Dada su cercanía con Taiwán, Hong Kong ha sido, durante mucho tiempo, la "espinita que tenía clavada". Y es que después de más de un año en Taiwán me fastidiaba tenerla tan cerca y no haber ido nunca. No es la ciudad de mis sueños, pero me parece una visita obligatoria. Además, siempre me he preguntado por qué atrae a tanta gente.
Así pues, compramos billetes baratos Taipei - Hong Kong, Hong Kong - Taipei y nos convertimos en hongkoneses por dos días y medio.
Hong Kong está a tres horas en avión de Taipei y se divide en varias islas. Tiene fama de agobiante e intimidante, pero no despertó esos sentimientos en mí, tal vez porque estaba demasiado ocupada atiborrándome de comida y dejándome embobar por las luces de la noche.
En cuanto llegamos al aeropuerto, buscamos la manera más rápida de llegar a la ciudad, que resultó ser un autobús de dos pisos lleno de turistas indios que empezaron a hacerse fotos en el aeropuerto (y lo siguieron haciendo durante todo el camino). Nos sentimos como si estuviéramos en una excursión con ellos.
A medida que nos fuimos acercando a la ciudad, las cosas se complicaron para nosotros. Teníamos que parar en un sitio llamado Mongkok, pero ¡había tantas paradas en esta zona!
Cuando finalmente bajamos en la parada correcta y encontramos nuestro hotel, buscamos la manera de llegar al famoso Victoria Peak, que está considerado el mejor sitio para disfrutar de las mejores vistas de Hong Kong. Pero estábamos muy perdidos y terminamos yendo al sitio equivocado, que aún por encima hizo que gastáramos mucho dinero. Este sitio, llamado Sky 100, es el rascacielos más alto de Hong Kong, y cuenta con un observatorio desde donde también se pueden apreciar vistas de la ciudad. Sin embargo, fue una pérdida de dinero y tiempo, ya que el día estaba demasiado nublado.
Cuando dejamos el Sky 100 observamos los enormes edificios que lo rodeaban y nos encontramos con la desagradable sorpresa de que había tormenta y estaba lloviendo. Así las cosas, no nos quedó más alternativa que volver a meternos dentro, en su enorme y lujoso centro comercial.
En este centro comercial encontramos un supermercado con productos extranjeros interesantes, algunos de ellos españoles, como turrón El Almendro. Vimos muchos productos con precios poco competitivos que nos atrajeron, pero como somos personas con auto control sólo compramos un par de cosas: salchichas de pescado japonesas y bolitas de queso americanas. Ese día descubrí que las salchichas de pescado no son lo mío.
Aunque no dejó de llover, decidimos salir del centro comercial y buscar una estación de autobuses cercana para ir a la Avenue of Stars. Yo tenía mis dudas sobre si deberíamos arriesgarnos a empaparnos bajo la lluvia, pero me parecía intolerable perder tanto tiempo en mi primer día en Hong Kong.
Así pues, llegamos a una estación de autobuses que para nuestra sorpresa estaba casi desierta y subimos a un autobús que estaba vacío para nosotros. Nos perdimos un poco por el camino, pero conseguimos llegar a la Avenue of Stars y de paso pudimos ver varios edificios en construcción que nos demostraron que la leyenda es cierta: en Hong Kong las casas se construyen utilizando bambú.
La Avenue of Stars es un paseo en el famoso puerto Victoria, y al mismo tiempo un homenaje a las estrellas de cine hongkonés, cuyas placas se pueden ver en el suelo del paseo. Lo más fotografiado por los turistas es una estatua de Bruce Lee de tamaño real, así como las espectaculares vistas de la parte más nueva y glamurosa de Hong Kong, Central, en la que se encuentran la mayoría de rascacielos de la ciudad. Pero para mí, como una gran fan del director de cine hongkonés Wong Kar Wei, el momento más emocionante llegó cuando vi las placas de mis actores hongkoneses favoritos (Leslie Cheung, Tony Leung y Maggie Cheung), así como la placa del propio Wong Kar Wei, que estaba justo delante de la estatua de Bruce Lee.
A pesar de ser un sitio muy interesante, la Avenue of Stars es muy pequeña y se puede terminar muy rápido. Queríamos ver su famosa Symphony of Lights, pero aún faltaban unas dos horas para que empezase y no había ningún restaurante o bar a la vista. De hecho, no había nada en la Avenue of Stars, y eso nos pareció extraño, ya que lo normal sería que los hongkoneses quisieran sacar provecho de una zona tan turística.
Caminamos y caminamos, salimos de la Avenue of Stars y finalmente encontramos un restaurante de estilo hongkonés, donde probamos comida muy interesante que comentaré en otro post. Volvimos para ver la Symphony of Lights, un espectáculo de luces en que todos los rascacielos del puerto Victoria se coordinan para brillar a la vez. Pero llegamos demasiado tarde: apenas la vimos desde lejos, de una manera fugaz.
