sábado, 2 de mayo de 2015

8 y 9 de noviembre de 2014: un fin de semana portugués en Macao

Macao (澳門 - Aomen) es una pequeña ciudad situada en China continental que posee el estatus de región administrativa especial, al igual que Hong Kong. Perteneció a Portugal durante 442 años y el portugués aún se considera lengua oficial aunque esté prácticamente obsoleto. Es una ciudad famosa no sólo por sus casinos sino por su herencia cultural portuguesa. Además, está considerada una de las zonas con mayor densidad de población del mundo.

Ansiosa por salir de Taiwán y descubrir nuevos horizontes escogí Macao por ser un destino cercano y relativamente barato en comparación con Japón y Hong Kong. Y de repente allí estábamos. 

Curiosamente, aunque nuestro destino era diferente, cuando cambiamos el dinero solo nos dieron dólares de Hong Kong, que a mí me parecieron de juguete. Estos billetes se pueden usar tanto en Hong Kong como en Macao. La moneda macaense tiene unombre gracioso: pataca.



Mi primera impresión de la ciudad no fue especial, pero fue emocionante ver cosas escritas en portugués. Me llamó la atención que su aeropuerto estuviera situado al lado del mar. Tuvimos que ponernos a la cola para coger un taxi en el aeropuerto y por el camino descubrimos las dos caras de la ciudad. Por un lado, los hoteles y centros comerciales lujosos y por el otro los edificios residenciales altos y feos en los que viven miles de personas.

 



La llegada al hotel fue decepcionante: habíamos pagado 100 euros por pasar una noche en el sitio más cutre que habíamos visto en nuestra vida. La habitación solo tenía espacio para la cama y no parecía demasiado limpia. En ese momento me arrepentí de no haber gastado unos euros más y haberme alojado en uno de los lujosos hoteles de Macao.

Sin embargo nuestro alojamiento tenía una ventaja: su localización era inmejorable. En cinco minutos escasos pudimos llegar andando a la plaza más famosa de Macao, llamada Praça do Senado. Esta es la parte con más influencia portuguesa y al verla es difícil creer que esté en Asia. De hecho, tuve un poco de maldad e hice creer a algunas personas que había vuelto a Europa.




La plaza del Senado cuenta con la hermosa iglesia de Santo Domingo, que es la más antigua de la ciudad.  


A tan solo cinco minutos andando desde la plaza está la atracción turística más famosa de Macao: las ruinas de la catedral de San Pablo. El edificio desapareció en 1835 a causa de un incendio, ya que había sido construido con madera excepto la fachada que es lo único que queda en pie. Llegó a ser la iglesia más grande de Asia y se la conocía como el Vaticano de Oriente. Su fachada fue hecha a mano por japoneses cristianos exiliados y locales de la ciudad. Me gustó la combinación de apartamentos asiáticos apiñados alrededor de los restos de un edificio totalmente europeo. Por el camino hay muchas tiendas que venden carne seca y el postre macaense más famoso: los pastéis de nata.
Cuando terminamos de admirar el casco histórico de la ciudad subimos al Museo de Macao, que fue construido sobre una fortaleza del siglo XVI y desde el que una vez más pudimos apreciar el contraste de los edificios. ¡Las vistas eran tan parecidas a las taiwanesas que nos sentimos como si hubiéramos vuelto a Taiwán!

Como los nombres de los puntos turísticos estaban en portugués yo me ubicaba mucho mejor que mi novio, aunque en realidad todo estaba escrito en chino y portugués.


De repente terminamos la parte antigua de Macao y nos dimos cuenta de que no sabíamos a donde ir. Buscamos un sitio para comer y aunque los precios no eran muy asequibles había restaurantes de cocina portuguesa en los que servían comida que parecía realmente occidental, y entre otras cosas servían chorizo. 
Vagamos por las calles hasta que llegamos a la parte nueva de Macao, a la que se puede llegar andando fácilmente. Allí descubrí el edificio macaense que me enamoró: el glamuroso casino y hotel Grand Lisboa. Podría pasarme horas mirándolo y nunca me cansaría. Es un espectáculo de luces y color único. Abierto desde el año 2008, dispone de 47 pisos (cinco de los cuales forman un casino) y es el edificio más alto de Macao. Ninguna foto o vídeo podría transmitir lo realmente grandioso que es, tanto por dentro como por fuera. Aunque está custodiado por guardias de seguridad, el acceso es fácil: solo tienes que mostrarles tu pasaporte y estás dentro. Es espectacularmente lujoso.


