Uno de los fenómenos culturales que siempre han despertado mi curiosidad son los cementerios para mascotas taiwaneses. Los descubrí hace mucho tiempo y de causalidad, hablando con mi novio sobre un perro que tuvo en el pasado y que él aseguró que fue enterrado en un cementerio canino.
Estos cementerios casi siempre están alejados de las ciudades, perdidos en las montañas. El que yo visité, invitada por una amiga taiwanesa, estaba cerca de Tamsui, en un camino en medio de la nada.
Cuando llegamos al sitio me sorprendió lo pequeño y humilde que era, y experimenté cierta incomodidad porque sentía demasiada curiosidad por un lugar que no era realmente turístico y en el que tal vez no sería demasiado correcto usar una cámara. Sin embargo, me sentí algo más cómoda cuando me di cuenta de que mi amiga también estaba usando la suya para fotografiar el punto exacto donde su perra estaba enterrada.
El espacio que el cementerio ocupa es tan sólo un pequeño jardín y una especie de habitación que recuerda a una capilla, ya que tiene un altar dedicado a Buda en el que incluso se pueden hacer ofrendas de incienso. La mayoría de los animales se incineran y depositan en una pequeña urna de esta habitación, con una foto y su nombre.
En este tipo de cementerios se pueden enterrar todo tipo de mascotas, aunque los más comunes son los perros. Hay tres estilos diferentes de entierro, que dependen del dinero que el dueño esté dispuesto a gastar. La primera opción es la ya mencionada en el párrafo anterior: una urna con las cenizas del animal, que se mete en una habitación parecida a un templo y en la que las urnas cubren las paredes como si se tratase de estanterías. Otra posibilidad es enterrarlo bajo un árbol con otros perros o comprar una lápida, en la que incluso se escribe su nombre. Esta última práctica es poco frecuente.
Mi amiga decidió incinerar a su perra y enterrarla bajo un árbol del jardín del cementerio por seguridad, ya que según nos contó si los animales se entierran en el monte existe el riesgo de que perros callejeros los desentierren y se los coman.
Me sorprendió ver que alguna gente paraba delante del altar para rezar y hacer ofrendas de incienso, y en ese momento me di cuenta de hasta qué punto los taiwaneses tratan a los animales como a personas. De hecho, de acuerdo a lo que entendí, el propósito de la visita de mi amiga era rezar y comunicarse con su perra para que supiera que se mudó de casa, y así permitir que su espíritu la visitase.
Según este blog, hay gente que además de incienso quema dinero fantasma (ghost money) para sus mascotas en los cementerios, y al parecer también se celebran oficios religiosos con monjes.
Sin duda alguna, los perros viven como personas en Taiwán.
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