero de 2015: conociendo Bélgica (primera parte: Bruselas)

Aprovechando mi vuelta a casa en febrero, mi novio y yo compramos unos billetes a Bruselas y reservamos un hotel allí para cuatro días.

Tras tres horas y pico de avión desde el aeropuerto de Porto, llegamos a nuestro destino e intentamos buscar nuestro hotel durante más de una hora. Los habitantes de Bruselas eran extremadamente amables y todos sabían hablar inglés, pero cada persona a la que preguntábamos nos daba una dirección diferente.
Cuando dimos con el hotel nos llevamos una grata sorpresa: estaba muy nuevo y limpio y su ubicación era inmejorable. Tras haber leído opiniones en Internet, no tenía demasiadas esperanzas de alojarnos en un sitio decente.

El frío no era lo suficientemente intenso como para bajarnos los ánimos, y el primer sitio que quisimos visitar fue la majestuosa Grand Place. Una pequeña parte estaba en obras, pero mi novio se enamoró del sitio en seguida. Es una plaza de la época medieval y está considerada una de las más bonitas de Europa. Entre todos sus edificios destaca el hermoso Ayuntamiento de Bruselas. Aunque parezca mentira, fue destruida en 1695, sin embargo, eso no ha impedido que hoy en día esté considerada Patrimonio de la Humanidad.





Ayuntamiento de Bruselas


Temerosos de que se hiciera de noche temprano, vagamos por las calles de Bruselas hasta llegar a la estación de tren y descubrimos que la ciudad no es demasiado grande. U
no de los puntos turísticos que más nos gustaron fue la Bolsa de Bruselas, un elegante edificio de estilo neorrenacentista construido en el siglo XIX y en el que colaboró el famoso escultor Rodin




Merodeamos por la Plaza Real y alrededores sin ser capaces de llegar hasta el Palacio Real de Bruselas y descubrimos una bonita iglesia de estilo gótico llamada Notre Dame du Sablon. También pasamos por la iglesia de Coudenberg, que es el edificio principal de la plaza. A ninguno se nos pasó por la cabeza que Coudenberg fuera una iglesia.




Notre Dame du Sablon


Iglesia de Coudenberg


Además de visitar estos sitios, no nos pudimos resistir a comprar chocolate en una de las chocolaterías belgas más famosas, Neuhaus. Era extremadamente caro, pero valió la pena. Los bombones que compramos no sólo eran de una calidad excelente, sino que tenían sabores muy originales y atrayentes. Los dependientes nos hablaron de los ingredientes y de su procedencia. A pesar de ser la opción más cara, compramos nuestros bombones a granel, para poder probar distintos sabores. Neuhaus es una de las mejores y más caras marcas de chocolate belga pero hay muchísimas chocolaterías en todas partes que son incluso mejores, como Pierre Marcolini.



Por otro lado, también gastamos unos eurillos en unas patatas fritas con mayonesa, que son el snack por antonomasia de Bruselas. Al parecer las patatas fritas fueron inventadas en Bélgica y según dicen en este país tienen un sabor especialmente delicioso. Yo compré las mías en Fritland, un popular restaurante de comida rápida y me parecieron patatas fritas muy normales.


En nuestro segundo día en Bruselas no teníamos claro qué podíamos hacer. Yo quería visitar el Atomiun pero estaba demasiado lejos y parecía bastante complicado llegar allí, así que no lo intentamos porque nos sentíamos bastante confusos, sobre todo a la hora de coger metros y buses en la ciudad. Así pues, cambiamos el Atomiun por el Manneken Pis. Sabíamos que no sería nada especial pero al tratarse de una de las principales atracciones de Bruselas teníamos que verlo, y de paso dimos un paseo y descubrimos calles muy bonitas. Resultó ser exactamente cómo la habían descrito en internet: una diminuta estatua de uniño haciendo pis arrinconada en una esquina. Sin embargo, los turistas se volcaban en hacerse selfies con ella y en los alrededores había varias tiendas de recuerdos y chocolaterías. A mi novio siempre le ha parecido extraño que los europeos tengan tantas estatuas de gente desnuda, y al ver al Manneken Pis y lo popular que era no pudo evitar sonreír. Ha existido desde hace muchos siglos pero actualmente sólo se exhibe una copia, ya que la original fue robada varias veces. Mide unos escasos 61 cm y está hecha de bronce.






