Aunque aparentemente no tenga nada que ver con
Taiwán, volver a mi pueblo natal es una sensación tan especial que no me puedo
resistir a compartirla en mi blog. Los que viváis en otro continente
seguramente sabréis a qué me refiero. Una no puede evitar sentir muchas cosas
especiales al volver al lugar en el que es querida. No hay sensación más mágica que volver al lugar en que una nació.
Cuando
abandonas la cultura en la que creciste y te emerges en otra diferente, no
puedes sino darte cuenta de lo maravilloso e interesante que es lo propio. Cada vez que vuelvo
todo me parece perfecto, aunque desearía que permaneciera intacto desde la última vez que me fui. Pero siempre hay cosas
y personas que ya no están. Desearía que algún día fuese capaz de compartir el aluvión de sentimientos
que se apoderan de mí a cada vuelta. Volver a ver el paisaje que has visto
desde que naciste y que te parezca nuevo es una sensación indescriptible.
Esta vez tuvimos la suerte de que nos coincidiera
en carnaval, y de esta manera mi novio pudo descubrir lo que es divertirse de
verdad. Además de salir por mi pueblo natal, fuimos con mis amigos al famoso
carnaval de Hío, en Cangas do Morrazo. Una vez más, y a pesar del invierno,
tuvimos unas vacaciones muy activas y deseamos que no terminaran nunca. Se respiraba muy buen rollo y todos los días teníamos ganas de hacer cosas y estábamos de buen humor. Como todo lo bueno, fue muy
fugaz.
Curiosamente, cuando vuelvo nunca me quiero ir pero tampoco me quiero quedar. Lo percibo como algo casi ajeno a mí pero al mismo tiempo siento una conexión muy profunda con todo lo que me rodea. Y me siento contenta porque sí. Tal vez porque estoy con gente que realmente me quiere y aprecia y toda la frialdad de Taipei desaparece. Es magia.
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