martes, 12 de mayo de 2015

1 2 y 3 de enero de 2015: alejándonos de la civilización en las islas de Penghu

Agotados de la sobredosis de ciudad que supone vivir en Taipei, mi novio y yo quisimos aprovechar una vez más las vacaciones para escapar de la jungla de cemento. Después de pensarlo un poco, nos decidimos por el archipiélago de Penghu (澎湖), famoso por su marisco, su costa y su tranquilidad. Se puede llegar a él en avión desde el aeropuerto de Songshan (松山機場 - Songshan jichang) por unos cien euros, y esta nos pareció la opción más cómoda. El trayecto dura una hora. 

El archipiélago se compone de un total de 64 islas e islotes y fue bautizado hace siglos como Islas Pescadores por los portugueses. Se encuentra en el estrecho de Taiwán, a 30 km de la isla con el mismo nombre. La isla más grande e importante del conjunto también se llama Penghu y su capital es Magong (馬公).

Llegamos al aeropuerto muy temprano por la mañana. Songshan se usa especialmente para vuelos domésticos, por lo que tiene muy poco tráfico. El proceso de subir al avión es poco serio y recuerda a embarcar en un barco. 

Las vistas desde el avión me desmotivaron un poco: Penghu parecía un desierto plano con casas amontonadas y no el paraíso verde que yo esperaba. 

Cuando llegamos a Magong el viento nos recibió golpeándonos la cara. En seguida pudimos percibir la diferencia entre Penghu y el resto de Taiwán: había casas en vez de apartamentos y éstas estaban mejor cuidadas, más limpias y nuevas. 

El primer sitio que visitamos fue el templo de Guanyin (觀音宮 - Guanyin gong), uno de los más famosos Magong. Se notaba que era antiguo pero no me gustó cómo estaba conservado. Me sorprendió que tuviera una pequeña biblioteca religiosa dentro y que hubieran puesto letreros con los nombres de los dioses en cada altar. 












 

Casi de casualidad, paramos también en el templo que se ha convertido en mi favorito. El templo de Tienhou está dedicado a Matzu (媽祖), la diosa del mar. Fue fundado en 1592, por lo que se cree que es el más antiguo de Taiwán. Está construido de madera y eso le da un aspecto especial. Mi novio me comentó que en el patio que hay que atravesar antes de entrar en el templo había al menos dos tipos de escalones: los de la izquierda, que eran para la gente corriente, y los que estaban situados en el medio, por los que solo podía pasar la realeza. Al parecer el motivo de la existencia de este patio es combatir la lluvia. Según la creencia popular si este patio se llena de agua traerá riqueza. 





Detalle del techo del templo




Junto al altar principal había una máquina en la que se podía insertar una moneda de 10 NTD (que equivalen a unos 25 céntimos), para que te dieran consejos sobre tu futuro a través de un papelito. A pesar de encontrarme en un lugar sagrado fue difícil para mí contener la risa al meter el dinero y ver cómo el muñequito de la máquina cantaba. Me pareció muy poco serio que dentro de un templo hubiera una cosa así, sin embargo otros taiwaneses que merodeaban por allí se paraban ante la máquina y rezaban muy serios mientras esperaban por el papelito, que por cierto no decía más que bobadas. 



Más tarde buscamos la calle antigua de Magon o Chungyang, que nos costó encontrar porque estaba muy arrinconada. Se situaba casi al lado del templo de Matzu y nos la acabamos en cinco minutos: todas las tiendas estaban cerradas. Esta calle es el área comercial más antigua de Penghu y es famosa por su pozo conocido como Well of a Thousand Soldiers en inglés.



Pozo de la calle antigua de Penghu
Para terminar el día paseamos por el centro de la ciudad, donde buscamos nuestra cena. Escogimos un restaurante de marisco que no tenía menú. Simplemente, los clientes escogían lo que querían comer, la camarera lo pesaba y dependiendo del peso el precio sería diferente. El marisco estaba fuera del restaurante y todavía vivía. Curiosamente, los langostinos se comían mojados en vinagre.









