domingo, 18 de junio de 2017

Uno de octubre de 2016: bullicio en el cementerio

Era una calurosa tarde de octubre. El padre de mi novio nos había propuesto que lo acompañásemos al cementerio a visitar la tumba de su madre y mi respuesta fue muy entusiasta. Me fascinan los cementerios de todos los países, y las tumbas taiwanesas en concreto porque tienen un diseño muy particular. No me imaginaba la estampa con que me iba a encontrar al llegar allí. 

El cementerio que visitamos se encuentra en el distrito de Zhonghe, y se llama 納骨堂 Nagutang. Esperaba tranquilidad, pero al llegar me quedé en shock. Parecía un mercado. A la entrada del edificio había una carpa con mesas donde se habían reunido familias con sus ofrendas. Charlaban animadamente mientras las preparaban y además las dejaban despreocupadamente sobre la mesa mientras se iban a otro lado. Incluso había un escenario con monjes rezando o cantando en alto con un micrófono y algunos fieles se unían a ellos. 





A día de hoy sigo sin tener claro qué clase de celebración era aquella, pero al parecer se trata de un festival que se hace cuatro veces al año, una vez por cada estación. Pero solo uno está dedicado a honrar a los antepasados, el que coincide con otoño y que se llama 秋祭 qiu ji. Normalmente, en Taiwán se escoge una fecha cercana al Doble Nueve, aunque en una fuente que encontré en inglés afirman que se hace en el mismo día y que en chino "doble nueve" es un homófono de "eterno", por eso se decidió venerar a los ancestros en esa fecha. Debe haber mucho más detrás, pero nadie ha sabido explicármelo, de modo que me he valido de dos fuentes en chino para informarme. Están aquí y aquí

Las ofrendas a los muertos en Taiwán casi siempre son comida y dinero fantasma, que según sus creencias los difuntos pueden usar en el Más Allá. Cuando llegamos, buscamos un huequito para nuestras propias ofrendas, seguí a mi novio y su padre y observé sus movimientos. Primero, cogieron tres palitos de incienso y ofrecieron uno a cada dios que había allí. Solo pude identificar a uno de ellos, el famoso Tudigong o Dios de la Tierra. 

Después, entramos en el edificio, ya que en lugar de las típicas tumbas de montaña este cementerio era interior. Las tumbas tan solo eran hileras interminables de pequeñas urnas que contenían las cenizas de los muertos. Para abrirlas, había que pedir las llaves y enseñar una identificación para demostrar los lazos familiares. Me chocó inmensamente ver aquello, y llegué a la conclusión de que los taiwaneses mueren de la misma manera que viven: apelotonados. En las urnas, además de las cenizas hay una foto en blanco y negro y también unas palabritas que supongo que serán epitafios o algo relacionado con religión. Una vez abierta la urna de la abuela de mi novio, ambos hicieron una pequeña reverencia, se quedaron en silencio un par de minutos y nos fuimos. Mientras salíamos del edificio me explicaron que el incienso no solo era una ofrenda, sino también una manera de medir el tiempo: cuando el palito ya está quemado por la mitad, es hora de volver a casa. No hice ninguna foto del cementerio por dentro en señal de respeto, así que he tomado esta foto prestada de esta página web



Pero antes de irnos hicimos una cosa más. Yo había observado que todas las familias tenían unas misteriosas bolsas rojas de papel cuyo contenido me intrigaba un montón. Pronto supe de qué se trataba. Las daban en el cementerio y se usan para depositar las ofrendas de dinero fantasma, pues ese día era tanta la gente con ofrendas que el quemador no daba abasto. Así pues, fui testigo de cómo las preparaban: primero, se deposita el papel fantasma en las bolsas. Después, se escribe el nombre de la persona que envía el dinero y el de la persona que lo va a recibir. Cuando está todo listo, la bolsa se deposita en una especie de contenedor común a la espera de ser quemado. 




Esta experiencia fue una de las más memorables que tuve en Taiwán en mucho tiempo, y espero repetirla algún día. Es curioso cómo un acto que para los europeos es de lo más solemne es tan estrepitoso en Taiwán. 


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