Lo primero que llama la atención de este sitio es su calor inhumano. Aunque nunca he estado en una, estoy segura de que el calor que hace aquí es como el de una sauna. De hecho, cuando llegué al aeropuerto y lo noté, pensé que me había caído alguna cosa dulce y pegajosa por las piernas, porque esa es la sensación que provoca el calor de Taiwan, que además a menudo está acompañado de lluvia. En cuanto me metí en el autobús para llegar a la Main Station de Taipei, supe que no podría vivir sin paraguas, y, al llegar al hotel y ver que me seguía asfixiando de calor, supe que no podría vivir sin ventilador. Son dos cosas imprescindibles para vivir en Taiwan. Aunque ni siquiera llevo un día entero aquí, tengo la sensación de que el efecto purificante del agua y el jabón dura poco.
Por otro lado, lo bueno de Taipei es que, al contrario que en Pekín (en donde sólo pasé un día escaso sin ni siquiera salir del hotel y del aeropuerto, y creo que con eso tuve más que suficiente) la gente se molesta en intentar hablarte en inglés, te saluda, te sonríe y si hablan inglés al menos existe alguna posibilidad real de entenderlos y que no parezca que te están hablando en chino.
Tal y como dicen en todas partes, es raro que los taxistas hablen inglés, pero si vienes preparada y traes la dirección que necesitas apuntada, eso no debe ser un gran problema. Para mí lo peor hasta ahora no han sido mis torpes intentos de comunicarme, sino usar el dinero. Para una europea que está acostumbrada a usar euros, es inconcebible que un billete de 100 NTD (New Taiwanese Dollar) equivalga a unos dos o tres euros. Cada vez que compro algo y uso un billete, tengo la sensación de que me estoy quedando sin blanca.
Una cosa que no me ha gustado es que por la calle pululan unos bichos
enormes no identificados que a mí me recuerdan a las ratas por la manera
furtiva en que corretean, aunque en realidad son bastante más asquerosos que
cualquier rata. También hay muchos caracoles que para mí tienen una forma
curiosa, porque su concha es como la de las caracolas de mar y además algunos
son enormes. Sin embargo, no me disgustan. También he descubierto un nuevo
miedo: las cucarachas taiwanesas. Son unos bichos amarillentos y enormes. Sólo
vi una, pero me ha impactado. No soy el tipo de persona que grita al ver bichos
insignificantes, pero las cucarachas taiwanesas se merecen todos los gritos del
mundo.
Por último, debo decir que los orientales ni son todos iguales ni son
feos, y eso que apenas he pasado unas horas escasas en Taipei y en el
aeropuerto de Pekín. Hay muchos chicos guapos y además se pueden distinguir los
unos de los otros perfectamente. Tal vez a los occidentales nos parezcan
iguales porque no nos molestamos en prestarles demasiada atención.
Como ya he dicho, sólo llevo unas horas en Taipei (y además debería
estar durmiendo hace mucho tiempo) así que aún no tuve muchas primeras
impresiones, y las que tengo son muy vagas, pero espero tener muchas cosas
buenas que escribir de Taipei muy pronto.
Pues no vayas a Hungría, que un euro son trescientos florines... :D
ResponderEliminarMe hace mucha gracia que comentes como curiosidad que los orientales no son todos iguales. Más que nada porque ES MENTIRA jo jo jo. No, pero en serio, hay diferencia entre chinos y japoneses, por ejemplo.
Me pareció un detalle importante. Te juro que no son todos iguales, y ya me di cuenta de eso cuando estaba en el avión. Y no me refiero a diferencias raciales, los chinos y los taiwaneses también son diferentes entre ellos.
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