Día 2


Deseosos de conocer otras islas, cogimos un barco a las nueve de la mañana para llegar a Qimei (七美) una isla famosa por sus espacios naturales. Pagamos diez euros solo por la ida de un trayecto de dos horas y nos dimos cuenta de que los horarios eran muy restringidos en invierno: solo había un barco al día que salía de Magong a las nueve y regresaba a eso de las tres de la tarde.

Sin embargo, llegamos en una hora. Lo que vimos nos sorprendió: no había nada. Solo una tienda de conveniencia y otra de alquiler de motos. Alquilamos una por tres horas y en seguida empezamos a recorrer la isla.

El paisaje me decepcionó un poco. Todo estaba desierto y tenía un color marrón bastante feo. Lo primero que visitamos fue una playa en cuyos alrededores había cuevas en las que los japoneses habían escondido barcos durante la Segunda Guerra Mundial. El paisaje no era horrible pero el viento no invitaba a quedarse.





Después de esto subimos a la colina de Tiantai (天台山- Tiantai shan), desde donde apreciamos unas bonitas vistas y nos dimos cuenta de que no estábamos donde creíamos: ¡habíamos parado en la isla equivocada! Nos encontrábamos en la isla de Wangan (望安島 - Wangan dao).




Tras este decepcionante descubrimiento, continuamos nuestra visita en la parte antigua de Wangan donde encontramos el pueblo de Zhongshe (中社古厝 - Zhongshe gucuo) que tiene unos doscientos años de antigüedad. Al principio nos pareció siniestro y decadente: sólo veíamos casas antiguas abandonadas y no había absolutamente nadie en la calle.




A medida que seguimos caminando, encontramos casas tradicionales con encanto y mejor conservadas. La más bonita y que según dicen atrae muchos turistas en verano es la casa de la familia Tzeng, que a mí me cautivó en cuanto la vi. En otros tiempos fue la casa más lujosa del lugar. Todas las paredes de las viviendas están hechas de coral, que es un material muy utilizado en Penghu. En esta excursión me di cuenta de la importancia de las casas antiguas en Taiwán.




Todas las casas parecían deshabitadas excepto por una en la que vimos a un señor que estaba preparando pescado para comer. Parecía un naufrago. Aparte de estos edificios antiguos, no había nada de nada y nos preguntamos cómo los escasos habitantes de Wangan podían vivir en un sitio así.






Por último, dejamos la zona antigua y nos dirigimos a una playa conocida en Wangan, la Wangankou (網垵口沙灘 - Wangankou shatan). En verano muchos turistas la visitan con la esperanza de ver alguna tortuga verde, que ponen sus huevos allí en primavera.





Aunque nos llevó un tiempo darnos cuenta, acabamos la isla en una hora. Dimos vueltas buscando algún sitio que nos pudiéramos haber dejado atrás sin éxito. Por el camino descubrimos que también tenía un karaoke y una escuela. Pero no vimos a nadie. Así las cosas nos rendimos, devolvimos la moto y matamos casi dos horas en la única tienda que existía, donde nos tuvimos que conformar con tomar fideos instantáneos para comer. En ese momento descubrimos que el centro de turismo de Wangan estaba dentro de la tienda.


Mapa de la isla de Wangan





Quedaban unas tres horas de luz solar en Penghu cuando regresamos a Magong, donde intentamos rapidamente visitar otros sitios para compensar el fiasco de Wangan. Para ello tuvimos que desplazarnos a otra isla cercana llamada Xiaomen (小 ), a la que se podía llegar en moto. 

Nuestra primera parada fue en otro pequeño pueblo antiguo llamado Erkang (二崁). Allí me sentí como si hubiera viajado en el tiempo. Construido en el siglo XVII y originalmente habitado por unas 400 personas, fue casi abandonado siglos después por gente joven que buscaba un futuro más próspero. En los últimos 20 años se han hecho esfuerzos para su conservación. Fue uno de los pocos sitios en los que vimos turistas.






