Dos
cosas que para mí han estado muy relacionadas durante mis primeros días en
Taipéi son coger el metro y perder la noción del tiempo. El metro es rápido,
sí; pero la estación de metro es demasiado grande para una chica de pueblo como
yo (soy de Vigo, y Vigo es un pueblo si se compara con Taipéi) y siempre llego tarde a todas
partes por perderme en el metro. Al igual que cuando estoy en la calle, allí todo
me parece igual, y además hay que bajar un par de plantas hasta llegar a la de
tu destino. Eso si no te pierdes antes en el centro comercial subterráneo, en
el que, además de haber muchas tiendas de ropa y paraguas, (¡cómo no!) también
hay adivinos. Van vestidos de una manera bastante formal e incluso tienen una
especie de mini oficina montada que los hace parecer profesionales, aunque no
tengo muy claro en qué. ¿Se puede ser experto en adivinación?
Esta es la Main Station de Taipéi que, como podéis ver, por fuera es muy cochambrosa. |
Hay
muchas cosas que me hacen sentir extranjera en Taipéi, pero una de ellas fue,
sin duda, ver cómo empezaba a llover y que yo fuera la única persona que vi en
toda la ciudad que no tenía paraguas. Llovió sin parar desde la mañana hasta la
noche, así que terminé el día empapada y con una pinta desastrosa, aunque
mojarme no me refrescó en absoluto. Cuando llueve, si estás en un edificio
alto, es gracioso ver puntitos de colorines moviéndose rápido en vez de
personas. La lluvia no detiene a los taiwaneses, de hecho, ni siquiera consigue
que suelten sus amadas motos. Se ponen uno de esos ponchos tan preciosos que
llevan en el asiento y ya está, ¡problema resuelto! Nunca entenderé cómo pueden
soportar la sensación del agua cayéndoles encima mientras conducen, pero sé que
esperar a que escampe es de ilusos.
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