Tras una despedida difícil, mi novio y yo dejamos nuestras maravillosas
vacaciones y volvimos a la realidad: era hora de volver a Taiwán.
El calor veraniego nos dio la bienvenida a Taipei, y uno de los
primeros recuerdos que tengo de mi primera vuelta fue lo desmoralizante de ver
el paisaje taiwanés y compararlo con el verdor de mi tierra natal. No estaba
demasiado contenta de haber vuelto, y sentía pena por lo que había dejado
atrás. Sin embargo, estaba en Asia por voluntad propia, así que en cierto modo
se podría decir que estaba viviendo un momento agridulce.
Los dos primeros días pensé que no podría sobrevivir al calor de
Taiwán un verano más. No era capaz de estar con los cinco sentidos, las altas
temperaturas me mareaban, salir de casa me parecía una pesadilla, y cuando iba
en moto se me quemaban las piernas porque el asiento ardía de calor. Solo quería pasar las horas pegada al ventilador. Por
suerte, me acostumbré rápido e intenté solucionarlo con helados y mucho aire
acondicionado.
Precisamente, el primer momento en que me empecé a sentir realmente
reconciliada con Taiwán (helados aparte) fue cuando fui a Bitan, donde pude
disfrutar de unas vistas como estas.
Taipei no es tan verde y natural como a mí me gustaría, pero a pesar de mis quejas constantes y mis caprichosos sentimientos de amor - odio, hay
un algo que me une a ella. Tal vez el destino exista después de todo. Taipei es parte de mí.
I do not love you except because I love you;
I go from loving you to not loving you,
From waiting to not waiting for you
My heart moves from cold to fire.
I love you only because it's you the one I love;
I hate you deeply, and hating you
Bend to you, and the measure of my changing love for you
Is that I do not see you but love you blindly.
Pablo Neruda
No hay comentarios:
Publicar un comentario