Otra atracción turística cercana interesante es la columna basáltica de Daguoye (大果葉玄武岩 - Daguoye xuanwuyan), que estaba bajo tierra y que fue descubierta de casualidad por los japoneses en la época de Ocupación Japonesa de Taiwán.







Día 3


En nuestro último día en Penghu planeamos cada salida de una manera más minuciosa para no perder demasiado tiempo. Así pues, nuestra primera parada fue en la Cueva de la Ballena (鯨魚洞 - Jingyu dong), o Whale Cave en inglés, que se situaba en Xiaomen. Se trata de una formación rocosa cuyo parecido con una ballena le dio su nombre. Fue el sitio en el que más turistas vimos y tal vez el que más nos gustó.

Antes de llegar vimos un restaurante cuya comida nos pareció interesante y quisimos hacer un brunch en el que tomamos cosas tan curiosas como sopa de fideos con calamares, tortilla de erizo de mar y caracoles de mar. Todo era receta de la casa y estaba muy bueno. La tortilla de erizo tenía un sabor dulce y salado que la convertía en un plato único. De postre pedimos helado de cactus, que se vendía por todas partes en Penghu.













Dejamos la cueva para visitar otra zona de casas antiguas que resultó ser muy diferente a las demás. Sin embargo, me pareció la más hermosa. Mi novio me explicó que se fundó en el siglo XVII y que en los buenos tiempos más de cien personas vivieron allí. Las familias que lo habitaban sobrevivían gracias al comercio hasta que sus barcos fueron robados, cayendo en la pobreza. Como consecuencia, todos sus habitantes se mudaron a Taipei en el siglo XIX. Es tan pequeño que cuesta creer que hubieran cabido tantas personas. El sitio está envuelto en halo de misterio y nostalgia muy especial.











Nuestra siguiente parada fue la catarata de Chixi (池西玄武岩 - Chixi xuanwuyan), que en realidad resultó ser otra columna basáltica en la que no había ninguna catarata a la vista. La zona estaba un poco sucia y al principio me pareció un poco decadente pero ofrecía unas bonitas vistas.








De camino a la siguiente visita que habíamos planeado nos topamos con otro sitio famoso de Penghu: el templo de Baoan (保安), en el pueblo de Tongliang (通梁). En realidad el edificio no tiene nada especial y debe su fama a dos árboles conocidos como banianos, cuyas ramas se pueden extender hasta formar pequeños techos naturales como el del patio de Baoan. Se calcula que estos dos árboles tienen unos 160 años.







Tras esta pequeña parada nos dirigimos a la que sería nuestra última excursión en Penghu. Se trataba de la Fenggui Cave (風櫃洞- Fenggui dong), otra formación basáltica junto al mar que nos decepcionó a los dos: no era imponente y bonita como en las fotos de Internet. Este sitio es famoso por el sonido que las ondas producen cuando el viento es fuerte, pero no tuvimos la suerte de escucharlo.








No pudimos matar demasiado tiempo en Fenggui, y buscamos algún otro sitio en los alrededores. A falta de otra alternativa, fuimos a parar a un parque perteneciente al ejército cercano a Magong hasta que nos decidimos a volver al centro de la ciudad para comprar algunos snacks típicos de Penghu, como la tarta de azúcar moreno o el mochi de cactus.




Y así terminamos nuestros tres días en Penghu. Aunque ahora miro hacia atrás y me parece un sitio interesante, recuerdo que el día que nos fuimos estaba muy decepcionada con el paisaje y me sentía como si el viaje hubiera quedado incompleto por no haber podido visitar los sitios que tenía previstos antes de llegar. En invierno el archipiélago está demasiado desértico y no vale la pena visitarlo. Al ser un destino de verano tuvimos muchos límites y aunque nuestro viaje no fue un fracaso total, me dejó tal mal sabor de boca que no me gustaría repetir.


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