domingo, 26 de febrero de 2017

La crueldad y la hipocresía

Últimamente no dispongo del tiempo que me gustaría para actualizar el blog, pero me ha dado por anécdotas de las cosas que observo en el día a día en Taiwán. 

Precisamente, da la casualidad de que ayer fui testigo de un espectáculo universal: un niño pequeño llorando y chillando como un cerdo en el matadero porque no quería ir a la academia. Para que os hagáis una idea sobre qué estoy hablando, resumiré diciendo que estas "academias" son los sitios de pesadilla donde los niños van al salir de la escuela primaria a hacer los deberes. Allí sufren maltrato sistemático aceptado socialmente: gritos, amenazas, y en algunas ocasiones alguna bofetada. Ayer, todos los profesores se turnaron para consolar al crío hasta que con mucho esfuerzo consiguieron que entrase en el edificio a regañadientes. Mientras su abuelo estuvo delante, todo fueron sonrisas y amabilidad. Después, la dueña de la academia se lo llevó aparte para hablar con él, en un aula. Una vez solos, la señora soltó culebras y sapos por la boca en una actitud intimidadora y amenazante. Cosas como "¿Quién te crees que eres? ¿Acaso no ves que todos los niños hacen los deberes todos los días y que ese es tu deber?" "¿Por qué lloras? Eres una vergüenza." etc. formaron parte de su repertorio. Y esta escena me recordó a algo que viví hace ya un par de años, pero aquella vez la protagonista fue una niña. 

Estábamos en febrero y las vacaciones de Año Nuevo habían terminado hace poco. Al parecer, a esta niña la vuelta al cole no le había sentado nada bien: extrañaba a su mamá. Tanto, que del disgusto que tenía encima vomitó en el fregadero de la academia y no podía dejar de llorar desconsoladamente. La profesora novata que estaba allí no sabía qué hacer, así que llamó a la jefa de la academia para que ella se encargase de la situación y llamase a los padres de la peque. La jefa se negó a ayudar y se limitó a mandar un mensaje: "mándale a la niña que limpie el vómito y que se termine su comida". Incrédula ante tanta falta de escrúpulos, la profesora volvió a llamar a su jefa varias veces, hasta que ella se dignó a aparecer. Su reacción fue brutal: lejos de consolar a la pobre niña, le gritó: "¿Qué te crees que estás haciendo? A mí no me vas a tomar el pelo. ¿En serio crees que voy a caer en esta trampa y llamar a tu madre para que te venga a buscar? Limpia inmediatamente el vómito del fregadero y ponte a hacer los deberes antes de que te castigue". 

Yo, de casualidad, también estaba allí y tengo la escena grabada a fuego. Y no, esto no es un caso aislado. Es la pura realidad. 

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