El momento de volver a mi país había llegado, y antes de aterrizar en mi tierra mi novio y yo hicimos una parada de fin de semana en Madrid, donde una de mis amigas nos acogió en su casa y nos guió por la ciudad.
Llegamos desde Pekín al aeropuerto de Barajas a eso de las ocho de la mañana. Después de perdernos un poco en el metro, (que por cierto nos pareció de la Edad de Piedra en comparación con el de Taipei) llegamos a casa de mi amiga y en cosa de una hora nos fuimos directos a la calle. Para empezar el día con energía, nuestra primera parada fue en el Dunkin' Donuts de la Puerta del Sol.
Aunque ya había estado allí una vez y Madrid no era de mis ciudades favoritas, en este segundo viaje me conquistó, aunque pude notar, más que nunca, lo cerrados de mente y racistas que son los madrileños. Mi novio también lo notó, y aunque la ciudad lo dejó maravillado la gente le hizo sentir muy incómodo. Como ya he dicho, para mí nada era novedad, pero cada cosa que veía me parecía increíble, y mi novio sentía lo mismo. Tenía miedo de que se asustase de lo ruidosa que es la gente en Europa, pero no se impresionó demasiado: iba preparado. Lo que sí llamó su atención fueron las tiendas con jamones colgando.
Primero, quedamos boquiabiertos con la Puerta del Sol, nos enamoramos de la iglesia de San Ginés, del lujo del Palacio Real y de la belleza de la Catedral de la Almudena. Llenamos la barriga con los típicos huevos rotos de Madrid acompañados de una cerveza, pasamos por la famosa Gran Vía, y en Callao fuimos testigos de una pequeña manifestación. Después, nos sentamos a charlar y descansar en la Plaza de España, donde nos quedamos hasta que se hizo de noche.
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Puerta del Sol |
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Iglesia de San Ginés |
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Palacio Real |
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Catedral de la Almudena |
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Huevos rotos |
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Plaza de España |
En nuestro segundo día fuimos al mercado del Rastro, donde mi novio probó empanada gallega por primera vez. Más tarde visitamos la Plaza de la Villa, que estaba en medio de nuestro camino hacia el mercado de San Miguel, donde se nos hizo la boca agua. La elección fue difícil, pero nos decidimos a comprar crema catalana. Estaba exquisita.
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Plaza de la Villa |
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Mercado de San Miguel |
Al salir del mercado, en el que no nos quedamos mucho tiempo porque era demasiado caro y tentador a la vez, paseamos por la zona del Madrid de los Austrias hasta llegar a la Plaza Mayor. Después de hartarnos de hacer fotos llegamos a El Retiro, donde dimos un pequeño paseo y nos pusimos rojos como langostas. Más tarde, fuimos a dar a la famosa Puerta de Alcalá, que fue el único monumento madrileño que dejó a mi novio indiferente. Cruzamos la calle para admirar el Palacio de Telecomunicaciones de cerca y después cogimos el metro para llegar a Malasaña. Allí dimos por concluida nuestra visita en Madrid y probamos uno de los mejores helados del lugar en una tienda que se llama Kalúa.
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Plaza Mayor |
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El Retiro |
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Puerta de Alcalá |
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Palacio de Telecomunicaciones |
Nos dio pena despedirnos de Madrid tan pronto, pero necesitábamos un descanso decente y los bolsillos se nos estaban empezando a vaciar. Pasamos dos días muy activos, llenos de pequeños descubrimientos para mí y grandes descubrimientos para mi novio, con muchas risas y buen rollo en la mejor compañía. Los dos nos fuimos con ganas de más, deseosos de saber qué nos esperaba en Galicia.
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