sábado, 23 de agosto de 2014

Un año en Taiwán

No puedo evitar que me caigan las lágrimas al recordar que, de repente, se acaba de cumplir un año desde que llegué a mi nuevo hogar.



A pesar de mi relación de amor y odio con Taiwán y de lo mal que lo pasé al principio de mi intercambio universitario, un año después me resulta dulce echar un vistazo a mis primeras fotos de Taipei, recordar las veces que me perdí en la ciudad sin ser capaz de comunicarme, mis descubrimientos en los supermercados, los intentos desesperados de comprar comida, los malentendidos, el sentirme un bicho raro en medio de mareas de asiáticos… Pero todo puede llegar a parecer tierno si pertenece al pasado.
¿Valió la pena la aventura? Desde luego. En Taiwán tuve mi primera casa, aprendí a valerme por mí misma y a fiarme menos de los demás. A pesar de la soledad y la confusión del principio, ahora puedo decir que ya no estoy viendo documentales sobre el país que más deseo conocer, porque estoy aquí. Formo parte de Taiwán y mi gran sueño se ha hecho realidad.

Taiwán es un país que me regaló experiencias inolvidables y un amor que me marcará para siempre, me enseñó a apreciar todo lo que había dejado atrás en mi tierra natal y que sin  mi familia no soy nada. Sin embargo, para mí la lección más importante ha sido aprender a valerme por mí misma  y darme cuenta de que, si yo quiero, mis deseos se pueden hacer realidad. Porque los límites, por muy frase de película que parezca, me los ponía yo.
Es cierto que a menudo me quejo de vivir aquí, pero aunque no sea un país perfecto, sin duda habrá Taiwán para rato. Por una vez en mi vida, me siento realmente orgullosa de mí misma y capaz de conseguir todo lo que me proponga. Esto solo acaba de empezar… 謝謝台灣!¡Gracias, Taiwán!
日子過得真快!¡El tiempo pasa volando!

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