Chocolate en una tienda cercana al Manneken Pis


Cuando nos aburrimos del Manneken Pis buscamos las famosas galerías de Bruselas, llamadas Saint Hubert. Aunque habíamos pasado por ellas anteriormente, nos llevó un buen rato encontrarlas. Fueron diseñadas en el año 1847 y tras su apertura se convirtieron en las primeras galerías comerciales de Europa. Su elegancia nos gustó mucho. 

La mayoría de sus tiendas eran chocolaterías y, una vez más, no nos pudimos resistir a volver a comprar chocolate belga y nos dejamos caer en la tentación de gastarnos cuatro euros en un vaso de chocolate caliente de una de las chocolaterías más caras, Mary. Además mi novio tuvo el detalle de regalarme una caja de bombones de una chocolatería más humilde que se llama Leónidas y que se puede encontrar en cada esquina de la ciudad. 






Después de esto intentamos visitar una de las basílicas famosas en Bruselas, la Basílica del Sagrado Corazón. Es un edificio relativamente nuevo ya que su construcción se terminó en el año 1969. Pero al parecer estaba un poco alejada del centro y la noche iba a caer en breves. Entender el sistema de autobuses belga nos robó muchísimo tiempo y nos sentimos muy perdidos. Mientras buscábamos el autobús recorrimos una de las partes nuevas de Bruselas sin habérnoslo propuesto.





Cuando finalmente dimos con la basílica ya era de noche y el edificio no estaba abierto al público. A mi novio le gustó pero a mí no me agradó demasiado porque era demasiado sobrio. Como curiosidad, en su interior encontramos un restaurante (también cerrado).

Aparte del transporte, otro gran problema para nosotros fue comer en Bruselas, ya que es extremadamente caro y no es fácil saber en qué restaurante vale la pena gastar el dinero. El primer día tuvimos una horrible experiencia en la famosa rue des Bouchers, que es el peor sitio para comer en Bruselas y está lleno de timadores que intentan engañar a turistas mintiendo sin descaro. Antes del viaje me había informado sobre los restaurantes que valían la pena pero, ¿cómo encontrarlos?
Sin embargo en nuestra segunda noche en Bruselas tuvimos suerte: de repente estábamos delante de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Kasbah. Este restaurante de comida marroquí ofrece un servicio excelente, un ambiente especial y acogedor con una muy buena decoración, y una comida simplemente deliciosa. La cantidad de comida es tan grande que es casi imposible terminarla, y tiene una muy buena relación calidad precio. Mi novio pidió un delicioso cous cous y yo tomé tajín de pollo con limón y aceitunas.







Pero ya que estábamos en Bélgica hicimos intentos de probar comida local. Dejamos los famosos mejillones con patatas fritas a un lado y probamos lo que los belgas llaman filete americano, que es una especie de bisté de carne cruda. No sabe mal, pero no es agradable saber que tienes carne cruda en la boca y notar cómo se deshace. Antes de que lo pidiéramos los camareros nos advirtieron de lo que estábamos haciendo, pero no los entendimos bien y pensábamos que solo se trataba de carne poco hecha. Fue mi novio quien lo pidió (yo solo le di un bocado) y con mucho esfuerzo se lo comió entero. 

Tras dos días maravillosos en Bruselas decidimos explorar otras ciudades. Podéis seguir leyendo sobre nuestro viaje a Bélgica aquí.


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