Muertos de cansancio, dimos por terminado nuestro primer día en Hong Kong y volvimos a nuestro hotel, cuyos alrededores nos regalaron un espectáculo de luces mejor que la Symphony of Lights: las calles de Hong Kong por la noche, que irónicamente son más luminosas que de día. Eso sí es un buen espectáculo de luces.
Día 2
Al día siguiente nos levantamos lo más temprano que pudimos para visitar otro de los sitios más turísticos de Hong Kong: el Buda Gigante o Buda de Tien Tan. Terminado de construir en el año 1993, esta estatua constituye el Buda de bronce sentado más alto del mundo, mide 34 metros y pesa 250 toneladas. Pertenece al monasterio de Po Lin, que fue un edificio anónimo hasta la inauguración del Buda.
Al día siguiente nos levantamos lo más temprano que pudimos para visitar otro de los sitios más turísticos de Hong Kong: el Buda Gigante o Buda de Tien Tan. Terminado de construir en el año 1993, esta estatua constituye el Buda de bronce sentado más alto del mundo, mide 34 metros y pesa 250 toneladas. Pertenece al monasterio de Po Lin, que fue un edificio anónimo hasta la inauguración del Buda.
Pensamos que sería fácil acceder a él a través del metro, pero cuando llegamos a su estación tuvimos que coger un autobús no demasiado barato y hacer un trayecto más bien largo para llegar, ya que el Buda se encuentra al lado de un monasterio en las montañas. Por el camino disfrutamos de unas bonitas vistas de la costa de Hong Kong. Otra alternativa para llegar al Buda es a través de un telesilla, pero su precio era disparatado.
La suerte tampoco estuvo de nuestra parte en nuestro segundo día: poco a poco, la lluvia empezó a caer y el viento y la niebla no nos permitieron ver nada.
Para llegar al Buda hay que subir 240 escalones, pero vale la pena, ya que es una obra de arte que merece ser contemplada de cerca. En su interior, alberga una sala con unos modestos murales sobre la vida de Buda, entre otras cosas.
La estatua está rodeada de otras seis estatuas más pequeñas, también de bronce, y conocidas como La Ofrenda de los seis Devas. Cada una sujeta en su mano una ofrenda diferente para el Buda, que representan las cualidades necesarias para llegar al nirvana.
Después de subir hasta el Buda intentamos explorar un templo de los alrededores, pero el mal tiempo nos lo impidió y tuvimos que aprovecharlo como refugio. Fue aquí donde descubrí los enormes palos de incienso que se utilizan como ofrendas en Hong Kong, y que parecían muy poco prácticos.
Dimos por terminada nuestra visita exprés al Buda de Tian Tan y nos dirigimos en metro a Central, la zona más nueva y glamurosa de Hong Kong que se puede ver desde puerto Victoria.
Nos dejamos impresionar por la altura y el estilo de sus rascacielos, y nos sentimos como si estuviéramos en Nueva York. Buscamos las famosas escaleras mecánicas de Hong Kong (o Central-Mid-Levels escalator), que son las más largas del mundo y que muchos viajeros recomiendan en sus blogs. Yo me sentía muy escéptica, no podía entender por qué unas escaleras mecánicas causaban tanta sensación.
Pero pronto lo entendí y me di cuenta de que, efectivamente, la mejor manera de recorrer Central es en las escaleras mecánicas, que tienen indicadores con los nombres de cada calle que pasan y también paradas. Es una buena manera de ver Hong Kong desde otra perspectiva, como si se tratara de un balcón.
Una de nuestras paradas fue en el famoso barrio de copas Soho, donde tuvimos la irreal sensación de haber dejado Hong Kong, ya que miráramos a donde miráramos, sólo había occidentales bebiendo, charlando o incluso cenando en los bares de estilo occidental. Otras calles conocidas en el trayecto de las escaleras de Central son Hollywood Road, una calle de antigüedades por la que se puede llegar al templo de Man Mo, que es uno de los más antiguos de Hong Kong y está dedicado al dios chino de la literatura.
Por último, no me pude resistir a entrar en una tienda de marcas extranjeras, en la que encontré todo tipo de productos maravillosos que me pusieron nostálgica, tales como jamón serrano, chorizo, salchichón, pan de barra hecho a mano, meat pie, short bread, pasta italiana, etc.
Por último, no me pude resistir a entrar en una tienda de marcas extranjeras, en la que encontré todo tipo de productos maravillosos que me pusieron nostálgica, tales como jamón serrano, chorizo, salchichón, pan de barra hecho a mano, meat pie, short bread, pasta italiana, etc.
Central es una zona muy pequeña, pero es un contraste con el resto de Hong Kong, cuyo paisaje urbano es un mar de viejos letreros y apartamentos súper altos pegados los unos a los otros, haciendo gala de lo súper poblada que está la ciudad. Y no os engañéis: que esté muy poblada no significa que sea grande.
De vuelta en Mongkok, nos adentramos en una calle llamada Goldfish Market, conocida por ser una especie de mercado de mascotas exóticas, pero no encontramos nada interesante allí.