 



En frente del Grand Lisboa se encuentra su casino hermano, el Lisboa. Es más viejo y sencillo. Según dicen en su sótano hay un prostíbulo.

Cayó la noche y encontrar un sitio para cenar fue toda una hazaña. En ese momento extrañé Taipei: en Macao apenas había restaurantes, supermercados o centros comerciales a la vista. Lo que más vimos fueron casas de empeño, especialmente cerca de los casinos. Cuando encontramos un restaurante la comida nos pareció práticamente igual a la taiwanesa pero el triple de cara.
Después de un intento frustrado de ir al centro comercial más lujoso y especial de Macao, el Venetian Macau, decidimos volver a la zona de los casinos y probar suerte. Nos sentimos como dos tontos dando vueltas por el casino Lisboa mirando a otra gente jugar para aprender algunos trucos. Por gracia o desgracia, nuestros cerebros no dieron mucho de sí y solo pudimos apostar en el juego más sencillo: la ruleta de la suerte. La experiencia fue realmente única.
Tras ganar un dinerillo y perderlo poco después (la avaricia rompe el saco) quisimos relajarnos y tomar algo. Esto nos llevó, sin saberlo, a explorar toda la zona nueva de Macao, que está llena de casinos y hoteles lujosos. Además de esto vimos muchos anuncios de prostitutas y tiendas de aparatos electrónicos que parecían estar abiertas las 24 horas.
Como quien no quiere la cosa, en nuestra caminata dimos con otra de las atracciones turísticas de Macao: la estatua de la diosa Guanyin, que está cerca de la zona de copas. Allí descubrimos que Macao tiene su propia cerveza.

Día 2

En nuestro segundo y último día en Macao exploramos otra parte de la cultura macaense. Cogimos un bus y paramos en su santuario más famoso, conocido como el templo de A - ma y del que se cree que deriva el nombre de la ciudad. Fue construido en honor a Matzu, la diosa del mar.







Nos sorprendimos al ver una danza procedente de Portugal y música en directo en la entrada del templo. Fue un momento realmente emocional para mí ya que el estilo de los bailes y la ropa eran muy parecidos a los gallegos.


Al terminar el templo seguimos caminando sin rumbo hasta que llegamos a lo que parecía una feria de comida. Se trataba de la Macau Food Festival, que parecía interesante. Pero aún no habían abierto las puertas, así que hicimos tiempo en la Macau Tower, que estaba casi literalmente al lado del recinto de la feria. Desde lo alto de la torre contemplamos unas buenas vistas y fuimos testigos de cómo algunas personas hacían puenting.

Macau Tower





Recinto del Macau Food Festival

Hambrientos, salimos la Macau Tower para entrar en la feria, que en un abrir y cerrar de ojos se había abarrotado de gente. Tuvimos que cambiar dinero por fichas para poder comprar comida.


La Macau Food Festival me gustó por su variedad. Nos pusimos las botas con mini pizzas, pinchos morunos, los dumplings más deliciosos, y hasta un snack coreano hecho de arroz que en chino se conoce como Hanghuo la nian gao - 韓國辣炒年糕 (nian gao picante). Otro plato interesante pero caro eran las vieiras. 



Nian gao picante

 
Una vez gastadas todas las fichas salimos de la feria y nos despedimos de Macao.

Un taxi nos llevó hasta la terminal de los barcos de TurboJET, en los que navegamos desde Macao al aeropuerto de Hong Kong. Aunque es un puerto marítimo en realidad se parece más a un aeropuerto. De hecho, revisan los billetes de avión y hay salas de espera. El trayecto dura una hora aproximadamente.

Y así terminó nuestro variado fin de semana semi portugués. Mentiría si dijera que me habría gustado quedarme más tiempo, porque Macao es tan pequeño que se puede terminar en un solo día. De todas maneras, fue una experiencia inolvidable.

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