jueves, 13 de marzo de 2014

New Taipei City, día 17: Jinguashi, Shuinandong, Bitou y Jiufen

Mi primera excursión fuera de la ciudad de Taipei fue a New Taipei City, cuyo territorio muchos taiwaneses consideran igual al de la ciudad de Taipei aunque la New City es mucho más grande y está mucho más habitada. Para llegar a mi destino, primero cogí un tren increíblemente barato (1,25 euros por un trayecto que no fue corto) para llegar a la estación de Ruifang, donde por otros 1,25 euros me compré un billete de autobús que me permitió desplazarme todo el día por diferentes sitios turísticos de la zona. 




El primero fue Jinguashi (金瓜石), cuyo único atractivo es su parque-museo ecológico. Aunque no es nada del otro mundo, vale la pena echar un vistazo. Tiene mucha naturaleza y algunas buenas vistas. El museo está relacionado con el pasado minero del pueblo. También hay algunas casas de la época de la ocupación japonesa de Taiwán, y antes de llegar al museo se puede ver un cementerio tradicional taiwanés que a mí me pareció muy interesante. Además, hay algunos sitios en los que se puede comprar algún snack o postre. Yo probé por primera vez un postre taiwanés, el tou hua (豆花), que es una especie de masa hecha con soja, (muy parecida al tofu, pero sin sabor) servida en un cuenco con hielo y una salsa dulce. La pinta y la textura no son muy agradables al principio, pero ahora que llevo meses en Taiwán me parece una delicia.


Cementerio taiwanés



Casa de la época colonial japonesa
Snack de huevo
Tou hua 

El segundo sitio fue Shuinandong, (水湳洞). Lo único que estaba a la vista allí era la carretera, con el mar a la izquierda y la montaña a la derecha, además de un río con una pinta curiosa porque sus piedras eran anaranjadas (según me dijeron debido a las minas que había allí hace años). Además, por el camino hay una cascada. A simple vista, su mar no parece tener nada especial, sin embargo se compone de dos colores perfectamente diferenciados (los taiwaneses lo llaman Yin Yang). Además, tiene unas rocas artificiales que según me dijeron son para combatir las olas. 








En este sitio vi por primera vez las coronas de los funerales taiwaneses. Están hechas con flores artificiales y sus colores son tan llamativos que parecen de una fiesta. Cuando las vi por primera vez, no tenía ni idea de lo que eran. Ahora sé que se usan tanto para funerales como para celebrar la inauguración de una tienda, y la única manera de poder diferenciarlas es leer los caracteres del centro.





El siguiente sitio que visité fue Bitou (鼻頭), un pueblo pesquero del que no me esperaba nada y que visité por azar. Sin embargo, fue el sitio que más me gustó. Es un pueblo pequeño que no tiene muchas tiendas y que incluso tiene un aspecto un poco decadente, pero su playa es una joya por descubrir, y el pueblo en sí, con sus barquitos y sus montañas me recordó a mi pueblo natal en Galicia. Su playa es modesta, pero tiene unas vistas preciosas y además es una de las pocas que tienen rocas en Taiwán, y eso la hace especial. Sus aguas son muy cristalinas.








Después paré en Fulong (福隆) para comer. Es un sitio del que ya había oído hablar en España y que en seguida me pareció muy sobrevalorado. Comí en un sitio cuyos lunch packs son famosos (en Taiwán hay una cultura de restaurantes y tiendas famosos, y tengo la sensación de que cualquier local se puede hacer famoso por cualquier chorrada) y que se componía de arroz, algunas verduras, un trozo de carne, salchicha taiwanesa, huevo cocido en salsa de soja, y tofu, que a mí me pareció una comida normal. Al acabar de comer, fui directa a la playa, que en realidad es lo único digno de visitar en Fulong. Es un pueblo que no tiene nada aparte de un par de tiendas cutres que venden flotadores, bañadores y cosas por el estilo. Aun por encima, hay que pagar para entrar en la playa porque según he oído pertenece a un hotel. Pagué dos euros con descuento de estudiante por entrar, y, la verdad, no me pareció que valiese lo que pagué. Su paisaje es bastante soso, aunque la playa estaba llena de taiwaneses que se metían en el agua con la ropa puesta, a pesar de hacer un calor insufrible. Después de dar una pequeña vuelta y refrescarme en el agua, salí de Fulong para ir al sitio que más estaba deseando visitar: Jiufen.






Jiufen (九份) es un pueblo muy famoso en Taiwán. Su nombre significa, literalmente, "nueve raciones", porque según dicen, en el siglo XVII solo nueve familias vivían allí y cada vez que se recibía algún tipo de provisión necesitaban dividirla (Jiufen está en las montañas, un poco alejado de la ciudad). Es un pueblecito con encanto que parece gustar mucho a los japoneses, de hecho, supuestamente algunas escenas de la película El viaje de Chihiro fueron inspiradas por sus famosas vistas al mar.





Al ser un pueblo turístico, los fines de semana está a rebosar de gente. Sus calles son estrechas y están llenas de puestos callejeros y tiendecitas que venden cosas tradicionales muy interesantes, además de postales y souvenirs (cosas que en Taipei son prácticamente inexistentes) y, por supuesto, comida, principalmente snacks y dulces. Entre otras cosas, se pueden encontrar caracoles de mar, lu rou fan (滷肉飯, que es una comida muy famosa en Taiwán y se compone de carne de cerdo picada, salsa de soja y arroz) y zumo de guava, una fruta que se puede encontrar fácilmente en Taiwán. Al dar una vuelta por sus calles, se puede apreciar su antigüedad, y los faroles le dan un toque todavía más encantador. Tiene una casa de té bastante famosa, pero como no soy muy dada a beber té no despertó demasiado interés en mí.









Ocarinas hechas a mano

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