Después de tomar otra de nuestras deliciosas cenas hongkonesas en un restaurante cualquiera, dimos un paseo en una calle (probablemente la Nathan Road) llena de ruido, luz y color que me pareció lo mejor que había visto en Hong Kong en mi corta estancia. Y es que eso es lo que hace a la ciudad especial: tiene más vida de noche que de día. Cuando oscurece, los enormes letreros de las tiendas brillan con toda su intensidad, artistas callejeros salen a la luz, y los mercados y tiendas de la ciudad se llenan de gente de todas las nacionalidades. La intensidad de las luces es tal, que parece que es de día.
Después de tomar otra de nuestras deliciosas cenas hongkonesas en un restaurante cualquiera, dimos un paseo en una calle (probablemente la Nathan Road) llena de ruido, luz y color que me pareció lo mejor que había visto en Hong Kong en mi corta estancia. Y es que eso es lo que hace a la ciudad especial: tiene más vida de noche que de día. Cuando oscurece, los enormes letreros de las tiendas brillan con toda su intensidad, artistas callejeros salen a la luz, y los mercados y tiendas de la ciudad se llenan de gente de todas las nacionalidades. La intensidad de las luces es tal, que parece que es de día.
Después de este paseo fuimos al night market conocido como Ladies Market, que estaba muy cerca de nuestro hotel. Como su nombre indica, este mercado vende, principalmente, cosas para mujeres, y casi todos sus productos son falsificados. Me decepcionó un poco porque esperaba que tuviera más variedad, pero todos los puestos vendían lo mismo: ropa, ropa tradicional, souvenirs, bolsos, etc. Además, ¡no había comida! Esperaba que Hong Kong, al igual que Taipei, tuviera cultura de comida callejera, pero no vimos ni rastro de ella.
Nos perdimos varias veces, pero como casi todos los hongkoneses hablan o chapurrean inglés y chino mandarín no tuvimos problemas para comunicarnos.
Día 3
Día 3
Para despedirnos de Hong Kong decidimos pasar parte de nuestras últimas horas en la ciudad en uno de sus restaurantes más famosos, y no sin razón, ya que cuenta con una estrella Michelín. Se trata del Tian Hao Yun, que es todo lo que no te esperarías de un restaurante de estrella Michelín. Es viejo, feo, barato y su personal ni se molesta en intentar agradar a los clientes. En otras palabras, es el típico restaurante asiático de poca categoría, al menos en apariencia.
Como era de esperar, a pesar de haber llegado al restaurante a las once del mediodía, las mesas ya estaban llenas de gente, y nos sentaron en una que ya estaba ocupada (aunque suene raro, esta práctica es común en Asia).
Como es muy barato, pedimos casi todas las cosas que nos apetecieron. Algunas eran viejas conocidas, como los dumplings de gambas, y otras fueron nuevas para nosotros, como un postre hecho de huevo y barnizado en miel que me recordó a las orejas de carnaval. No tengo un paladar muy exquisito, pero la comida de este restaurante no me pareció demasiado especial. ¿Tal vez sentarse con desconocidos rompió la magia?
Cuando terminamos nuestra comida, que detallaré en una entrada futura, decidimos volver a Central, que ya se había convertido en nuestra zona favorita de Hong Kong. Esta vez salimos hacia Statue Square, una pequeña plaza del siglo XIX que debe su nombre a la gran cantidad de estatuas de la nobleza inglesa que la decoraban hasta que los japoneses las destruyeron durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día sólo se puede ver la estatua de Sir Thomas Jackson, un banquero del HSBC. La plaza está rodeada de edificios de importancia, como el Legislative Council Building (que no pudimos apreciar porque estaba en obras). En el pasado, los edificios de estilo inglés eran muy abundantes aquí, pero, por desgracia, todos fueron derrumbados.
Curiosamente, hoy en día la plaza está rodeada de rascacielos que le dan un aspecto muy distinguido. Allí observamos que el tranvía parecía una manera muy popular de moverse por Central.
Dejamos la Statue Square y caminamos entre los rascacielos, en dirección a la catedral de St. John, construida por los ingleses en el año 1849. Su peculiar color amarillo la afea bastante, aunque por dentro no era tan horrible como esperaba. Cuando entramos vimos algo que no nos dejó indiferentes: la catedral estaba llena de gente durmiendo en los bancos. Al principio quise pensar bien de los hongkoneses y supuse que tal vez estaban rezando o meditando, pero en seguida me di cuenta de que todos dormían profundamente.
Dimos un último paseo por el resto de Central durante unos diez minutos escasos e hicimos una de mis cosas asiáticas favoritas: entrar en un 7 - 11 y comprar la bebida más disparatada. En Hong Kong esta bebida fue un batido de chocolate con sabor a naranja, que para nuestra sorpresa resultó estar muy bueno. Finalmente, con mucho pesar nos despedimos de Hong Kong y nos preparamos para coger el tren de alta velocidad al aeropuerto y volver a nuestras vidas cotidianas.
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